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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES décimas no eran solamente las que se habían colocado debajo de las puertas, sino que se fueron escribiendo otras en que la primera décima era glosada, y en las esquinas, desde ese momento, el tema del día fue la lectura de las décimas que el fracaso del pobre don Juan había hecho producir. Las esquinas entonces tenían gran importancia. Todavía hoy la tienen. Es la fuerza de la tradición. A cada paso vemos cómo se forman los grupos en las esquinas, especialmente por parte de la gente joven; ¿qué sería entonces cuando no existían parques, ni cafés, ni círculos sociales ni lugares de reunión? Además, las esquinas eran puntos de orientación. Hoy, felizmente, cuando queremos informar en dónde vive una persona, decimos: “en el número tanto de la calle tal”. Entonces no. “¿Dónde vive fulano?” “Dos casas más allá de la esquina del Tapao”. “¿Dónde vive zutano?”. “Cerquita de la esquina de los Burros”, y así, siempre que había de tomarse una información respecto de algo. Las esquinas eran también el lugar en donde se leían los “bandos de buen gobierno”. Estas eran normas que los capitanes generales o el muy ilustre Ciudad, Cabildo y Regimiento dictaban para la conducta de los habitantes. Precisamente, con referencia a las esquinas, mi amigo Emilio Rodríguez Demorizi me ha dado copia de un bando del mariscal de campo don Carlos Urrutia y Matos, a quien el pueblo llamaba “Don Carlos Conuco”, de principios de siglo pasado, y en el cual hay una disposición relativa a las esquinas, que dice: “Después de las oraciones nadie podrá pararse embozado en las esquinas, plazas o contornos de la casa de ningún vecino, so la pena de ser aprehendido por sospecha”. Las esquinas eran muy peligrosas. Nos contaba el padre Meriño a algunos de sus discípulos, que cuando en la cara de un joven empezaba a aparecer la barba, su padre le obsequiaba con una navaja, “a fin de que supiera que ni del barbero debía dejarse poner la mano en la cara”, lo proveía de una capa y de una espada para defenderse cuando hubiera lugar a ello, y le daba este consejo: “Al llegar a una esquina tírate al medio de la calle, porque probablemente detrás de ella está tu enemigo”. Voy a referirme ahora a los nombres que las esquinas tenían. Las más antiguas: la esquina de los Burros, que se formaba al suroeste por el cruce de la calle del Caño, hoy Isabel la Católica, y la del Truco, hoy de Las Mercedes; la de La Leche, que era la que formaban la calle del Caño y la del Guarda Mayor, después Esperanza, hoy General Luperón; la esquina del Campanario, en donde remataban las almenas de la Catedral; la esquina del Callejón (la esquina del Callejón es la que se forma a la entrada de la Plazoleta de los Curas, viniendo de la calle Padre Billini, entonces Universidad); la esquina del Navarijo, que se formaba por el cruce de la calle de El Conde y la que entonces se llamaba del Tapao. Esta esquina se llamaba del Navarijo porque en la casa que la formaba vivía el dueño de la única balanza con que contaba la ciudad de Santo Domingo. Se llamaba José Navar hijo. Como el aditamento de “don” no se les aplicaba sino a los nobles y a los miembros del alto clero, José Navar hijo, quien no tenía de la una ni de la otra cosa, era simplemente José Navar hijo, o el Navar hijo. La esquina donde él vivía se llamó, por eso, “la esquina del Navarijo”, en razón de que, cuantos buscaban una balanza acudían allí y al preguntárseles adónde iban, contestaban: “a la esquina del Navarijo”. Navarijo empezó a designarse a toda la extensión de la ciudad que iba de la calle del Tapao hacia el Oeste. Esto sucedía a mediados del siglo dieciocho. La capital terminaba en la calle que hoy se llama de Sánchez. Se llamó Calle Nueva hasta cerca de la época de la reincorporación a España en el año 61, porque era la última que se había formado. 420
