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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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cónsul, a formularle al gobierno una reclamación <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> pesos por la muerte <strong>de</strong> su tigre,<br />

fundándose en que fue el gobernador quien lo mató y esto cuando no había peligro alguno<br />

para el público, porque la puerta <strong>de</strong> la jaula había permanecido cerrada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> caído<br />

el domador y fue necesario abrirla para sacar el cadáver <strong>de</strong> éste y el <strong>de</strong> la fiera.<br />

El ministro <strong>de</strong> Relaciones Exteriores era don Casimiro Nemesio <strong>de</strong> Moya.<br />

El ministro combatió la pretensión <strong>de</strong>l empresario oponiéndole diferentes razonamientos,<br />

que Courtney no aceptó.<br />

Finalmente, Moya le dijo:<br />

—No me explico cómo pue<strong>de</strong> usted sostener una pretensión semejante cuando ese tigre<br />

mató a un hombre <strong>de</strong> su compañía y así pudo haber matado a otros. Usted <strong>de</strong>be convenir<br />

en que un hombre vale más que un tigre.<br />

A lo cual respondió flemáticamente el inglés:<br />

—Un hombre se encuentra don<strong>de</strong>quiera; pero un tigre da mucho trabajo conseguirlo…<br />

Moya llevó el caso adon<strong>de</strong> el padre Meriño, el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República. Este lo oyó,<br />

y cuando llegó el ministro a esa parte <strong>de</strong> su informe, le interrumpió:<br />

—¿Conque te dijo eso? Pues dile tú que en Santo Domingo un hombre vale más que un<br />

tigre y <strong>de</strong>spués no le sigas poniendo atención a ese maja<strong>de</strong>ro.<br />

Oveja y lobo<br />

M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS<br />

Cefí le llamaban todos, aunque su nombre era bien conocido: Pedro Benett.<br />

Dechado <strong>de</strong> circunspección, bondadoso y caritativo, perenne sonrisa seráfica que prodigaba<br />

por igual al encumbrado y al humil<strong>de</strong>, todo el mundo conocía, apreciaba y quería<br />

a Cefí en la vieja ciudad <strong>de</strong> Santo Domingo. Cuidadoso <strong>de</strong> su persona, vestía siempre<br />

irreprochablemente. Los domingos y días festivos solía llevar pantalón blanco, levita negra<br />

y panamá. Los días clásicos, singularmente el 27 <strong>de</strong> febrero y el 16 <strong>de</strong> agosto, el traje <strong>de</strong><br />

ceremonia érale <strong>de</strong> rigor: terno <strong>de</strong> levita y chistera. Fue, cuando se acercaba a la senectud,<br />

gobernador <strong>de</strong> palacio. En este puesto le sirvió al Gobierno con ejemplar <strong>de</strong>dicación durante<br />

las administraciones <strong>de</strong> Meriño, Billini y Woss y Gil y en varios períodos presi<strong>de</strong>nciales <strong>de</strong><br />

Hereaux. Con excepción <strong>de</strong> Meriño a quien, cuando le hablaba, le <strong>de</strong>cía “Padre” y le trataba<br />

<strong>de</strong> usted, tuteaba a aquellos presi<strong>de</strong>ntes y les llamaba por Gollito, Alejandrito y Lilís, respectivamente.<br />

A los tres les había conocido <strong>de</strong> muchachos. Estos <strong>de</strong>talles, aunque pudieran<br />

parecer extraños al caso que voy a referir, merecen mencionarse, por lo pintorescos que son<br />

en sí y por lo que sirven para <strong>de</strong>scribir al protagonista principal <strong>de</strong> este verídico suceso, que<br />

tanta y tan sabrosa miga tiene.<br />

Las cosas pasaron así. Había venido viendo don Pedro Benett <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mucho tiempo atrás<br />

un tablón <strong>de</strong> caoba arrinconado en el patio trasero <strong>de</strong>l Palacio Nacional, bajo la escalera que<br />

conducía por allí a la planta alta. Con qué fin se le tenía, era ignorado. Los empleados <strong>de</strong><br />

categoría inferior lo habían convertido en columna mingitoria. Era cuanto. Más resistente que<br />

el hierro, ni el sol, ni la lluvia, ni el orín habían hecho mella sin embargo en su recia contextura.<br />

Un día pensó, con razón, el gobernador <strong>de</strong> palacio, que aquel tablón tan menospreciado<br />

podía serle <strong>de</strong> alguna utilidad, a él, que había sido y era un honesto servidor <strong>de</strong>l Estado, y<br />

acercándose a don Alejandro Woss y Gil, entonces ministro <strong>de</strong> Fomento y Obras Públicas,<br />

se lo expuso con timi<strong>de</strong>z, ingenuamente. Deseaba <strong>de</strong>stinarlo a hacer un armario.<br />

Esto ocurría por los años 89 y 90 <strong>de</strong>l siglo pasado.<br />

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