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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

—Pedro, vete al diablo, yo también vine a hablar, yo también vine a hablar –y dando la<br />

vuelta se ausentó como un torbellino.<br />

Nuestra primera reacción fue <strong>de</strong> sorpresa. La inesperada salida <strong>de</strong> Panchito nos <strong>de</strong>jó<br />

mudos <strong>de</strong> asombro; pero <strong>de</strong>spués reímos a mandíbula batiente, no sin poner uno que otro<br />

chiste sobre las espaldas <strong>de</strong>l fugitivo. De esa manera tan dramática perdimos por algún<br />

tiempo un inquieto contertulio.<br />

Panchito, que era capitaleño, llegó a San Juan <strong>de</strong> la Maguana sin que nadie supiera <strong>de</strong><br />

dón<strong>de</strong> era ni a qué había llegado. Escondía buenamente su i<strong>de</strong>ntidad. Pero como eso no era<br />

una razón para excusarlo <strong>de</strong> ser cazado por las flechas <strong>de</strong> Cupido, los encen<strong>de</strong>dores ojos<br />

<strong>de</strong> una canela, joven agraciada y bien dispuesta, le trastornaron la cabeza y el corazón, con<br />

manifiesto disgusto <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> la bella. Eran los románticos tiempos <strong>de</strong> la serenata al<br />

pie <strong>de</strong> la ventana, tiempos <strong>de</strong> ensueños e hidalguía que ponían en cada corazón una espina<br />

o en los labios una canción <strong>de</strong> amor.<br />

Pedro Canó Soñé, Francisco Salcié y Hungría Pimentel, solteros en esa época,<br />

acostumbraban todos los sábados en la noche a <strong>de</strong>ambular por las solitarias y oscuras calles,<br />

guitarra al hombro, entonando en<strong>de</strong>chas <strong>de</strong> amor a enamoradas y amigas. Una <strong>de</strong> esas noches<br />

<strong>de</strong> franca camara<strong>de</strong>ría, surgió Panchito <strong>de</strong> la oscuridad como un fantasma y encarándose<br />

con los trasnochadores amigos, les dijo:<br />

—Favor <strong>de</strong> llevarles una canción a fulana (aquí el nombre <strong>de</strong> la enamorada); pero por<br />

Dios, no mencionen mi nombre.<br />

Los amigos –los tres eran muy bromistas– convinieron en complacerlo, pero en su fuero<br />

interno, conociendo el asunto, cada uno pensó en la jugarreta que <strong>de</strong>bía hacerle al enamorado<br />

galán. Ya en la casa indicada, Hungría, que era el Félix Argüelles <strong>de</strong>l grupo, con un pie<br />

en la acera, empieza a rasguear la sonora guitarra. Casi simultáneamente una voz, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el interior, riposta:<br />

—Esa guitarra es una <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración. Aquí hay luto.<br />

Hungría se hizo atrás y volvió a rasguear la guitarra.<br />

Otra vez la misma voz, ya sulfurada, protesta.<br />

Hungría dice:<br />

—Señora, estamos en medio <strong>de</strong> la calle.<br />

Pero la voz insiste en que se suspenda la serenata, usando expresiones acaloradas. Hungría,<br />

dando por terminada la discusión, se enfrenta a Panchito para increparle:<br />

—Si tú no tenías autorización para traer serenatas, no <strong>de</strong>biste invitarnos a pasar esta<br />

vergüenza.<br />

El interpelado muda <strong>de</strong> color, pier<strong>de</strong> el habla y en su atolondramiento, sólo acierta a huir<br />

rumbo al río. Los amigos se mueren <strong>de</strong> risa, felices <strong>de</strong> haberlo puesto en ridículo. Toman piedras<br />

y se las tiran con tan mala suerte para el enamorado joven, que éstas hacen blanco sobre la casa<br />

<strong>de</strong> las Cáceres, mujeres que no aceptaban relajo. Sea que estuvieran levantadas a esas horas, cosa<br />

muy posible, o que el tropel <strong>de</strong>l fugitivo las pusiera en pie, el caso es que le interceptaron el paso<br />

y lo llenaron <strong>de</strong> improperios, cada una blandiendo un resplan<strong>de</strong>ciente machete.<br />

Panchito iba en ascuas. Furioso, mascullaba venganza. Los bromistas, conociendo las<br />

purgas <strong>de</strong>l hombre, corren a sus casas y se acuestan sin encen<strong>de</strong>r luces, <strong>de</strong>jando la puerta<br />

como si los ocupantes estuviesen ausentes. Poco rato <strong>de</strong>spués llega Panchito, armado <strong>de</strong><br />

revólver, en actitud agresiva. Llama, pero al ver la puerta cerrada con candado, dice en alta<br />

voz, como si no estuviera convencido <strong>de</strong> la ausencia <strong>de</strong> los dueños:<br />

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