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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS<br />

presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Real Audiencia y gobernador y capitán general <strong>de</strong> la colonia, un mes o<br />

cosa así antes <strong>de</strong> su repentino <strong>de</strong>ceso, molesto porque uno <strong>de</strong> los esclavos <strong>de</strong> su servicio<br />

había barrido mal o <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> barrer su <strong>de</strong>spacho, le había mandado azotar con un látigo<br />

<strong>de</strong> los que llamaban “cola <strong>de</strong> gato”, hasta <strong>de</strong>sollar al pobre negro, ya viejo sesentón, y que<br />

éste, cuando otros esclavos le curaban, oyendo a uno exclamar: “Tu sangre te ha borrado el<br />

negro”, había mal<strong>de</strong>cido a su vez al brigadier exclamando:<br />

—”Dios lo ponga pronto negro a él”.<br />

Por <strong>de</strong> contado que aquella mañana, la <strong>de</strong>l 2 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1788, los oficiales <strong>de</strong>l rey no se<br />

daban punto <strong>de</strong> reposo para tratar <strong>de</strong> inquirir la causa <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l brigadier Torres <strong>de</strong><br />

Navarra y, con mayor interés, la <strong>de</strong> que apenas fallecido se ennegreciera completamente su<br />

cadáver. Entre el mal que le acometió, con pérdida <strong>de</strong>l sentido, y la muerte, había transcurrido<br />

poco más <strong>de</strong> una hora y en ese lapso se había llamado a los dos mejores médicos (llamados<br />

por entonces físicos) <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Mientras en el pueblo la versión más socorrida era la <strong>de</strong> que se había cumplido en el<br />

gobernador la maldición <strong>de</strong>l esclavo, en palacio se pensaba, es natural, <strong>de</strong> otro modo y, a<br />

falta <strong>de</strong> mejor recurso mental, se entrevió la posibilidad <strong>de</strong> que, por <strong>de</strong>scuido o ignorancia,<br />

cuando no por quizá qué mal pensamiento, había sido envenenado.<br />

No eran tiempos aquellos en que la operación <strong>de</strong> practicar la autopsia pasase siquiera<br />

por la mente <strong>de</strong>l más avisado. Tal vez el procedimiento no era conocido en Santo Domingo<br />

como medio para <strong>de</strong>terminar la causa <strong>de</strong> una <strong>de</strong>función o se le consi<strong>de</strong>rase quizá como acto<br />

profanatorio <strong>de</strong> un cadáver. En todo caso, lo cierto es que se carecía <strong>de</strong> los elementos más<br />

indispensables hasta para po<strong>de</strong>r intentarlo.<br />

Por primera provi<strong>de</strong>ncia, acogiéndose a la ley <strong>de</strong>l menor esfuerzo y en virtud <strong>de</strong><br />

auto emanado <strong>de</strong>l oidor don Pedro Pani, quien sustituía en el mando <strong>de</strong> la colonia al<br />

fenecido en razón <strong>de</strong> su jerarquía como el oidor más antiguo <strong>de</strong> la Real Audiencia, se<br />

encareció a los dos susodichos médicos, que eran don Pedro Thevernard y don Guillermo<br />

Laserre (apellidos ambos que huelen a franceses y por en<strong>de</strong> en esos días sospechosos).<br />

Por el mismo auto se or<strong>de</strong>nó item, más, la confiscación <strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong> ambos pobres<br />

galenos.<br />

Fray Cipriano <strong>de</strong> Utrera, en su famosa obra Dilucidaciones Históricas, la cual hemos<br />

aprovechado para la parte <strong>de</strong> historia <strong>de</strong> este relato, dice <strong>de</strong> la sumaria instruida a<br />

causa <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l brigadier, tomándolo <strong>de</strong> los Papeles <strong>de</strong> la Audiencia <strong>de</strong> Santo Domingo<br />

conservados en el Archivo Nacional <strong>de</strong> la Habana, que “sólo se sacó en claro un<br />

<strong>de</strong>scuido; pero los médicos se pasaron en la Fortaleza una porción <strong>de</strong> meses, en espera<br />

<strong>de</strong> sentencia”.<br />

De si en el ennegrecimiento <strong>de</strong>l difunto fue parte la maldición <strong>de</strong>l esclavo, sólo cabe<br />

<strong>de</strong>cir, como el italiano:<br />

—Chi lo sa.<br />

El vuelo <strong>de</strong> José Pajarito<br />

Fue un norteamericano, Frank Burnsi<strong>de</strong>, el primer aviador que surcó los aires sobre<br />

tierra dominicana. Este magnífico suceso, que el Listín Diario, en columna editorial, calificó<br />

con mucha propiedad <strong>de</strong> memorable en la historia <strong>de</strong> Santo Domingo, se registró el 13<br />

<strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1914. Patrocinó el vuelo un “comité <strong>de</strong> aviación”, compuesto <strong>de</strong> individuos<br />

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