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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS<br />

muy jóvenes en ese tiempo. Las caricaturas las hacían José <strong>de</strong>l Carmen Pérez y Ramón Fra<strong>de</strong>,<br />

este último puertorriqueño. Hacer una caricatura costaba Dios y ayuda. Había que mandar<br />

al campo en busca <strong>de</strong> unas ma<strong>de</strong>ras especiales, y ellos se proveían <strong>de</strong> cuchillas muy afiladas,<br />

con las cuales se <strong>de</strong>sempeñaban. El Lápiz <strong>de</strong>dicó una <strong>de</strong> sus páginas a galería <strong>de</strong> tipos<br />

populares. Uno <strong>de</strong> los primeros que merecieron ese honor fue el sereno. Se le presentaba<br />

en actitud <strong>de</strong> cantar. Debajo había este cuarteto que se atribuía a un rato <strong>de</strong> humor festivo<br />

<strong>de</strong> José Joaquín Pérez:<br />

“Viva el cuerpo Serafina,<br />

Que no da tregua al ladrón,<br />

y que erige en cada esquina,<br />

Monumentos al bombón”.<br />

Los serenos llegaron <strong>de</strong>spués a ser una pesadilla, porque las esquinas en don<strong>de</strong> estaban<br />

<strong>de</strong> servicio eran, o <strong>de</strong>bían ser consi<strong>de</strong>radas, como fortalezas inaccesibles. Especialmente durante<br />

el gobierno <strong>de</strong> Hereaux nuestros serenos vinieron a constituir algo así como la Mazorca<br />

<strong>de</strong> que habla la historia <strong>de</strong> la Nación Argentina <strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Rosas. Ya no era una sola<br />

esquina la que les correspondía, sino que iban mudándose <strong>de</strong> una en otra, y nadie podía,<br />

en ausencia <strong>de</strong>l sereno, pararse en cualquier esquina, so peligro <strong>de</strong> pasar a mejor vida. La<br />

autoridad que llegaron a representar fue tal, que el nombre <strong>de</strong> sereno, la sola <strong>de</strong>nominación<br />

<strong>de</strong> sereno, inspiraba temor a los que intentaban cometer algún <strong>de</strong>safuero. En una ocasión,<br />

un sereno conducía dos presos. Al llegar a la esquina <strong>de</strong>l Vivac, (ésta que tenemos cerca<br />

<strong>de</strong> aquí, ahora <strong>de</strong>l Palacio <strong>de</strong>l Distrito, y que se llamaba Vivac porque era ahí en don<strong>de</strong> las<br />

patrullas militares recibían el santo y seña cada noche). Pues bien, en llegando a la esquina<br />

<strong>de</strong>l Vivac, el sereno que conducía a los dos presos, vio que uno <strong>de</strong> ellos se le fugaba. Corrió<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él; pero entonces se fugó el otro. Se quedó sin ninguno. Cuando fueron adon<strong>de</strong> el<br />

general Hereaux esos informes al día siguiente, llamó al comandante <strong>de</strong>l cuerpo, y le dijo<br />

que, en lo sucesivo, cuando un sereno llevara más <strong>de</strong> un preso y uno se fugara, matara al o<br />

los que le quedaran al lado y siguiera persiguiendo al que huía.<br />

Don Manuel <strong>de</strong> Jesús García era presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Ayuntamiento. Vivía en frente <strong>de</strong>l Parque<br />

Colón. Él ponía mucho cuidado en todo lo que tenía a su cargo. El Parque Colón empezaba<br />

entonces a formarse. Antes <strong>de</strong> eso había sido únicamente la “Placeta <strong>de</strong> la Catedral”. Era<br />

el nombre con que se conocía popularmente, aunque su nombre oficial era el <strong>de</strong> “Plaza <strong>de</strong><br />

Armas”. Se empezó a sembrar flores, allí a formar jardincillos, más o menos hacia el año<br />

92 <strong>de</strong>l siglo pasado. Don Manuel <strong>de</strong> Jesús García ponía mucho esmero en que el parque<br />

estuviera lleno <strong>de</strong> flores. Había, sin embargo, personas que se acercaban a las reatas y se<br />

llevaban las flores y aún tronchaban las plantas para llevar a su casa espigas. Don Manuel,<br />

viendo que la Policía Municipal, a la cual nadie respetaba, no podía poner remedio al mal,<br />

recurrió al presi<strong>de</strong>nte Hereaux. Este le dijo: “Bueno, Ud. sabe cómo arreglo yo mis cosas.<br />

De hoy en a<strong>de</strong>lante no habrá quien le coja a Ud. las flores <strong>de</strong>l parque”. Llamó al comandante<br />

Zacarías, y le habló: “Comandante, <strong>de</strong>les or<strong>de</strong>n a los serenos <strong>de</strong> que a todo al que<br />

se vea cogiendo una flor en el parque, le hagan un disparo”. Cuando don Manuel <strong>de</strong> Jesús<br />

García lo supo, él, que era incapaz <strong>de</strong> matar una gallina, le dijo: “No, no, no; presi<strong>de</strong>nte;<br />

que se lleven todas las flores; pero yo prefiero eso a una or<strong>de</strong>n como la que Ud. dio”. El<br />

presi<strong>de</strong>nte le observó: “No, la or<strong>de</strong>n está dada”. Y efectivamente: hubo un pobre joven que<br />

fue a hurtar una caña <strong>de</strong> azucena, y, apenas la había tocado, sintió el silbido <strong>de</strong> una bala<br />

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