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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Teníamos enfrente el material: nuestra propia gente. Pero había que elevarla <strong>de</strong> condición,<br />

limpiarla, higienizar sus casas, alimentar mejor sus espíritus.<br />

Debía acabarse con el predominio <strong>de</strong> los mejor retribuidos sobre las muchachitas que<br />

sin llegar a mujer tienen que ofrecerse para garantizarse un pan triste, visitas <strong>de</strong> semana en<br />

semana, un poco <strong>de</strong> amor que no sabe a amor. Para ellas sólo el paisaje duro <strong>de</strong> la sabana<br />

bajo el sol impiadoso <strong>de</strong>l mediodía, el suave aroma <strong>de</strong> las madrugadas cuando se va por<br />

agua al río o al pozo que se levanta llorando en la voz <strong>de</strong> los carrillos mohosos en una orilla<br />

<strong>de</strong>l pueblo. Quizás las pequeñas florecillas silvestres, azules y moradas, que nacen <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> las lluvias, o los abrojos amarillos, pegados <strong>de</strong>l suelo, inclinándose cuando una abeja<br />

extraía <strong>de</strong> ellas sus más finos azúcares.<br />

Las noches vacías. La otra media cama sin calor, abandonada. El viento forcejeando allá<br />

arriba en los árboles o arrastrando sus alas ligeras por los caminitos pequeños, arremolinando<br />

hojas secas, trozos <strong>de</strong> viejos papeles amarillos.<br />

Era menester mucha agua, mucho medicamento, escuelas, vacas, caballos, semillas.<br />

Teníamos que hacer florecer al <strong>de</strong>sierto. Necesitábamos ver<strong>de</strong> tierno <strong>de</strong> hojas nuevas<br />

allí en don<strong>de</strong> reina lo ocre y las espinas.<br />

Los que no conocieron ese <strong>de</strong>sengaño, los que no se tropezaron con una duda tan gran<strong>de</strong>,<br />

tan profunda, tan vital; los que no tuvieron por <strong>de</strong>lante esa sensación tremenda que se<br />

siente junto al abismo, no podrán saber jamás cuál es la razón profunda para que un grupo<br />

<strong>de</strong> hombres, que no era sólo nuestro grupo, se echara en brazos, pero ya en serio, <strong>de</strong> Trujillo,<br />

atraídos por un programa que tenía mucho <strong>de</strong> común con nuestras únicas ilusiones, con<br />

el único i<strong>de</strong>al que habíamos podido salvar <strong>de</strong> un naufragio que se había producido ante<br />

nuestros propios ojos.<br />

Pero su programa necesitaba, para realizarse en la amplitud que él lo <strong>de</strong>scribía, que<br />

no quedara un pedazo <strong>de</strong> nuestra tierra que no fuera objeto <strong>de</strong> preocupación, que nadie se<br />

sintiera huérfano <strong>de</strong> la acción directa <strong>de</strong>l Estado. Debíamos ir señalando los huecos, quitar<br />

<strong>de</strong> en medio cuanto nos legó el pasado y que no era más que un tropeza<strong>de</strong>ro, <strong>de</strong>struir los<br />

que juzgábamos ídolos falsos, tradiciones negativas, y nos dimos a criticar, ásperamente, las<br />

guerras civiles, que encima <strong>de</strong> sus pilas <strong>de</strong> muertos, <strong>de</strong> sus cadalsos, no lograron <strong>de</strong>jarnos<br />

por herencia un espíritu público, una opinión pública sana, una conciencia social. Mientras<br />

otros pueblos americanos habían sacado <strong>de</strong> la Colonia, <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong> provincias <strong>de</strong> España,<br />

<strong>de</strong> la Autonomía, como el caso <strong>de</strong> Cuba, cierta conciencia política y hasta un adiestramiento<br />

parlamentario, <strong>de</strong> ejercicio y <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos, nuestros Caudillos, más o menos inelegantemente,<br />

sólo habían peleado. Lo importante para ellos eran las condiciones animales<br />

<strong>de</strong>l hombre: su capacidad <strong>de</strong> aguantar hambre, sol y sereno; su sobriedad, y por otro lado:<br />

la <strong>de</strong>streza en manejar las armas, que fuera capaz <strong>de</strong> hacer matar, <strong>de</strong> vivir en el monte, <strong>de</strong><br />

mantener, por la sola autoridad <strong>de</strong>l valor, la disciplina <strong>de</strong> hombres, soldados, pobres soldados,<br />

enrolados en celadas, atrapados en medio <strong>de</strong> los campos que sembraban, al lado <strong>de</strong> las<br />

pobres bestias que llevaban al río.<br />

Ni los mejores se salvaban. Si entre esos hombres, ennegrecidos por la pólvora, galantes<br />

en los pobres bailes en don<strong>de</strong> el olor <strong>de</strong> sudor es <strong>de</strong>nso y ofen<strong>de</strong> el olfato no habituado, se<br />

encontraba alguno con cultura, si habían sido bien educados en Francia, en Inglaterra, en<br />

Alemania, peor para ellos, porque consi<strong>de</strong>rábamos que una conciencia <strong>de</strong>sarrollada, vamos<br />

a <strong>de</strong>cir, no tenía <strong>de</strong>recho a entrar, a punta <strong>de</strong> revólver, tras el filo <strong>de</strong> machete, en unas luchas<br />

<strong>de</strong> facciones sin ban<strong>de</strong>ras, que no <strong>de</strong>fendían nada digno, que eran, juzgadas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el ángulo<br />

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