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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

experimentando una invencible grima, hacían un ro<strong>de</strong>o con objeto <strong>de</strong> librarse <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong><br />

la calavera. Ni siquiera osaban aproximarse a la encrucijada pavorosa las patrullas militares.<br />

Cierta noche, una <strong>de</strong> éstas, <strong>de</strong>safiando su propio miedo, marchó en dirección a la esquina, y<br />

cuando vio el meneo <strong>de</strong> la calavera se dio a ominosa carrera sin parar hasta el mismo portón<br />

<strong>de</strong> La Fuerza. Esa piedra <strong>de</strong> toque fue la que hizo <strong>de</strong>svanecer el “encanto”, por obra <strong>de</strong> un<br />

valiente <strong>de</strong> verdad <strong>de</strong> aquellos tiempos.<br />

En el año 36 <strong>de</strong>l pasado siglo diecinueve era subteniente <strong>de</strong>l batallón que guarnecía la<br />

plaza <strong>de</strong> Santo Domingo un apuesto y corpulento joven, <strong>de</strong> familia muy principal, que con<br />

el andar <strong>de</strong> los años había <strong>de</strong> ser hombre sobresaliente en la Primera República, <strong>de</strong> nombre<br />

Antonio Abad Alfau; pero a quien todos <strong>de</strong>signaban por Abad Alfau, o sencillamente Abad.<br />

Contaba entonces diecinueve años. Él se hallaba <strong>de</strong> servicio la noche en que la patrulla se<br />

corrió por temor a la calavera y su contrariedad fue muy gran<strong>de</strong>. A la siguiente noche supo<br />

que otra patrulla, en llegando a la esquina <strong>de</strong> la Universidad y los Plateros, había hecho un<br />

ro<strong>de</strong>o para evadir el maleficio <strong>de</strong> la esquina <strong>de</strong>l Convento, y su contrariedad fue mayor.<br />

—Se va a acabar esa música o no me llamo Abad Alfau –dijo.<br />

Poniendo manos a la obra se proveyó al otro día <strong>de</strong> una escalera <strong>de</strong> las <strong>de</strong>nominadas “<strong>de</strong><br />

tijera” y aguardó la noche. Más o menos a las once, <strong>de</strong>spojándose <strong>de</strong>l uniforme, llevando por<br />

vestimenta pantalones y capa, y en la diestra la espada, se encaminó al lugar que era causa<br />

<strong>de</strong> los espantos. Dos soldados conducían la escalera. Apenas se hallaban los tres a unas diez<br />

varas <strong>de</strong> la calavera, comenzó el remeneo. Uno <strong>de</strong> los soldados quiso huir. Lanzándole un<br />

“¡quieto!”, acompañado <strong>de</strong> una interjección fuerte el subteniente lo <strong>de</strong>tuvo en seco.<br />

—¡Pongan la escalera <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la esquina! –or<strong>de</strong>nó.<br />

Espada en mano, empezó a subir. A medida que ganaba cada peldaño el movimiento <strong>de</strong> la<br />

calavera hacia <strong>de</strong>lante y los lados se hacía más violento. Ya el subteniente acercándosele, la calavera<br />

parecía querer girar sobre sí, mientras <strong>de</strong> su interior salían unos chirridos agudos capaces<br />

<strong>de</strong> helarle la sangre al hombre <strong>de</strong>l corazón más templado. Esto no embargante el joven oficial<br />

seguía imperturbable. Por or<strong>de</strong>n suya los soldados se colocaron al pie <strong>de</strong> la escalera, sujetándola.<br />

Ahora tan cerca <strong>de</strong>l nicho que podía alcanzarlo con los <strong>de</strong>dos, apoyó con fuerza los pies en un<br />

peldaño mientras se agarraba con la izquierda al más alto, echó atrás el cuerpo y levantando<br />

la espada le asestó a la calavera dos cintarazos que la hicieron dar varias vueltas.<br />

Y ahí se <strong>de</strong>shizo el misterio; porque <strong>de</strong> la parte abajo <strong>de</strong> la calavera salió un ratón, como<br />

<strong>de</strong> a cuarta, que <strong>de</strong>l nicho saltó a la calle y se perdió en la oscuridad <strong>de</strong> la noche, mientras<br />

Abad Alfau, bajando, exclamaba:<br />

—¡Maldicho bicho!<br />

Al amanecer, lo que restaba <strong>de</strong> la calavera se quitó <strong>de</strong> allí y nunca más se volvió a hablar<br />

<strong>de</strong> ella.<br />

Los columnarios <strong>de</strong>l comandante<br />

A poco más <strong>de</strong> treinta kilómetros <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Santo Domingo se encuentra por la<br />

parte <strong>de</strong>l Este el pueblo <strong>de</strong> Guerra.<br />

Fundado a principios <strong>de</strong>l pasado siglo con el nombre <strong>de</strong> Los Llanos Abajo, apenas es<br />

hoy algo mejor <strong>de</strong> lo que en los primeros años <strong>de</strong> su fundación fue.<br />

Célebre por haberle <strong>de</strong>signado los reformadores <strong>de</strong> la Constitución en 1854 para servirle<br />

<strong>de</strong> asiento en sus <strong>de</strong>liberaciones, no obstante que tal gloria le duró muy poco a causa <strong>de</strong> no<br />

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