M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS Continuemos. La esquina del Hospital (es ahí donde se encuentra en estos días el Hotel Francés); la esquina del Correo, que no es precisamente la que llamamos del Correo ahora, sino la que empieza casi a la subida de la cuesta 19 de Marzo. (Actualmente en la esquina del Correo se levanta el Templo Evangélico); la esquina del Guarda Mayor, que forman ahora hacia el sureste las calles General Luperón y Hostos; la esquina del Tapao, que se formaba por la calle de la Universidad y la del Tapao. (Este era un señor misterioso para los habitantes de la capital. Con frecuencia aparecía en el balcón la cabeza de alguien con la cara cubierta. Decían unos que era un príncipe escapado de España a quien sus amigos querían elevar a rey. Otros, que era un noble que se había comprometido mucho en la Península y había venido aquí para librarse de la justicia española. Otros, los más prácticos, que era un leproso que ocultaba así sus máculas. Finalmente se dijo era don Antonio Benavides, noble español muy interesado, tal vez por qué, en que no se supiera de su residencia aquí); la de la Misericordia; (la esquina de la Misericordia la formaban la que es hoy calle Espaillat y la que fue hasta hace un tiempo calle de la Misericordia también. Se llamó así porque cuando el terremoto de 1842 fue en ese lugar en donde se erigió la ermita a la cual los habitantes de la ciudad iban a pedir misericordia a Dios conducidos por el señor de Portes e Infante, gobernador eclesiástico). Esas fueron las antiguas. Después, las más recientes, pero que para la juventud de esta época pertenecen a una edad remota, fueron una que tenemos cerca: la esquina de “Maíz Pelao” (Maíz Pelao era un señor muy hacendoso, muy bueno, quien, venido de España, estableció una pulpería allí. Le decían Maíz Pelao porque tenía pocas pestañas, y con ese motivo los ojos estaban frecuentemente enrojecidos. Alguien, alguna de esas personas de mucha imaginación, vio cierta semejanza entre sus ojos y el maíz cuando lo pelan); la esquina del Elefante; (ésta era la formada por la calle El Conde y la de Espaillat; se llamaba del Elefante, porque allí había un establecimiento conocido con el nombre de “El Elefante”. Ese establecimiento fue destruido por un incendio criminal el 23 de septiembre de 1884. A partir de esa época, ya no fue El Elefante; la esquina se siguió llamando así, pero el dueño de la casa, don Francisco Saviñón, pocos días después empezó a reedificarla, y cuando estuvo terminada se organizó otro establecimiento al cual se nombró “El Elefante con Cría”. (Don Ramón Saviñón Lluberes, aquí presente, se ríe porque don Francisco era su abuelo); la esquina de Samuel Curiel; (todavía hay viejos que la llaman así. Es la esquina donde se halla hoy la Ferretería Read); la esquina del Italiano; (era la esquina que se forma en el cruce de las calles Arzobispo Nouel, antes del Arquillo, y Arzobispo Meriño, antes de los Plateros. Se llamó así porque allí puso un establecimiento que llegó a ser la mejor pulpería de la capital un súbdito italiano, don Antonio Masturzi); la esquina de Moya; (era la formada en esa misma calle del Arquillo y la calle Hostos, antes del Estudio, al sudeste. Don Casimiro Nemesio de Moya fue un hombre que llenó con su nombre toda la República durante cierto período. Él vivía allí. La casa era de él); la esquina del Pescado; (ésta era la formada por el cruce de la Atarazana, hoy Presidente González, y San Francisco, ahora Emiliano Tejera. Se llamaba del Pescado, porque cerca de ella estaban las mesas de pescado, el mejor negocio que se realizaba en materia de comestibles en aquella época. Don Andrés Vicini, hermano de don Juan Bautista Vicini, a quien la gente para distinguirlo del segundo le decía: “Vicini el pobre”, puso allí una tienda y colocó en la esquina un pescado. Hasta ahora está allí) la esquina del Polo Norte; (todavía existe un establecimiento allí con ese nombre, pero el origen de éste es que fue en aquel lugar en donde por primera vez se vendió en la capital 421
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Continuemos. La esquina <strong>de</strong>l Hospital (es ahí don<strong>de</strong> se encuentra en estos días el Hotel<br />
Francés); la esquina <strong>de</strong>l Correo, que no es precisamente la que llamamos <strong>de</strong>l Correo ahora,<br />
sino la que empieza casi a la subida <strong>de</strong> la cuesta 19 <strong>de</strong> Marzo. (Actualmente en la esquina<br />
<strong>de</strong>l Correo se levanta el Templo Evangélico); la esquina <strong>de</strong>l Guarda Mayor, que forman<br />
ahora hacia el sureste las calles General Luperón y Hostos; la esquina <strong>de</strong>l Tapao, que se<br />
formaba por la calle <strong>de</strong> la Universidad y la <strong>de</strong>l Tapao. (Este era un señor misterioso para los<br />
habitantes <strong>de</strong> la capital. Con frecuencia aparecía en el balcón la cabeza <strong>de</strong> alguien con la cara<br />
cubierta. Decían unos que era un príncipe escapado <strong>de</strong> España a quien sus amigos querían<br />
