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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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las <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más hombres, señalando con firme <strong>de</strong>do las injusticias y los abandonos. Culpándolo,<br />

reverenciándolo, amándolo, sentándolo a la mesa cuando vienen <strong>de</strong> lejos los hijos, en<br />

las bodas, en los nacimientos felices, <strong>de</strong>scansando la mano en sus hombros cuando el padre,<br />

los amigos, inician su tránsito hacia el más allá alumbrados por un par <strong>de</strong> velas tristes y<br />

baratas, en las manos <strong>de</strong> cera el Crucifijo, cuando se nos van los amigos, cuando el amor se<br />

apaga para siempre, cuando la <strong>de</strong>cepción, los <strong>de</strong>sengaños, pasan su roja raya <strong>de</strong> tormento<br />

para indicarnos que ahí acaba una relación, una fe en el hombre que no es hermano por la<br />

sangre sino por algo más que la fraternidad humana.<br />

Soporté mi dolor, me hice fuerte ante un <strong>de</strong>sencanto que amenazó, como una enreda<strong>de</strong>ra<br />

rabiosa, amarrar mis manos y cerrar mi boca. Bajé la cabeza, avergonzado, y cuando<br />

buscaba los temas juveniles, mi ardor antiguo, el sacrosanto arrebato <strong>de</strong> los primeros días,<br />

mi otro corazón, no los encontré, las viejas fuerzas estaban gastadas, no servía el resorte<br />

que me movió.<br />

Sufrí, lloré, y Dios y el amor, que son uno, vinieron a consolarme. Cada edad tiene su<br />

tono, su vocabulario, sus i<strong>de</strong>ales, claramente marcadas sus metas, querer volver sobre los<br />

pasos, intentar, testarudos, quedarnos en don<strong>de</strong> estamos es tarea insensata, traicionar, eso<br />

sí que es traicionar, lo biológico, lo psicológico, <strong>de</strong>sertar <strong>de</strong>l tiempo con afeites, pintando <strong>de</strong><br />

negro los cabellos blancos, cerrando los labios para que no asomen los dientes que cuidamos<br />

con la ayuda <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ntista, cubriéndonos la garganta con una roja, enorme, mariposa <strong>de</strong> seda<br />

roja, cuando lo a<strong>de</strong>cuado es una buena bufanda <strong>de</strong> lana que nos guar<strong>de</strong> <strong>de</strong> los repetidos<br />

resfríos, <strong>de</strong>l aire <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer y <strong>de</strong> las madrugadas que se ha empeñado en llevarse, los<br />

pies por <strong>de</strong>lante, a los que se acercan resignados a los cincuenta, a los que no se conforman<br />

con echar cuentas para saber que sonaron las horas plácidas <strong>de</strong> las pantuflas en espera <strong>de</strong><br />

que nuestros hijos nos <strong>de</strong>n nietos, <strong>de</strong> que la esposa nos traiga, la mano temblona, la dulce<br />

infusión <strong>de</strong> hojitas <strong>de</strong> naranja, tan estomacal.<br />

La poesía sorprendida<br />

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Los poetas estábamos divididos en islas, islotes y cayos. No en vano <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> La<br />

Poesía Sorprendida salió con el nombre <strong>de</strong> La isla necesaria, una colección magnífica.<br />

Domingo Moreno Jimenes, Manuel <strong>de</strong>l Cabral y yo, cada uno por su lado, sin otra relación<br />

que la amistad, algunas i<strong>de</strong>as comunes y un mismo criterio en cuanto a los temas, habíamos<br />

logrado llevar a<strong>de</strong>lante una obra. Y ahora me refiero a las dimensiones y a la continuidad;<br />

no a su valor artístico, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. Y el reparo lo pongo por mí mismo.<br />

Y no éramos nosotros solos: pue<strong>de</strong>, y <strong>de</strong>be, pensarse en Guzmán Carretero, en Pedro<br />

María Cruz, cuando menos en parte <strong>de</strong> su obra; y más que en los poetas en los prosistas,<br />

novelistas y cuentistas: Ramón Marrero Aristy, Freddy Prestol Castillo, Néstor Caro, José<br />

Rijo, Sócrates Nolasco.<br />

Los poetas tradicionales tenían puesto fijo, sitio reservado, en el Parnaso.<br />

Con ellos no iba la pelea. Todos reconocíamos lo que valían, o no lo reconocíamos. Una<br />

generación se vuelve <strong>de</strong> espaldas a la anterior y sólo si aquella es combativa y no se resigna<br />

a per<strong>de</strong>r la localidad, la ataca. Generalmente se resigna a ignorarla, sin tener en cuenta todo<br />

lo que casi siempre le <strong>de</strong>be, sin pensar ni un solo momento que esos valores que se empeña<br />

en no reconocer, en olvidar, en disminuir, son sus propios valores, porque no hay poesía sin<br />

tradición y un gran poeta suele ser el resultado, cuando se es realmente gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong> todos los<br />

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