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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Mi oído se acostumbró, pronto, al dulce martilleo <strong>de</strong> los acentos, a las voces raras, a los<br />

giros duros, a la gracia sencilla y a los gran<strong>de</strong>s artificios.<br />

Para librarme <strong>de</strong> esa influencia, precoz y profunda, he tenido que luchar a brazo partido.<br />

Me persigue hasta en la prosa, la hallo, solapada, hasta en los títulos que escojo y que<br />

al cabo <strong>de</strong>secho.<br />

Lo primero que escribí, perdido no sé dón<strong>de</strong> ni cuándo, fueron nada menos que Romances<br />

infantiles que no para niños, que yo tenía el buen cuidado <strong>de</strong> no dar a conocer a nadie.<br />

De ese ejercicio inicial, sombras <strong>de</strong> lecturas <strong>de</strong> mi tía, salté a unos tétricos ensayos que<br />

finalmente me parecieron muy malos, y por mi mano perecieron.<br />

En Candita, título <strong>de</strong> una colección <strong>de</strong> poemas que reuní en una especie <strong>de</strong> libro que yo<br />

mismo escribí a máquina, sudando mucho porque, pésimo mecanografista, aspiré a que<br />

fuera una edición pulcra.<br />

Había publicado cuentos, pequeños relatos, posiblemente nada en verso.<br />

Se lo llevé a Contín Aybar, como quien comete un pecado y lo confiesa. Le <strong>de</strong>jé el pequeño<br />

tomo, empastado en cartón y que a mí entonces me lucía muy elegante.<br />

Y cuál no sería mi sorpresa cuando leí, en una edición dominical <strong>de</strong>l Listín, una bella,<br />

hermosa, maravillosa, –lo que diga es poco tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir la satisfacción que me<br />

produjo leer aquellas líneas llenas <strong>de</strong> generosidad– apreciación espiritual que tituló Candita,<br />

un bello libro iluminado <strong>de</strong> patria.<br />

Tenía en las manos un boleto para la inmortalidad, puerta franca a la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong><br />

todos, el pergamino con el título más digno para entrar, sin miedo, a los altos círculos <strong>de</strong> los<br />

poetas, <strong>de</strong>l Arte. Todo lo que diga es pálido junto a mi alegría, a mi vanidad, a mi orgullo.<br />

Des<strong>de</strong> entonces Contín Aybar ha sido mi guía, mi consejero. Nos ha costado caro porque<br />

en más <strong>de</strong> una ocasión le han echado en cara que yo soy una invención suya, un producto<br />

más <strong>de</strong> su imaginación, un poeta artificial puesto en la senda, y estorbando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego,<br />

que tienen que recorrer todos los que compraron pasajes para el Parnaso.<br />

Él se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> con razones, yo no: lo acepto. Quedé armado caballero por su espaldarazo.<br />

No velé mis armas junto a él, pero en toda mi obra, <strong>de</strong> cerca o <strong>de</strong> lejos, ha tenido que ver, y<br />

toda la responsabilidad <strong>de</strong> lo bueno que pudiera haber hay que anotársela, todo lo malo se<br />

pue<strong>de</strong> poner en mi haber.<br />

Pero, ¿cómo había yo podido saltar <strong>de</strong> los romances moriscos <strong>de</strong> Góngora; <strong>de</strong>l Duque<br />

<strong>de</strong> Rivas, <strong>de</strong>l Romancero <strong>de</strong>l Cid, <strong>de</strong> las traducciones <strong>de</strong> MacFerson, a Candita, porque los<br />

otros dos pasos, Romanceros Infantiles y la poesía tétrica, fueron pasos perdidos, brazadas<br />

en la nada?<br />

Mi padre amaba los versos y me amó en silencio porque yo era poeta. Todas sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s,<br />

<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> hombre serio y <strong>de</strong> poco hablar con nosotros, que éramos sencillamente<br />

unos mocosos, fueron casi para mí, sin que esto signifique que en su corazón no cupieran<br />

amor para mis otros hermanos, y amor hacia mi madre.<br />

Repetía, cuando estaba contento y cuando suponía que nadie le oía, poemas <strong>de</strong> Valentín<br />

Giró: la encantadora fugitiva atravesaba grácil su mente; o <strong>de</strong> Ramón Emilio Jiménez, ganado<br />

por la belleza sencilla y la factura limpia. Montañas cubiertas <strong>de</strong> arrebol se levantaban en<br />

sus mejores horas, las mismas que se elevaban en los cantos <strong>de</strong> los escolares, y él fue siempre<br />

maestro y hombre <strong>de</strong> sensibilidad.<br />

A mí me perdieron, para el verso tradicional, para po<strong>de</strong>r seguir la línea familiar <strong>de</strong><br />

poetas que se inicia no sé cuándo y que alcanza su más alto puesto con Fabio Fiallo Cabral,<br />

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