elevar a rey. Otros, que era un noble que se había comprometido mucho en la Península y<br />
había venido aquí para librarse <strong>de</strong> la justicia española. Otros, los más prácticos, que era un<br />
leproso que ocultaba así sus máculas. Finalmente se dijo era don Antonio Benavi<strong>de</strong>s, noble<br />
español muy interesado, tal vez por qué, en que no se supiera <strong>de</strong> su resi<strong>de</strong>ncia aquí); la <strong>de</strong><br />
la Misericordia; (la esquina <strong>de</strong> la Misericordia la formaban la que es hoy calle Espaillat y la<br />
que fue hasta hace un tiempo calle <strong>de</strong> la Misericordia también. Se llamó así porque cuando<br />
el terremoto <strong>de</strong> 1842 fue en ese lugar en don<strong>de</strong> se erigió la ermita a la cual los habitantes<br />
<strong>de</strong> la ciudad iban a pedir misericordia a Dios conducidos por el señor <strong>de</strong> Portes e Infante,<br />
gobernador eclesiástico).<br />
Esas fueron las antiguas. Después, las más recientes, pero que para la juventud <strong>de</strong> esta<br />
época pertenecen a una edad remota, fueron una que tenemos cerca: la esquina <strong>de</strong> “Maíz<br />
Pelao” (Maíz Pelao era un señor muy hacendoso, muy bueno, quien, venido <strong>de</strong> España,<br />
estableció una pulpería allí. Le <strong>de</strong>cían Maíz Pelao porque tenía pocas pestañas, y con ese<br />
motivo los ojos estaban frecuentemente enrojecidos. Alguien, alguna <strong>de</strong> esas personas <strong>de</strong><br />
mucha imaginación, vio cierta semejanza entre sus ojos y el maíz cuando lo pelan); la esquina<br />
<strong>de</strong>l Elefante; (ésta era la formada por la calle El Con<strong>de</strong> y la <strong>de</strong> Espaillat; se llamaba<br />
<strong>de</strong>l Elefante, porque allí había un establecimiento conocido con el nombre <strong>de</strong> “El Elefante”.<br />
Ese establecimiento fue <strong>de</strong>struido por un incendio criminal el 23 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1884. A<br />
partir <strong>de</strong> esa época, ya no fue El Elefante; la esquina se siguió llamando así, pero el dueño<br />
<strong>de</strong> la casa, don Francisco Saviñón, pocos días <strong>de</strong>spués empezó a reedificarla, y cuando estuvo<br />
terminada se organizó otro establecimiento al cual se nombró “El Elefante con Cría”.<br />
(Don Ramón Saviñón Lluberes, aquí presente, se ríe porque don Francisco era su abuelo);<br />
la esquina <strong>de</strong> Samuel Curiel; (todavía hay viejos que la llaman así. Es la esquina don<strong>de</strong> se<br />
halla hoy la Ferretería Read); la esquina <strong>de</strong>l Italiano; (era la esquina que se forma en el cruce<br />
<strong>de</strong> las calles Arzobispo Nouel, antes <strong>de</strong>l Arquillo, y Arzobispo Meriño, antes <strong>de</strong> los Plateros.<br />
Se llamó así porque allí puso un establecimiento que llegó a ser la mejor pulpería <strong>de</strong> la<br />
capital un súbdito italiano, don Antonio Masturzi); la esquina <strong>de</strong> Moya; (era la formada en<br />
esa misma calle <strong>de</strong>l Arquillo y la calle Hostos, antes <strong>de</strong>l Estudio, al su<strong>de</strong>ste. Don Casimiro<br />
Nemesio <strong>de</strong> Moya fue un hombre que llenó con su nombre toda la República durante cierto<br />
período. Él vivía allí. La casa era <strong>de</strong> él); la esquina <strong>de</strong>l Pescado; (ésta era la formada por el<br />
cruce <strong>de</strong> la Atarazana, hoy Presi<strong>de</strong>nte González, y San Francisco, ahora Emiliano Tejera. Se<br />
llamaba <strong>de</strong>l Pescado, porque cerca <strong>de</strong> ella estaban las mesas <strong>de</strong> pescado, el mejor negocio<br />
que se realizaba en materia <strong>de</strong> comestibles en aquella época. Don Andrés Vicini, hermano<br />
<strong>de</strong> don Juan Bautista Vicini, a quien la gente para distinguirlo <strong>de</strong>l segundo le <strong>de</strong>cía: “Vicini<br />
el pobre”, puso allí una tienda y colocó en la esquina un pescado. Hasta ahora está allí)<br />
la esquina <strong>de</strong>l Polo Norte; (todavía existe un establecimiento allí con ese nombre, pero el<br />
origen <strong>de</strong> éste es que fue en aquel lugar en don<strong>de</strong> por primera vez se vendió en la capital<br />
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