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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES dio pase a sus letras y anuló la misión que Cabral le había confiado a Meriño, así como la recomendación de éste para arzobispo de Santo Domingo. El P. Bouggenon confirmó al P. Billini como gobernador eclesiástico y se volvió para Saint Thomas. Con el gobierno del P. Billini apenas sí mejoraron las cosas. Ni podía ser de otra manera, a causa de la profunda división de sentimientos que separaba a los más conspicuos miembros del clero y el consiguiente relajamiento de los vínculos de amor y disciplina que necesariamente debían unirlos, todo esto originado en la endiablada política de aquellos tiempos, la cual mantenía al país sumido en una confusión que se manifestaba en las actividades de todo género, sin excluir, por desgracia, los del orden espiritual y religioso. De esta situación se hallaba enterada la Santa Sede en sus más mínimos detalles. En tanto que esto sucedía, las conversaciones y los comentarios seguían girando alrededor del Fraile de la Merced, no ya entre la gente de iglesia y católicos practicantes, sino entre aquellos a quienes las cuestiones de índole religiosa les eran punto menos que indiferentes. Sabíase tan sólo que era italiano y que al inquirir de él su nombre había respondido llamarse “Fray Leopoldo”. El pueblo, sin embargo, con esa intuición que Dios le da, presentía que bajo el tosco hábito de aquel franciscano se escondía algo relacionado con el estado cada día más deplorable de los negocios eclesiásticos. Transcurrió un tiempo. Una tarde las campanas de la Catedral fueron echadas a vuelo. Las siguieron las del Convento Dominico, las Mercedes, Santa Bárbara, San Lázaro, San Carlos… Todas las campanas de todos los templos repicaban. La gente se preguntaba, sorprendida, el motivo de haberse despegado con ese intempestivo contento aquellas lenguas de bronce en un día cualquiera del año. —¡El Fraile de la Merced! respondió un hombre del pueblo a otro que lo interrogaba. —¿Y qué es lo del Fraile de la Merced? inquirió el otro, de nuevo. —¡Qué sé yo! Que dizque fue el Papa que lo mandó. Y mientras éste hablaba así, otro decía: –Conque tenemos de arzobispo al Fraile de la Merced. Sabía yo que ahí había gato en macuto… —A mí me dijeron –exclama otro– que habían visto al Fraile de la Merced donde “Pan Sobao” y que a poco fueron los repiques. (“Pan Sobao” era el mote con que designaban al presidente Báez sus contrarios). —Señores: –exponía otro, ante un grupo de gente más elevada– me lo acaba de decir quien lo sabe: es que Roma va a intervenir para que se acaben todas estas cosas de la Iglesia, y, ya que nuestra gente no se entiende, manda a este capuchino, que debe ser tamaño hombre, para poner orden aquí. Ya el gobierno lo reconoció como Jefe de la arquidiócesis. No hubo que esperar ya mucho: el gobierno por medio de un anuncio oficial y los curas de la Catedral, Santa Bárbara y San Carlos en el púlpito informaban que Fray Leopoldo Angel Santanché de Aquasanta había sido nombrado por S. S. el Papa Pío IX administrador apostólico de la iglesia de Santo Domingo y delegado de la Santa Sede ante nuestro gobierno. Al siguiente día en la Catedral, en acto solemne, el clero rindió acatamiento a la disposición emanada del Padre Santo. 402
