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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES del tamaño de un tambor, el cual estaba colocado en un altar de la Catedral, de donde se le sacaba en procesión el día de la fiesta y que había existido en aquel lugar hasta que de él se apoderó el general Leclerc, a principios de este siglo (XIX)”. Don Domingo de la Rocha, vecino de la ciudad de Santo Domingo, de linaje noble, descendiente de una de las familias más antiguas de la isla, y quien vivió hasta fines de la octava década del siglo pasado, afirmaba que el cangrejo de oro existió, más no de proporciones mayúsculas, sino de tamaño más o menos como el de uno natural, que todos los años era colocado en el altar mayor de la Catedral, durante un Te Deum dedicado a conmemorar la derrota de los ingleses y que finalmente desapareció durante la dominación francesa, al igual de otras joyas del tesoro de la Metropolitana de las cuales se incautó el general Barquier, último gobernador francés. El Te Deum dejó de cantarse al restablecerse en Santo Domingo el poder español, para no dar qué sentir a los ingleses, quienes habían prestado tan buen concurso a Sánchez Ramírez en la guerra llamada de la Reconquista. Muy desastrosa e injustificable debió ser, en realidad, la última derrota sufrida por los soldados de Cromwell, cuando Venables, según consta en el Compendio de la Historia de Santo Domingo por García, degradó a su ayudante general Jackson y ahorcó a muchos de los que huyeron en los montes de Najayo ante el empuje de las tropas españolas y cuando el férreo dictador inglés, inconforme con el resultado de la expedición, mandó encerrar en la Torre de Londres tanto a Venables como a Penn, no obstante que éstos, al fracasar en su intento de conquistar a Santo Domingo, se apoderaron de la isla de Jamaica, en la cual dejó de flotar desde entonces la bandera de España para ser sustituida por la de Inglaterra. El Tapado Quien, transitando por la calle 19 de Marzo de la vieja Santo Domingo se detuviera un instante al llegar al cruce de esa calle con la del Padre Billini y fijara su vista en el portón de entrada de una antigua casa colonial de dos plantas que mira al poniente, podría contemplar el escudo que allí existe (uno de los pocos que no destruyó la despiadada mano del ocupante haitiano) el cual ostenta como emblema una cruz y un rosario y alrededor de éstos la representación de tres pergaminos enrollados. Esa casa ha sido llamada siempre del Tapado, nombre que se extendió a la calle, la cual lo conservó en el lenguaje del pueblo y en las referencias de los documentos oficiales hasta el 21 de marzo de 1859, en que el Ayuntamiento de la ciudad se lo cambió por el de San José y más tarde por el actual de 19 de Marzo que se le puso para recordación de la batalla empeñada en Azua en esa memorable fecha de 1844. “Calle del Tapado” le siguió llamando, sin embargo, la gente hasta no hace muchos años. ¿Quién fue “El Tapado”? ¿Qué relación existió entre éste y el viejo caserón así bautizado? He ahí el asunto. Empero, hay más. También en México tuvieron un “Tapado”. ¿Fue el de Santo Domingo el mismo de la tierra azteca? La tradición nuestra ha sostenido siempre que en aquella casa vivió un hombre a quien probablemente nadie que no fuese del interior de ella le vio jamás el rostro, porque lo ocultaba con una máscara, decían unos, con una capucha o un velo, exponían otros. 346
M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS Agregábase que eran frecuentes las ocasiones en las cuales el misterioso individuo se hacía visible, además de que, cuando se le veía, a hurtadillas, era en momentos en que los transeúntes eran escasos o debía suponerse a los vecinos entregados al placer de la siesta o a alguna ocupación del hogar. Las versiones circulantes acerca de “El Tapado” recogidas por la tradición eran tres: una fantástica, una aceptable y una razonable. Según la primera, se trataba de un hermano gemelo del rey (?) cuyo extremo parecido con el soberano había sido motivo de graves preocupaciones para éste, quien vivía bajo el temor de verse suplantado por sus enemigos con aquel ser de su propia sangre, por lo cual decidió enviarlo a esta su posesión insular del Nuevo Mundo, bajo la guarda y custodia de fieles amigos suyos, encargados de velar