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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Intenta salir a la calle. La apretada hilera <strong>de</strong> espectadores se lo impi<strong>de</strong>. Forcejea para<br />

abrirse paso. Nada.<br />

—Pues señor; no hay fresco <strong>de</strong> que esta gente me <strong>de</strong>je el camino franco. Me costará ver<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí.<br />

Para poner su resolución en práctica, se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> su silla rústica, que tiene al alcance<br />

<strong>de</strong> la mano. Trepa en ella.<br />

De improviso un jinete <strong>de</strong> la avanzada, echando medio cuerpo afuera, con un pie en el<br />

estribo y el otro al aire, grita estentóreamente, a la vez que agita un pañuelo:<br />

—¡Adiós, Tronquilis! ¡Tronquilis, adiós!<br />

Entre confuso y afectuoso, Tronquilis correspon<strong>de</strong> al saludo. Juraría que aquel hombre<br />

es “Periquito” Caballero. Para cerciorarse recoge la mirada. Luego profiere entre dientes.<br />

—Periquito es.<br />

Suenan en seguida en la avanzada otras voces.<br />

—¡Abur, Tronquilis!<br />

—¡Viva el paisano!<br />

—¡Hasta luego, Tronquilis! ¡memorias a la doña!<br />

Tronquilis no entien<strong>de</strong> aquello. Sus ojos no le engañan. Con toda seguridad, quienes<br />

le van saludando son Martín “el brujo”, “Gollito” Rodríguez, el “vale” Toribio, “Ugenito”<br />

Lantigua… Su mente se pier<strong>de</strong> en un mar <strong>de</strong> confusiones.<br />

Pasó la avanzada. Ahí viene una guerrilla <strong>de</strong> francotiradores. A su frente marcha un<br />

hombre, color mulato oscuro, <strong>de</strong> grave continente. Es el “jefe” Hipólito. Cerca <strong>de</strong> él, el capitán<br />

“Apuntinodá” gesticula. Por encima <strong>de</strong> la general vocinglería se le oye gritar:<br />

—¡Ya sí se acabó el mamey! ¡Ahora van a saber lo que es cajeta!<br />

En el ánimo <strong>de</strong> Tronquilis ha prendido la más cruel <strong>de</strong> las <strong>de</strong>silusiones. Desmorónase<br />

súbitamente, a impulsos <strong>de</strong> una conmoción interna, el castillo <strong>de</strong> sus ensueños.<br />

¿Dón<strong>de</strong> está la “gente nueva”?<br />

<br />

No vio más. No quiso ver más. Bajó <strong>de</strong> la silla, entontecido, con el <strong>de</strong>sencanto pintado<br />

en el rostro, y casi maquinalmente, huyendo, diríase, <strong>de</strong> aquel ruido que ya le molestaba,<br />

volvió al aposento <strong>de</strong> don<strong>de</strong> había momentos antes salido. Al ruido <strong>de</strong> sus pisadas, la mujer<br />

fue a su encuentro.<br />

Tronquilis, que la vio, vaciló primero en hacerla partícipe <strong>de</strong> su negra pena. Después,<br />

a tiempo que ella también iba a hablar, díjola en tono amargo y moviendo tristemente la<br />

cabeza:<br />

—¡Ay mujer, mujer! ¡Son los mesmos!<br />

El sueño <strong>de</strong> dos justos<br />

Con su fachada al oeste, <strong>de</strong> frente a la antigua Plaza <strong>de</strong> Armas, rememorativa hoy <strong>de</strong>l<br />

nombre <strong>de</strong>l ligur famoso, álzase la que fue Casa <strong>de</strong> Gobierno, hoy Palacio <strong>de</strong>l Senado.<br />

Nadie que <strong>de</strong> criollo legítimo se precie, tiene <strong>de</strong>recho a ignorar la historia <strong>de</strong> ese edificio,<br />

cuya construcción fue obra <strong>de</strong> Geronime Maximilien Borgella, el primer señor <strong>de</strong> horca<br />

y cuchillo que plugo a su excelencia Jean Pierre Boyer, señor y dueño <strong>de</strong> Haití, mandar a<br />

nuestros abuelos, para castigo <strong>de</strong> sus culpas y pecados, a raíz <strong>de</strong> la absorción <strong>de</strong>l año 22.<br />

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