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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Todo hombre <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> su verda<strong>de</strong>ro ser. Nadie se quiere <strong>de</strong>jar sorpren<strong>de</strong>r en <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s,<br />

ni mostrar los nervios sensibles a flor <strong>de</strong> piel, y el que no sigue la regla está perdido.<br />

Noble, altruista, franco, con franqueza que a veces hería; leal, honrado, se vio obligado, por<br />

imperativos <strong>de</strong> su propio carácter a escon<strong>de</strong>r la bella zona vulnerable que se abría en su corazón.<br />

Los que no le conocían al principio le temían, pero todos, unos antes y otros <strong>de</strong>spués,<br />

se daban cuenta <strong>de</strong> que <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> aquella muralla <strong>de</strong> palabras fuertes florecían virtu<strong>de</strong>s que<br />

por su número no era muy fácil reunir.<br />

Para mí fue consejero, amigo, estímulo. En una época yo sólo tenía un traje, un traje<br />

negro <strong>de</strong>l que quizás se hable en otra parte <strong>de</strong> este libro. Una noche pasábamos frente a la<br />

vitrina <strong>de</strong> una sastrería conocida. Imperturbable un maniquí mostraba, un bello, bellísimo<br />

traje <strong>de</strong> casimir gris claro.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo. Lo miró con ojo experto y se volvió hacia mí.<br />

—¿Como cuánto costará?<br />

—No sé. Treinta pesos quizás.<br />

A fuerza <strong>de</strong> no comprar ropa yo no tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que podía valer un traje <strong>de</strong> esa<br />

calidad.<br />

Se apoyó en el bastón, levantó la cabeza para mirarme por con los cristales inferiores<br />

<strong>de</strong> los lentes bifocales.<br />

—Hace unos días las cosas nos están saliendo mal, a ti y a mí. He pensado que a lo mejor<br />

ese “panó prieto” que tienes nos azara…<br />

Hizo una parada, tomó aire, posiblemente porque quería hacerme la oferta sin herirme.<br />

Por fin, venciéndose, continuó:<br />

—Ven mañana y dile que te lo <strong>de</strong>n y que me lo pongan en mi cuenta… Si es más <strong>de</strong><br />

treinta pesos no, porque entonces yo sería… un tonto.<br />

Des<strong>de</strong> luego su vocabulario era más fuerte. Esas dos últimas palabras eran la cortina <strong>de</strong><br />

humo que he hablado, la muralla china con que ro<strong>de</strong>aba su sensibilidad, el escudo, el huerto<br />

sellado en que escondía las virtu<strong>de</strong>s.<br />

Por supuesto al otro día, temprano, fui a la sastrería. El traje costaba cuarenta pesos. Yo<br />

puse los diez que faltaban con expreso encargo <strong>de</strong> que no lo supiera. No lo supo jamás. Le<br />

acortaron las mangas y pu<strong>de</strong>, a los dos o tres días, no contribuir con mi atuendo a que nos<br />

fueran mal las cosas.<br />

Viajábamos juntos. Fuimos a San Pedro <strong>de</strong> Macorís, a Santiago, a Baní, a Ocoa, a Matanzas.<br />

Fui reuniendo sin <strong>de</strong>círselo los poemas que escribía en esa época, generalmente inspirados<br />

en personas, paisajes, situaciones, que habíamos visto los dos.<br />

Los edité y a él están <strong>de</strong>dicados: De vida temporal.<br />

En Santiago nos hospedamos en el Hotel Merce<strong>de</strong>s, en la misma habitación. Al día<br />

siguiente me echó porque, <strong>de</strong>cía, yo crujía los dientes mientras dormía. Yo le dije que me<br />

alegraba muchísimo porque en realidad con sus ronquidos no había podido pegar los ojos,<br />

y era cierto.<br />

Pero aquellos viajes no eran más que un pretexto para seguir el diálogo, para no<br />

interrumpirlo. Caía sobre mí con nuevos datos históricos, me reseñaba, diremos así, lecturas,<br />

me <strong>de</strong>scribía sus preocupaciones o reflexiones.<br />

Se fue a Puerto Príncipe como Embajador y me invitó a pasar una breve temporada a<br />

su lado, y <strong>de</strong> nuevo las discusiones, los libros fundamentales que había encontrado en la<br />

Biblioteca <strong>de</strong> los Hermanos Cristianos, la importancia <strong>de</strong> Boyer.<br />

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