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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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Baní<br />

Al Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina<br />

que al convertir en realida<strong>de</strong>s lo que ayer fueron<br />

nada más que esperanzas ambiciosas <strong>de</strong> una generación que nació a la fe con él,<br />

trocó la <strong>de</strong>sgana en optimismo, la inseguridad en paz,<br />

los sueños en bien, belleza y abundancia.<br />

Conocí Baní como a un libro que no se ha leído a pesar <strong>de</strong> tenerse siempre a la mano.<br />

Había visto unas cuantas fachadas: largas tablas <strong>de</strong> palmera mal pintadas <strong>de</strong> almagre: Unas<br />

amarillas, <strong>de</strong> un amarillo tristón. Las blancas, las casi blancas porque su albura estaba sucia,<br />

eran las más humil<strong>de</strong>s. Sus dueños no tenían para el almagre que venía por la mar, <strong>de</strong> muy<br />

lejos, en unos barriles <strong>de</strong> duelas dulcemente acepilladas. Allá, en don<strong>de</strong> comienza el cerro<br />

gran<strong>de</strong> que está por el oeste hay unas cuevas que muestras sus aburridas bocas en contenido<br />

bostezo. Ahí está el caliche que es la pintura <strong>de</strong> los pobres.<br />

Para mí era como un libro viejo que no había podido leer. No pasé <strong>de</strong> la portada y <strong>de</strong><br />

algunas ilustraciones. Tenía la sensación <strong>de</strong> que todo aquello era viejo y frágil. El mundo, lo<br />

que <strong>de</strong>l mundo se entrega, podía compendiarse en la casa <strong>de</strong> mi abuela, y en las casas, sólo<br />

recuerdo tres, en que vivimos, y las <strong>de</strong> mis tíos: sus patios, los portillos <strong>de</strong> las empalizadas,<br />

los frutales apedreados, los techos crujientes, los perros viejos, los pozos.<br />

Baní era para mí una sucesión <strong>de</strong> fachadas, empalizadas que las lluvias cubrían <strong>de</strong> coralillo<br />

<strong>de</strong> todos los colores, el tonto <strong>de</strong>l pueblo, el parque los domingos con su musiquilla<br />

torpe, los festejos <strong>de</strong> la iglesia con sus altares llenos <strong>de</strong> velas encendidas, las carreras <strong>de</strong> los<br />

jinetes borrachos, el camino <strong>de</strong> la escuela y la escuela.<br />

Vine a <strong>de</strong>scubrir lo que es Baní, lo que <strong>de</strong>spués fue para mí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las estribaciones <strong>de</strong>l<br />

Cucurucho <strong>de</strong> Peravia. Ese fue un <strong>de</strong>scubrimiento físico y <strong>de</strong>salentador. Un pueblo achatado.<br />

Techos <strong>de</strong> cana y árboles ver<strong>de</strong>s, las callecitas rectas perdiéndose entre matorrales que<br />

parecían querer tragárselo todo.<br />

El otro <strong>de</strong>scubrimiento lo fui haciendo poco a poco, <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> mi tía Ramona y <strong>de</strong> mi<br />

abuela. Baní no existía para ellas. Flotaban en una gran nube. Se alimentaban <strong>de</strong>l pasado.<br />

Sólo así se explicaba que los pocos centavos que llegaban a sus manos fueran suficientes<br />

para satisfacer sus necesida<strong>de</strong>s: media botella <strong>de</strong> leche, carne alguna vez a la semana, los<br />

plátanos ver<strong>de</strong>s, el arroz campesino, las zapotes que adoraba mi abuela, la harina <strong>de</strong> maíz<br />

–medio jarrito– con que mi tía hacía <strong>de</strong>sayuno y cena.<br />

Conocí la vida <strong>de</strong> Baní cuando me di cuenta <strong>de</strong> que todo lo que me ro<strong>de</strong>aba era<br />

inexistente. Pero lo que no existe necesita apuntalarse en lo que existe: un retrato, una<br />

vieja corbata que fue negra, papeles que el tiempo se encargó <strong>de</strong> abarquillar y amarillecer.<br />

Y sobre todo, lo que no existe para vivir necesita <strong>de</strong> nosotros los que respiramos,<br />

los que comemos, los que soñamos, los que como mi tía y como mi abuela al levantarse,<br />

con sus oraciones, paso entre paso, entraban al pasado para no salir <strong>de</strong> él sino a la hora<br />

<strong>de</strong>l Angelus, en el momento en que el Señor anunció a María que sería Madre. Cuando<br />

el rosario volvía a sus viejos bolsillos el pasado salía <strong>de</strong> su rincón y retornaba a presidir<br />

aquella existencia que sólo <strong>de</strong>jaba su lugar a Dios, a su Santa Madre y a los Santos <strong>de</strong><br />

su predilección.<br />

El amor más fuerte es el que nace <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte, como una sólida flor <strong>de</strong> tumba.<br />

Con la última paletada <strong>de</strong> tierra se <strong>de</strong>shacen, para siempre, todas las quejas, se perdonan<br />

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