porque no recobrase su libertad el infortunado príncipe, ni quedase puesta de manifiesto su identidad. Esta versión, fruto sin duda de una lucubración extravagante, apenas era repetida, ni por las personas más simples o por los más crédulos. La otra pretendía que “El Tapado”, miembro de la nobleza palatina, había dado muerte en lance de honor a otro caballero de alta alcurnia, y que, para escudarlo, poniéndolo al margen de las sanciones legales, había sido mandado a Santo Domingo merced a gestiones de sus valedores en la corte, a condición de que no descubriera nunca su cara en público, excusando así a los justicias del rey en la isla la ignorancia de su presencia en ésta. La última sostenía sencillamente que “El Tapado” era un leproso, quien se cubría de esa manera el rostro para ocultar sus máculas a los ojos de los extraños. “El Tapado” de México es un personaje histórico. Se llamaba don Antonio de Benavides, era marqués de San Vicente y mariscal de campo y castellano de Acapulco. “El pueblo le llamó así porque cuando fue conducido a la ciudad de México para internarlo en la cárcel –dice don Artemio Valle-Arizpe, notable investigador y tradicionalista mexicano– cabalgaba en una mula, impenetrablemente envuelto en una capa y rodeado de un tropel de alguaciles”. Acerca de este personaje, el doctor Nicolás León, en su Compendio de la Historia General de México, dice: “Por este tiempo se presentó en México, con el carácter de visitador, don Antonio de Benavides, marqués de San Vicente, que fue recibido con grandes muestras de respeto y veneración; mas al llegar a Puebla, se le redujo a prisión por orden de la Audiencia y fue conducido preso a la ciudad de México el 4 de junio en la noche (1683). Se le siguió un misterioso proceso y, después de un año de prisión, el 10 de junio de 1684 fue condenado a muerte y ejecutado el 14 del mismo. Ahorcáronle y le cortaron la cabeza y las manos; una se clavó en la horca y la otra, con la cabeza, se mandó a Puebla. En los momentos de su ejecución acaeció un eclipse total de sol que espantó a toda la muchedumbre que presenciaba su muerte, dejando desierta la Plaza Mayor. Nada se supo respecto a la causa de la muerte de este sujeto, a quien el vulgo llamó “El Tapado”. El doctor Francisco de la Fuente y Ruiz, español, quien fue ministro de la República Dominicana en México durante muchos años, escribió también, largamente, acerca de “El Tapado”, y sus trabajos se publicaron en Letras y Ciencias, de Santo Domingo. Él creía que el de aquí y el de allí en comento que hizo de lo escrito por Fuente y Ruiz, no eran el mismo sujeto. Nuestro ilustre tradicionista Penson, pareció inclinado a admitir esta identidad. Para mí, todas las circunstancias concurren a mostrar que “El Tapado” de México y el de Santo Domingo son dos sujetos diferentes. No hay siquiera indicios de que el nuestro apareciera en la época más o menos en que llegó a México el que se hizo allá tristemente célebre. Se dice que el de Santo Domingo era en realidad un visitador regio; mas ésta es 347
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Agregábase que eran frecuentes las ocasiones en las cuales el misterioso individuo se<br />
hacía visible, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> que, cuando se le veía, a hurtadillas, era en momentos en que los<br />
transeúntes eran escasos o <strong>de</strong>bía suponerse a los vecinos entregados al placer <strong>de</strong> la siesta o<br />
a alguna ocupación <strong>de</strong>l hogar.<br />
Las versiones circulantes acerca <strong>de</strong> “El Tapado” recogidas por la tradición eran tres:<br />
una fantástica, una aceptable y una razonable. Según la primera, se trataba <strong>de</strong> un hermano<br />
gemelo <strong>de</strong>l rey (?) cuyo extremo parecido con el soberano había sido motivo <strong>de</strong> graves<br />
preocupaciones para éste, quien vivía bajo el temor <strong>de</strong> verse suplantado por sus enemigos<br />
con aquel ser <strong>de</strong> su propia sangre, por lo cual <strong>de</strong>cidió enviarlo a esta su posesión insular<br />
<strong>de</strong>l Nuevo Mundo, bajo la guarda y custodia <strong>de</strong> fieles amigos suyos, encargados <strong>de</strong> velar<br />
porque no recobrase su libertad el infortunado príncipe, ni quedase puesta <strong>de</strong> manifiesto su<br />
