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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Se ponía como el diablo y reía. Al poco rato cobraba bríos y se rompía el pecho a puñetazos<br />

patrióticos, porque “no teníamos <strong>de</strong>recho a per<strong>de</strong>r un noble material”.<br />

Rafael Damirón Díaz y yo llevábamos la voz cantante <strong>de</strong> la oposición al romance, y para<br />

<strong>de</strong>mostrar que también teníamos armas como las suyas compusimos romances con el léxico<br />

poético <strong>de</strong> García Lorca para <strong>de</strong>scribir, cómicamente, los santos héroes <strong>de</strong> dicha persona.<br />

En contra estaba el propio Enrique Henríquez que en aquellas reuniones que poco a<br />

poco se fueron organizando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Rafael Américo Henríquez, su hijo, gran poeta y<br />

quien al andar <strong>de</strong> los años me bautizó un hijo, era algo así como un patriarca.<br />

Agobiado por los años, muy mal <strong>de</strong> la vista, pero lleno <strong>de</strong> juvenil espíritu, era la voz<br />

más sonora y más autorizada <strong>de</strong>l grupo.<br />

Por encima <strong>de</strong> su refinado gusto, <strong>de</strong> su obra, <strong>de</strong> su empeño en ayudarnos, estaba su generosidad,<br />

su bolsillo abierto a nuestras necesida<strong>de</strong>s, el consejero seguro y experimentado.<br />

Por respeto a veces bajábamos el tono, pero seguíamos, Damirón y yo, dale que dale al<br />

romance.<br />

Don Enrique, que componía en la cabeza, es <strong>de</strong>cir, que cuanto improvisaba lo fijaba con<br />

la memoria y allí lo modificaba, cuando era necesario, escribió dos magníficos: el <strong>de</strong> Perico<br />

Pepín y precisamente el que <strong>de</strong>dicó a la muerte <strong>de</strong> García Lorca. Dos romances <strong>de</strong> lo mejor<br />

<strong>de</strong> nuestra poesía.<br />

Don Sócrates Nolasco compuso algunos muy buenos, el <strong>de</strong> Antonio Blas, que he oído<br />

recitar no hace mucho y que encuentro mejorado por el tiempo que ahora lo envuelve <strong>de</strong><br />

dulce añoranza.<br />

Aquello, al fin y al cabo, no hizo escuela, por culpa, en gran parte, nuestra.<br />

Cuando vuelvo los ojos atrás no sé si arrepentirme. A lo hecho pecho, dicen los bárbaros.<br />

Quizás hubiera sido mejor <strong>de</strong>jarlos hacer y tendríamos hoy más tela <strong>de</strong> don<strong>de</strong> cortar. Como<br />

experiencia literaria no me pasa inadvertido que hubiera podido ser muy útil.<br />

Pero, esto hay que pensarlo, si el romance, y en cierto modo el retorno a la estrofa,<br />

hubiera prendido, nada hubiéramos tenido que hacer cuanto, con Moreno Jimenes, nos<br />

habíamos pasado a la acera <strong>de</strong> enfrente con los versos libres, plurimétricos es nombre <strong>de</strong><br />

más categoría y precisión.<br />

Al par que combatíamos el romance escribíamos, principalmente Franklin Mieses y yo,<br />

para quedarnos sólo con los poetas jóvenes.<br />

Mi primo Fabio Fiallo, que caía alguna vez en La Cueva, nos ofrecía sus últimas producciones.<br />

Se le oía con respeto, pero las alas que le elevaron tan alto estaban un poco cansadas.<br />

A pesar <strong>de</strong> todo se sentía presente y patente el gran poeta.<br />

Rafael Américo, Puchungo, como le <strong>de</strong>cíamos, le buscaba las cosquillas, poniéndole<br />

reparos a algún acento, en el número <strong>de</strong> algún verso. Fiallo sonreía con sus limpios ojos<br />

brillantes tras los cristales <strong>de</strong> los espejuelos, y cuando Puchungo no estaba por <strong>de</strong>lante con su<br />

hermosa voz <strong>de</strong>cía: “Hay que tener cuidado con él, es un Fouché <strong>de</strong> zaguán”, y se refería a<br />

las trastadas y burlas que había organizado, una muy sonada, que <strong>de</strong>rrocó a Moreno Jimenes<br />

entonces Pontífice <strong>de</strong>l Postumismo. La revolución la organizó Puchungo en parte y llevó<br />

a la Colina Sacra, allá en Villa Francisca, a Zorrilla, un poeta fabricante <strong>de</strong> mosaicos, muy<br />

cansado <strong>de</strong> cuerpo, que manejaba muy mal las pantuflas, y que <strong>de</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong> acertaba<br />

con un verso.<br />

Lo conocí en un patio, un caminito entre dos pilas <strong>de</strong> arena, con un fondo <strong>de</strong> cajitas, más<br />

bien jaulitas, llenas <strong>de</strong> mosaicos acomodados en una paja blanquecina.<br />

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