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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES<br />

tanto la posible ganancia, que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> ser prometedora, como la <strong>de</strong> vencer una temeraria<br />

resistencia que no estaba acostumbrado a encontrar por los caminos <strong>de</strong> su carrera profesional.<br />

Siempre había tenido éxito en todos sus empeños y el que hubiera un rebel<strong>de</strong> a su ciencia y<br />

sus modales, finos e insinuantes, lo soliviantaba, sacándolo <strong>de</strong> su natural parsimonia.<br />

Tanto caviló y pensó en el asunto hasta que al fin la imaginación le proporcionó un ardid<br />

que, al ponerlo en práctica sin pérdida <strong>de</strong> tiempo, le ayudó a romper el frente <strong>de</strong> terquedad<br />

<strong>de</strong>l campesino.<br />

Pancho Paula acostumbraba a visitar la oficina <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista en sus frecuentes correrías<br />

por el pueblo, no tanto para disfrutar <strong>de</strong> su conversación, amena y humorista, salpicada <strong>de</strong><br />

intencionadas bromas, como para recrearse contemplando los trabajos que ejecutaba, siempre<br />

atraído por la fascinante historia <strong>de</strong> lo que podía hacer su boca si se le colocaban dos cajas<br />

<strong>de</strong> dientes. En una <strong>de</strong> esas visitas, Martínez, ladino y mañoso, le dice:<br />

—Amigo, un general <strong>de</strong> Las Caobas me ha pedido un par <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong> dientes. Haga el<br />

favor <strong>de</strong> prestarme su boca para aten<strong>de</strong>r el encargo. El mañé y Ud. calzan.<br />

Pancho Paula, galante, la ofrece gustoso. Martínez lo hace sentar en el sillón y le toma<br />

la impresión, ejecutando luego el trabajo con tanta prisa como se lo permitieron los medios<br />

a su disposición. El <strong>de</strong>ntista tenía mucha confianza en el dominio que ejercía sobre su profesión<br />

y en su palabrería persuasiva y convincente. Por esa razón tan pronto como las cajas<br />

estuvieron preparadas para ser usadas, aprovechando la primera visita <strong>de</strong> su víctima, con<br />

su característica sonrisita, le dice:<br />

—Amigo, las cajas <strong>de</strong> dientes están listas; pero antes <strong>de</strong> entregarlas al cliente Ud. me<br />

hará un nuevo favor: pisarlas, porque a las cajas <strong>de</strong> dientes, como a los zapatos, hay que<br />

pisarlas para darle su forma <strong>de</strong>finitiva.<br />

Pancho Paula, ignorante <strong>de</strong> la trampa que se le arma, otra vez ofrece su boca, don<strong>de</strong><br />

son colocadas las dos flamantes cajas <strong>de</strong> dientes, con esta advertencia: si siente molestia,<br />

vuelva para corregirla.<br />

Pancho Paula retornó dos o tres veces a la oficina, siendo atendido con prontitud y<br />

cortesía. Pasó algún tiempo. Las visitas <strong>de</strong> Paula a su amigo escasearon. Martínez sonreía<br />

pensando en el éxito <strong>de</strong> su estratagema, interpretando como <strong>de</strong> buen augurio la ausencia <strong>de</strong><br />

Paula. Un buen día, ya seguro <strong>de</strong> su triunfo, llamó a Paula y con mucha sorna, le informó:<br />

—Amigo, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres días iré para Las Caobas a entregar el trabajo. Favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverme<br />

las dos cajas <strong>de</strong> dientes que le di a pisar.<br />

Paula se <strong>de</strong>sconcierta con la petición <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista y con su aturdimiento, creyendo en<br />

su simpleza <strong>de</strong> campesino que el amigo y profesional lo maltrataba, protesta <strong>de</strong> la injusticia<br />

que él cree se le hace al <strong>de</strong>spojarlo <strong>de</strong> tan útil menester.<br />

—Imposible <strong>de</strong>volverlas, –dice en tono algo <strong>de</strong>stemplado–. Ya estoy acostumbrado a<br />

usarlas y me quedaré con ellas. Como chicharrón y caña, –agrega.<br />

Martínez, sin inmutarse por la altanería <strong>de</strong> Paula, sigue impertérrito en su comedia y le<br />

riposta, siempre con su acostumbrada marrulla:<br />

—Las cajas <strong>de</strong> dientes están en su po<strong>de</strong>r para pisarlas. Eso fue lo convenido cuando<br />

Ud. generosamente me ofreció su ayuda. El mañé me espera, me pagó su dinero y el honor<br />

profesional me obliga a cumplir la palabra empeñada.<br />

Paula, amoscado, contrariado y temeroso, se hace conciliador, cree sobornar al <strong>de</strong>ntista<br />

y le ofrece el doble <strong>de</strong>l valor si se las <strong>de</strong>ja, creyendo ser ese el mejor camino para violentar<br />

la resistencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista. Martínez, buen comediante, ensaya nuevos ardi<strong>de</strong>s para seguir<br />

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