i<strong>de</strong>ntidad. Esta versión, fruto sin duda <strong>de</strong> una lucubración extravagante, apenas era repetida,<br />
ni por las personas más simples o por los más crédulos. La otra pretendía que “El Tapado”,<br />
miembro <strong>de</strong> la nobleza palatina, había dado muerte en lance <strong>de</strong> honor a otro caballero <strong>de</strong><br />
alta alcurnia, y que, para escudarlo, poniéndolo al margen <strong>de</strong> las sanciones legales, había<br />
sido mandado a Santo Domingo merced a gestiones <strong>de</strong> sus valedores en la corte, a condición<br />
<strong>de</strong> que no <strong>de</strong>scubriera nunca su cara en público, excusando así a los justicias <strong>de</strong>l rey en la<br />
isla la ignorancia <strong>de</strong> su presencia en ésta. La última sostenía sencillamente que “El Tapado”<br />
era un leproso, quien se cubría <strong>de</strong> esa manera el rostro para ocultar sus máculas a los ojos<br />
<strong>de</strong> los extraños.<br />
“El Tapado” <strong>de</strong> México es un personaje histórico. Se llamaba don Antonio <strong>de</strong> Benavi<strong>de</strong>s,<br />
era marqués <strong>de</strong> San Vicente y mariscal <strong>de</strong> campo y castellano <strong>de</strong> Acapulco. “El pueblo le llamó<br />
así porque cuando fue conducido a la ciudad <strong>de</strong> México para internarlo en la cárcel –dice don<br />
Artemio Valle-Arizpe, notable investigador y tradicionalista mexicano– cabalgaba en una<br />
mula, impenetrablemente envuelto en una capa y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un tropel <strong>de</strong> alguaciles”.<br />
Acerca <strong>de</strong> este personaje, el doctor Nicolás León, en su Compendio <strong>de</strong> la Historia General<br />
<strong>de</strong> México, dice: “Por este tiempo se presentó en México, con el carácter <strong>de</strong> visitador, don<br />
Antonio <strong>de</strong> Benavi<strong>de</strong>s, marqués <strong>de</strong> San Vicente, que fue recibido con gran<strong>de</strong>s muestras <strong>de</strong><br />
respeto y veneración; mas al llegar a Puebla, se le redujo a prisión por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la Audiencia<br />
y fue conducido preso a la ciudad <strong>de</strong> México el 4 <strong>de</strong> junio en la noche (1683). Se le siguió un<br />
misterioso proceso y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un año <strong>de</strong> prisión, el 10 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1684 fue con<strong>de</strong>nado a<br />
muerte y ejecutado el 14 <strong>de</strong>l mismo. Ahorcáronle y le cortaron la cabeza y las manos; una<br />
se clavó en la horca y la otra, con la cabeza, se mandó a Puebla. En los momentos <strong>de</strong> su ejecución<br />
acaeció un eclipse total <strong>de</strong> sol que espantó a toda la muchedumbre que presenciaba<br />
su muerte, <strong>de</strong>jando <strong>de</strong>sierta la Plaza Mayor. Nada se supo respecto a la causa <strong>de</strong> la muerte<br />
<strong>de</strong> este sujeto, a quien el vulgo llamó “El Tapado”.<br />
El doctor Francisco <strong>de</strong> la Fuente y Ruiz, español, quien fue ministro <strong>de</strong> la República<br />
Dominicana en México durante muchos años, escribió también, largamente, acerca <strong>de</strong> “El<br />
Tapado”, y sus trabajos se publicaron en Letras y Ciencias, <strong>de</strong> Santo Domingo. Él creía que el<br />
<strong>de</strong> aquí y el <strong>de</strong> allí en comento que hizo <strong>de</strong> lo escrito por Fuente y Ruiz, no eran el mismo<br />
sujeto. Nuestro ilustre tradicionista Penson, pareció inclinado a admitir esta i<strong>de</strong>ntidad.<br />
Para mí, todas las circunstancias concurren a mostrar que “El Tapado” <strong>de</strong> México y el<br />
<strong>de</strong> Santo Domingo son dos sujetos diferentes. No hay siquiera indicios <strong>de</strong> que el nuestro<br />
apareciera en la época más o menos en que llegó a México el que se hizo allá tristemente<br />
célebre. Se dice que el <strong>de</strong> Santo Domingo era en realidad un visitador regio; mas ésta es<br />
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