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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS<br />

Una mañana, sin embargo, la esperanza sonrió en la casita <strong>de</strong> Tronquilis. Venía en forma<br />

<strong>de</strong> conspirador urbano. Alguien, que acudió a “tomar la mañana” allí, oyó las cuitas <strong>de</strong><br />

aquellos consortes, su falta <strong>de</strong> fe en los días cercanos, su <strong>de</strong>sesperación inmensa.<br />

El matutino visitante, luego que el otro <strong>de</strong>sahogó su pecho, pareció reflexionar. Después,<br />

a manera <strong>de</strong> explorador <strong>de</strong>l terreno, salió a la puerta, dirigió escrutadoras miradas al Oriente<br />

y al Poniente, y cerciorado ya <strong>de</strong> que sólo Tronquilis y su mujer habían <strong>de</strong> oírle, dio rienda<br />

suelta a su palabra <strong>de</strong> revolucionario convencido.<br />

Mucho les habló y algo muy bueno <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser. Tal al menos habría cualquiera leído<br />

en la cara placentera que ambos tenían mientras el visitante peroraba.<br />

—De suerte y modo –observó Tronquilis a su interlocutor cuando éste hacía un paréntesis<br />

para trasegar en el estómago “tres <strong>de</strong>dos” <strong>de</strong> ginebra– que pronto cambiarán<br />

las cosas.<br />

—Pues ya lo creo que sí; –repuso el conspirador– es gente nueva la que viene y con<br />

muchísimos cuartos. Cuando le aseguro que ni en el paraíso vamos a estar mejor.<br />

—Pero… ¡y eso se dilatará mucho tiempo!<br />

—¡Qué va! ahorita mismo; quién sabe si no pasa ni una semana.<br />

—Y dice usted que…<br />

—Lo que le digo: que son gente nueva y buena y que usted verá cómo <strong>de</strong>l infierno vamos<br />

a la gloria con zapatos.<br />

A poco el hombre se marchaba. No había pagado la “mañana”; mas ¿qué falta hacía,<br />

cuando el alegrón <strong>de</strong> Tronquilis compensaba con creces el gasto?<br />

III<br />

Algo extraordinario ocurre en la ciudad. Inusitado movimiento se nota en sus calles<br />

principales. En la <strong>de</strong>l Arquillo y más aún en la <strong>de</strong> El Con<strong>de</strong> la animación es gran<strong>de</strong>. Filas<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas <strong>de</strong> hombres y muchachos por la acera y variados grupos por en medio <strong>de</strong> la<br />

calle, hablando, gesticulando, levantando a su paso nubes <strong>de</strong> polvo, se dirigen incesantemente<br />

al extremo Oeste <strong>de</strong> la población. Cada vía transversal es uno a modo <strong>de</strong> tributario <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> afluyen sin interrupción gran<strong>de</strong>s y chicos, que vienen a aumentar aquella continua<br />

circulación <strong>de</strong> gente. Al pie <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong>l Con<strong>de</strong>, a medida que la multitud avanza, va<br />

formándose una masa humana, cada vez más gran<strong>de</strong>, cada vez más compacta, un verda<strong>de</strong>ro<br />

mar <strong>de</strong> cabezas, cuyos movimientos producen ondulaciones, unido a ello una gritería<br />

confusa, en que todos hablan y casi nadie entien<strong>de</strong>.<br />

¿Qué pasa? Es que va a entrar, triunfante, la Revolución.<br />

Tronquilis y su consorte no son ajenos al bullicio <strong>de</strong> la urbe. Antes bien ha querido él<br />

celebrar el fausto acontecimiento con su ropa dominguera y <strong>de</strong>bido a tal circunstancia se<br />

halla todavía en el aposento cuando la avanzada revolucionaria está llegando al Rastrillo y<br />

en lo alto <strong>de</strong> El Con<strong>de</strong> suena un largo redoble <strong>de</strong> tambores.<br />

Asómase a la puerta la mujer.<br />

—Ven Tronquilis –dice–; ya están acercándose. Despáchate pronto que…<br />

No pue<strong>de</strong> terminar la frase. Una avalancha <strong>de</strong> curiosos ha invadido la acera para abrir<br />

campo a un caballo que corcovea. Vase ella un tanto atemorizada hacia el interior <strong>de</strong> la casa,<br />

mientras Tronquilis, empaquetado, “como un veintisiete”, viene <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro para afuera, con<br />

cara <strong>de</strong> jugador afortunado.<br />

—Ya sí se cuajó –murmura con visible gozo.<br />

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