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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

como tampoco respon<strong>de</strong> siempre la exteriorización <strong>de</strong>l pensamiento al verda<strong>de</strong>ro modo <strong>de</strong><br />

pensar. Pero cuando un personaje <strong>de</strong>ja escapar repentinamente una frase correspondiente a<br />

un sentimiento o estado emocional <strong>de</strong> su vida, <strong>de</strong>spreocupado <strong>de</strong> todo artificio i<strong>de</strong>ológico o<br />

discursivo, revela mejor su carácter en lo que así le brota <strong>de</strong> lo íntimo. Es este momento <strong>de</strong>l<br />

dicho agudo sazonado <strong>de</strong> humorismo, que el fotógrafo <strong>de</strong> almas –escritor o periodista– suele<br />

reflejar en forma anecdótica. Esas expresiones traslucen, muchas veces, mejor que las pensadas,<br />

el verda<strong>de</strong>ro fondo <strong>de</strong> una vida. De ahí lo inclinado <strong>de</strong>l doctor Troncoso <strong>de</strong> la Concha al<br />

comprimido literario inspirado en un rasgo personal interesante. Toma el sorpresivo rasgo,<br />

lo sazona <strong>de</strong> gracia preparando el ánimo que ha <strong>de</strong> recogerlo y <strong>de</strong>gustarlo, y lo suelta cuando<br />

cree haber llevado la curiosidad <strong>de</strong>l lector inteligente a su máximo punto <strong>de</strong> interés en espera<br />

<strong>de</strong> un final que le sepa a bocado <strong>de</strong> ingenio en salsa <strong>de</strong> humorada.<br />

Hemos visto en el doctor Troncoso <strong>de</strong> la Concha la primera condición <strong>de</strong>l escritor según<br />

nuestro expresado punto <strong>de</strong> vista, y también la segunda, o sea la <strong>de</strong> pensar bien. Veámoslo<br />

ahora como estilista. El doctor Troncoso <strong>de</strong> la Concha posee un estilo personal inconfundible.<br />

Gasta poca adjetivación como recurso colorista. La rama llena <strong>de</strong> frutos es parca en hojas.<br />

Así su prosa, escueta <strong>de</strong> ordinario, pero jugosa siempre. El <strong>de</strong>snudo en la pintura y en la<br />

escultura está triunfando también en la literatura. Los mejores escritores son los más hechos<br />

a mesura <strong>de</strong> imágenes y tropos, los no empeñados en querer embellecer lo bello. Un hondo<br />

examen <strong>de</strong> la vida en general nos llevaría a la conclusión <strong>de</strong> que hay más <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>ces que<br />

velos, más naturaleza cruda que ropajes <strong>de</strong> las cosas naturales, y la verdad es que se ha<br />

abusado siempre <strong>de</strong>l vestido. Se ha ido muy lejos en exigencias <strong>de</strong> pompa. El realismo está<br />

corrigiendo las <strong>de</strong>masías <strong>de</strong> ese afán, lo cual es importante en el grado en que pue<strong>de</strong>n armonizarse<br />

<strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y ropaje, porque la excesiva inclinación al naturalismo y la exagerada<br />

pasión al culto <strong>de</strong> la gracia cubridora están conspirando por igual contra la dignidad <strong>de</strong>l<br />

arte literario. Casticidad y concisión son el secreto <strong>de</strong> la superioridad <strong>de</strong>l estilo.<br />

Hay dos clases <strong>de</strong> escritores bien <strong>de</strong>finidos: los que sólo emplean voz y pluma como<br />

instrumentos <strong>de</strong> combate y los que se sirven <strong>de</strong> una y otra como medios <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa y <strong>de</strong><br />

reparación. Manuel <strong>de</strong> Js. Troncoso <strong>de</strong> la Concha pertenece a este último linaje. No es que le<br />

interese encubrir el <strong>de</strong>fecto <strong>de</strong>l personaje objeto <strong>de</strong> su estudio, ni rebasar <strong>de</strong> la justa medida<br />

el encarecimiento <strong>de</strong> lo que en éste haya <strong>de</strong> virtud. ¡Jamás! No oculta nada <strong>de</strong> la fealdad<br />

moral <strong>de</strong> su historiado, sino que lo observa <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las relaciones <strong>de</strong> causa y efecto, <strong>de</strong><br />

vida y escenario, <strong>de</strong>l todo y <strong>de</strong> las partes, para las <strong>de</strong>ducciones lógicas indispensables al<br />

juicio exacto acerca <strong>de</strong> personajes y acontecimientos, seguro <strong>de</strong> que nadie es perfecto en<br />

este mundo ni hace esfuerzos para distinguirse como malo, circunstancia a que <strong>de</strong>bo estas<br />

consi<strong>de</strong>raciones que me he hecho más <strong>de</strong> una vez: Los malos son los que sólo <strong>de</strong>jan ver sus<br />

<strong>de</strong>fectos. Vistos sin prevención no son tan malos. Los buenos son los que sólo <strong>de</strong>jan ver sus<br />

virtu<strong>de</strong>s. En rigor <strong>de</strong> verdad, no son tan buenos. Y es que el doctor Troncoso <strong>de</strong> la Concha<br />

es, ante todo, un hombre que piensa humanamente. Acaso ha prohijado esta sentencia <strong>de</strong><br />

Víctor Hugo: “Hagamos humano lo divino”. Sin ser un hombre en sentido filosófico no se<br />

pue<strong>de</strong> ser un gran escritor por más dotes y conocimientos que se tengan para ello. Sobre la<br />

base <strong>de</strong>l hombre superior que hay en el personaje que nos ocupa, se levanta la autoridad<br />

sobresaliente <strong>de</strong>l escritor.<br />

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R. Emilio Jiménez.

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