23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Llevaba ya cerca <strong>de</strong> media hora el sermón, cuando, reproduciéndose la anterior escena,<br />

volvió a exclamar el arzobispo, dirigiendo su mirada hacia la tribuna sagrada:<br />

—Calle un momento su paternidad. Voy a explicar lo que ha dicho.<br />

—Perdone su ilustrísima el arzobispo, mi señor. Yo lo explicaré mejor –volvió a replicar,<br />

ahora sin pausa, el predicador.<br />

Prosiguió el sermón.<br />

Esta vez no volvió a tomar asiento el arzobispo. Queriendo como ensancharse <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> sus ornamentos y moviendo nerviosamente el pie izquierdo, mientras su mano <strong>de</strong>recha<br />

apretaba con fiereza el báculo, miró con ojos vidriados por la cólera al predicador.<br />

—¡He dicho a su paternidad que voy a hablar!<br />

Su voz era airada.<br />

Ya Quesada no replicó. Poniendo oídos <strong>de</strong> merca<strong>de</strong>r a las palabras <strong>de</strong>l ordinario,<br />

siguió predicando, aunque su voz no era lo normal <strong>de</strong> momentos antes, porque un<br />

ligero temblor movía sus labios, y la lengua –como si quisiese secársele– se le pegaba<br />

<strong>de</strong> los dientes.<br />

El auditorio, por su parte, no escuchaba. Sus miradas iban <strong>de</strong>l dosel arzobispal al púlpito,<br />

reflejando la impresión producida por el inci<strong>de</strong>nte y la ansiedad general <strong>de</strong> saber cómo<br />

finalizaría.<br />

Terminó el sermón. Antes <strong>de</strong> que el predicador <strong>de</strong>scendiera <strong>de</strong> la cátedra el arzobispo<br />

había <strong>de</strong>jado el solio. Fuese el P. Quesada a la sacristía. Tomó su teja. Se encaminó a la puerta.<br />

En ese momento, un teniente-cura <strong>de</strong> la Catedral, seguido <strong>de</strong> un pertiguero, se le opuso en<br />

su camino.<br />

—Reverendo padre: su señoría ilustrísima me ha or<strong>de</strong>nado conducirle a la celda <strong>de</strong>l<br />

Cabildo.<br />

III<br />

No hay que hablar <strong>de</strong>l cisco que en toda la ciudad armó la prisión <strong>de</strong>l cura <strong>de</strong> los Ingenios.<br />

Como ocurre siempre, se formó un partido por éste y otro por el arzobispo. Entre la clerecía<br />

el mayor número <strong>de</strong> opiniones favorecía al ordinario. En el pueblo la opinión dominante se<br />

manifestaba a favor <strong>de</strong>l cura.<br />

La cuestión principal, el busilis –que <strong>de</strong>cían todos– había quedado en pie.<br />

—¿Habíale probado al arzobispo el cura <strong>de</strong> los Ingenios que él era “el ingenio <strong>de</strong> los<br />

curas”?<br />

Pasaron varias semanas durante las cuales se estuvo instruyendo el correspondiente<br />

expediente al arrogante clérigo.<br />

Un día, por la ciudad <strong>de</strong> Santo Domingo circuló un rumor, que fue acentuándose con<br />

visos <strong>de</strong> verdad, hasta no quedar dudas <strong>de</strong> su certeza.<br />

—¡Se fugó el cura <strong>de</strong> los Ingenios!<br />

La autoridad <strong>de</strong>l arzobispo había sido burlada y para restablecerla estaba tomando las<br />

disposiciones conducentes a ese fin el gobierno <strong>de</strong> la colonia.<br />

IV<br />

Inquirir cómo había pasado aquello fue el único pensamiento <strong>de</strong> todos los vecinos <strong>de</strong><br />

la vieja Santo Domingo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese momento.<br />

—¿Qué había sucedido?<br />

350

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!