Elevado a la dignidad de arzobispo de Acrida, lugares infieles (partibus infidelibus), Fray Leopoldo recibió poco tiempo después su consagración de manos del administrador apostólico de Curazao, el obispo Van Ervijk, de la Orden Dominica. La consagración se llevó a efecto en la Catedral de Santa Ana, de esa antilla holandesa, el 24 de agosto de 1871. El arzobispo Santanché de Aquasanta fue el primer prelado a quien se le dio en Santo Domingo el título de “monseñor”, el cual, salido de Italia, donde se les aplicaba a los obispos, empezaba ya a extenderse por el mundo. Antes de eso, a nuestros obispos y arzobispos se les dijo “señor”, que es la palabra castiza. Mentalidad guerrillera M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS Don Ulises Francisco Espaillat acababa de ser elegido presidente de la República y se dirigía de la ciudad de Santiago de los Caballeros a la de Santo Domingo para empezar a ejercer la alta función de honor y de confianza que se le había conferido. Había sido, puede decirse, candidato de toda la nación, tanto como del propio Partido Azul, una de cuyas cabezas visibles era, por muchos y grandes merecimientos. El mismo día de su salida de Santiago –24 de abril de 1876– se detuvo en Moca. No abundaban mucho en la “Heroica Villa” los “azules”, mas don Ulises, quien por sobre “azul” era don Ulises, no por eso vio menos concurrida la casa en donde había fijado su momentánea residencia. Allí se veían confundidos “rojos” y “azules”. Hasta uno que otro “verde”, no obstante el natural resentimiento que les producía su reciente expulsión del Gobierno, contribuía a darle carácter de “sin color” a la reunión. (Para un estudiante de Física una afirmación semejante será seguramente incomprensible; para quien estuviese en algunas intimidades de la política de entonces no puede ser extraño que de varios colores reunidos resultase, justamente, lo incoloro). Entre los “rojos” que acudieron a presentar sus parabienes al patricio presidente se hallaba el general Juan de Jesús Salcedo. Hijo del bravo triunfador de Beler y miembro de una familia de valientes en la cual todos cuidaban de su fama de buenos soldados con celo singular, Juan de Jesús no concebía poder en el mundo que no se cimentase en la fuerza. En esto tal vez discrepaba muy poco de Nietzche. Sólo que, mientras el filósofo alemán creaba en sus libros el superhombre, para extravío de la humanidad, Juan de Jesús Salcedo se contentaba con hacer esta afirmación, como síntesis de sus convicciones y a la manera de un aforismo evangélico: “al gallo se le respeta por sus espuelas”. Su hombre era “Ventura”, o lo que es igual –dicho sea más comprensiblemente para quienes no conocieron el caló político de aquellos días– su afecto político era para el general Buenaventura Báez, caudillo del Partido Rojo. Esto no obstante, y merced a un fenómeno explicable por influencia del ambiente que en estos momentos se respiraba en todo el país y de que era la mejor muestra la selección de Espaillat para la presidencia, Salcedo, sentíase sinceramente inclinado a ponerse al lado del nuevo gobierno y porque era ése su pensamiento se encontraba allí cerca de don Ulises en el instante a que esta narración se viene contrayendo. La visita de Salcedo a don Ulises fue corta. Tenía que serlo, porque el presidente electo debía continuar su viaje para la capital una hora más tarde, y el tiempo y espacio de que 403
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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />
dio pase a sus letras y anuló la misión que Cabral le había confiado a Meriño, así como la<br />
recomendación <strong>de</strong> éste para arzobispo <strong>de</strong> Santo Domingo.<br />
El P. Bouggenon confirmó al P. Billini como gobernador eclesiástico y se volvió para<br />
Saint Thomas.<br />
Con el gobierno <strong>de</strong>l P. Billini apenas sí mejoraron las cosas. Ni podía ser <strong>de</strong> otra manera, a<br />
causa <strong>de</strong> la profunda división <strong>de</strong> sentimientos que separaba a los más conspicuos miembros <strong>de</strong>l<br />
clero y el consiguiente relajamiento <strong>de</strong> los vínculos <strong>de</strong> amor y disciplina que necesariamente<br />
<strong>de</strong>bían unirlos, todo esto originado en la endiablada política <strong>de</strong> aquellos tiempos, la cual<br />
