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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

las buenas noches al presunto yerno, comenzó a dormitar. Los <strong>de</strong>más <strong>de</strong> la casa reposaban<br />

tranquilamente en sus camas <strong>de</strong> las fatigas <strong>de</strong>l día.<br />

¿Qué hablaron? Pues <strong>de</strong>l calor que se sentía, tema obligado cuando falta material <strong>de</strong> momento<br />

para el prólogo, <strong>de</strong> los regalos <strong>de</strong>l padrino, los obsequios <strong>de</strong> las amista<strong>de</strong>s, las complacencias<br />

<strong>de</strong>l párroco, el tocado <strong>de</strong> Panchita, la nueva vida <strong>de</strong> ambos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día siguiente…<br />

¡Noramala culminó ahí el diálogo!<br />

¿Por qué Juan, en las cincuenta y más veces en las cuales dijo a Panchita <strong>de</strong>l futuro nido<br />

no la advirtió <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> sus quehaceres? Así, en ocasión más propicia, no habría sin<br />

duda experimentado ella sorpresa tan gran<strong>de</strong> como cuando lo oyó proferir:<br />

—Tengo empeño sobre todo en que el matrimonio termine temprano, para que antes<br />

<strong>de</strong>l rigor <strong>de</strong>l medio día puedas ir a buscar el agua <strong>de</strong> mañana a la cañada.<br />

¿Y qué? ¿Iba a ser ese también uno <strong>de</strong> sus oficios? Habíale él hablado <strong>de</strong> la casita <strong>de</strong><br />

campo en San Carlos, en la Isabela, <strong>de</strong> sus trabajos para hermosearla, <strong>de</strong> la gran necesidad<br />

<strong>de</strong> tener ella, Panchita, los oficios culinarios, <strong>de</strong> la disposición en él a empren<strong>de</strong>r un gran<br />

cultivo, con la ayuda <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> la Can<strong>de</strong>laria, <strong>de</strong> muchísimas cosas más; pero ¿<strong>de</strong> eso?<br />

Por primera vez, Panchita oponía su palabra a la <strong>de</strong> Juan.<br />

—¡Eso… eso que acabas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir no es posible!<br />

Si tú, lector amable, transitando alguna vez por esas calles has visto cómo en un día<br />

sereno fórmase inesperado, súbito remolino, que todo lo atropella, que quiere barrerlo todo,<br />

que corre con carrera <strong>de</strong> bestia <strong>de</strong>sbocada, podrás formar concepto justo <strong>de</strong> cuán impetuosa,<br />

febril, furiosamente salió afuera toda aquella alma isleña, cuyos impulsos habían estado<br />

durmiendo al arrullo <strong>de</strong> una ajena mansedumbre.<br />

El rostro contraído, los ojos casi fuera <strong>de</strong> sus cuencas, hinchadas como para dar resoplidos<br />

las narices, el pecho hacia a<strong>de</strong>lante, crispados los puños, Juan quiso hablar y rechinó<br />

los dientes.<br />

Después, en confuso tropel, salieron <strong>de</strong> sus labios estas expresiones:<br />

—¡Sí y sí y sí! ¿Qué te estás tú pensando que soy yo para que vengas en mi cara a <strong>de</strong>cirme<br />

a estas horas que eso no se pue<strong>de</strong>? Muy buenos hombres me han respetado a mí ¿sabes?<br />

contimás una mujer. Y si no quieres, no quieres; pero yo sí quiero; y sanseacabó. Y más te<br />

digo: que no es el agua sola, sino la leña, que muy buenos rejos tienes, y si yo voy a rascar la<br />

tierra para comer, no es nada que tú cargues la leña y el agua, que mejor que yo no eres tú,<br />

ni mil como tú, y <strong>de</strong>cirme eso ahora cuando tú tenías que saberlo, porque tú sabes que yo no<br />

tengo arriero ni puedo tenerlo, es… es… qué sé yo… que no me da la gana <strong>de</strong> aguantarlo.<br />

—Pero Juan, ¡por Dios! ¿Qué te he dicho para que te incomo<strong>de</strong>s?<br />

—Nada, nada, como lo oyes; que bien lo sabías tú que tenía que ser así y ahora me dices<br />

eso quizá si por…<br />

—Pero Juan, por Dios, que <strong>de</strong>spiertas a mamá y hasta a papá y si te oyen hablar <strong>de</strong> esa<br />

manera ¿qué van a pensar?<br />

—Lo que les dé la gana; que sobre mi cabeza mi sombrero y más nadie.<br />

—No alces la voz que mamá <strong>de</strong>spierta. ¡Jesús! ¡no me parece que eres el mismo!<br />

—Que <strong>de</strong>spierte ¿y qué? A ella y a tu papá y a todo el mundo les digo lo mismo que te<br />

estoy diciendo. Después <strong>de</strong> todo ¿qué hay <strong>de</strong> particular?<br />

Las nueve sonaron en este instante en la campana <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l Consejo <strong>de</strong> Notables.<br />

Hora <strong>de</strong> la queda en aquellos tiempos <strong>de</strong> poco “mundanal ruido”, todos los vecinos se recogían,<br />

y ni una sola casa permanecía abierta.<br />

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