mantenía al país sumido en una confusión que se manifestaba en las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> todo<br />
género, sin excluir, por <strong>de</strong>sgracia, los <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n espiritual y religioso.<br />
De esta situación se hallaba enterada la Santa Se<strong>de</strong> en sus más mínimos <strong>de</strong>talles.<br />
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En tanto que esto sucedía, las conversaciones y los comentarios seguían girando alre<strong>de</strong>dor<br />
<strong>de</strong>l Fraile <strong>de</strong> la Merced, no ya entre la gente <strong>de</strong> iglesia y católicos practicantes, sino entre aquellos<br />
a quienes las cuestiones <strong>de</strong> índole religiosa les eran punto menos que indiferentes.<br />
Sabíase tan sólo que era italiano y que al inquirir <strong>de</strong> él su nombre había respondido llamarse<br />
“Fray Leopoldo”. El pueblo, sin embargo, con esa intuición que Dios le da, presentía<br />
que bajo el tosco hábito <strong>de</strong> aquel franciscano se escondía algo relacionado con el estado cada<br />
día más <strong>de</strong>plorable <strong>de</strong> los negocios eclesiásticos.<br />
Transcurrió un tiempo.<br />
Una tar<strong>de</strong> las campanas <strong>de</strong> la Catedral fueron echadas a vuelo. Las siguieron las <strong>de</strong>l<br />
Convento Dominico, las Merce<strong>de</strong>s, Santa Bárbara, San Lázaro, San Carlos… Todas las<br />
campanas <strong>de</strong> todos los templos repicaban.<br />
La gente se preguntaba, sorprendida, el motivo <strong>de</strong> haberse <strong>de</strong>spegado con ese<br />
intempestivo contento aquellas lenguas <strong>de</strong> bronce en un día cualquiera <strong>de</strong>l año.<br />
—¡El Fraile <strong>de</strong> la Merced! respondió un hombre <strong>de</strong>l pueblo a otro que lo interrogaba.<br />
—¿Y qué es lo <strong>de</strong>l Fraile <strong>de</strong> la Merced? inquirió el otro, <strong>de</strong> nuevo.<br />
—¡Qué sé yo! Que dizque fue el Papa que lo mandó.<br />
Y mientras éste hablaba así, otro <strong>de</strong>cía: –Conque tenemos <strong>de</strong> arzobispo al Fraile <strong>de</strong> la<br />
Merced. Sabía yo que ahí había gato en macuto…<br />
—A mí me dijeron –exclama otro– que habían visto al Fraile <strong>de</strong> la Merced don<strong>de</strong> “Pan<br />
Sobao” y que a poco fueron los repiques. (“Pan Sobao” era el mote con que <strong>de</strong>signaban al<br />
presi<strong>de</strong>nte Báez sus contrarios).<br />
—Señores: –exponía otro, ante un grupo <strong>de</strong> gente más elevada– me lo acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />
quien lo sabe: es que Roma va a intervenir para que se acaben todas estas cosas <strong>de</strong> la Iglesia,<br />
y, ya que nuestra gente no se entien<strong>de</strong>, manda a este capuchino, que <strong>de</strong>be ser tamaño hombre,<br />
para poner or<strong>de</strong>n aquí. Ya el gobierno lo reconoció como Jefe <strong>de</strong> la arquidiócesis.<br />
No hubo que esperar ya mucho: el gobierno por medio <strong>de</strong> un anuncio oficial y los<br />
curas <strong>de</strong> la Catedral, Santa Bárbara y San Carlos en el púlpito informaban que Fray<br />
Leopoldo Angel Santanché <strong>de</strong> Aquasanta había sido nombrado por S. S. el Papa Pío IX<br />
administrador apostólico <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> Santo Domingo y <strong>de</strong>legado <strong>de</strong> la Santa Se<strong>de</strong> ante<br />
nuestro gobierno.<br />
Al siguiente día en la Catedral, en acto solemne, el clero rindió acatamiento a la<br />
disposición emanada <strong>de</strong>l Padre Santo.<br />
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