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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES Comencé a escribir este libro la noche de San Silvestre, en la cresta de la ola de un año que pasaba para siempre, que iba a ser parte del mismo pretérito que me daba los materiales de la obra 6 . Una especie de memoria personal, pero que trasciende, en el tejido, lo íntimo, los bordes de la individualidad y se transforma en una voz colectiva, en memoria de memorias. El mismo Incháustegui, sorprendido en el fluir de la escritura, se percata que el motivo inicial se le va de las manos y otros propósitos se apoderan del pulso, su pulso, y empuja por direcciones múltiples: Me percaté que todos los recuerdos no eran míos. Imposible. Algunos los debo a mi madre que me contaba como fui; a mi tía, a los amigos dispersos a los cuatro vientos, que me transmitían escenas, frases, situaciones, que ya habían caído en el hoyo negro del olvido. Debo mucho a esos rescates fortuitos, a mi curiosidad, a mi paciencia para oír. 7 Así, pues, el impulso biográfico inicial se transforma en un fluir de memorias que rescatará, entre pormenores familiares, asuntos entrañables de la comunidad inmediata, su Baní permanente: “un poco como las tierras que me vieron nacer y que no me cansaré de cantar, de mi Baní”; 8 como de la comunidad mayor, el país. Y estos aspectos podemos enmarcarlos en estos asuntos: el biográfico, el sociológico, el político, el creador y el crítico literario. Este último en dos vertientes: observación sobre su obra y las de los otros. De buena forma, todo en este libro es memoria personal. Esto es, biografismo. Desde el título que remite a la infancia, a la forma de vida de Baní hasta el final, que cierra, precisamente, con el mismo título, El pozo muerto, forma de reconciliarse –ya en un proceso en que encontraron sereno asiento los aconteceres de la vida– con todo su pasado, que es carga y herencia inevitable. Lo biográfico es vida cumplida. Pero una biografía que, como viene de una sensibilidad singular, la del poeta, se vuelve sustancia de historia, en esos trazos, sin que sea propósito el historiar, se encuentran modos de vida propios de una época, trazos de historias humanas en las que el presente se afirma. Y ahí, en cierta medida, radica su razón de ser páginas escritas. Pero no trata, y no hay contradicción alguna, de una expresión biográfica como tal, que responda a reglas naturales de la exposición que anda pareja páginas y vida; no, se trata de un fluir de conciencia donde la temporalidad se marca y establece con las fuerzas naturales de las evocaciones y, además, por un sello de honestidad palpable. La cronología no es condición necesaria sino el tejido de la exposición. Y dentro de ese tejido que se mueve hacia delante y hacia atrás, en direcciones múltiples sobre lo acaecido, fluye la vida, los momentos que la constituyen: la niñez en Baní, luego en Azua, la adolescencia, los amores primeros, las premuras económicas, los familiares íntimos: padre, madre, tías, hermanos; la escuela y los compañeros de formación inicial, el primer trabajo, la novia y la esposa (Candita, compañera hasta más allá del morir), la muerte del padre, la religión, Dios y el temor y, desde luego, la formación literaria, la lectura, la forma como adoptó esa actitud de vida que lo abrazaría para siempre, la del escritor. Todo es biografía, pero sobre esa condición sobresale una nota que es lo que convierte a este libro en una singularidad, en una fuente a la que hay que 6Héctor Incháustegui Cabral, El pozo muerto, Imprenta Librería Dominicana, Ciudad Trujillo, República Dominicana, 1960. 7Op. cit., p.194. 8Op. cit., p.175. 322

INTRODUCCIÓN | CUATRO MIRADAS SOBRE UNA MISMA REALIDAD | Jo s é en r I q u e Ga r c í a recurrir con frecuencia, una biografía del autor y mucho de los otros, y en ese mucho de los otros se encuentra la distanciación del yo conducente, del yo que pertenece al yo mismo, a lo particular y único, y se instala en el ámbito de los otros, de la colectividad. Y entonces aquello que arrancó como una expresión del yo interior, se derrama en pluralidades: ésta es la naturaleza de El pozo muerto. Y en las líneas, que van dando cuenta de su formación literaria, que es la razón última de ser: Leí prácticamente todos los clásicos castellanos, por lo menos las ediciones de la Lectura. Descubrí los trabajos de Dámaso Alonso, los de Pedro Henríquez Ureña, que más tarde debía venir al país. Me lancé decidido en ese mar de ciencias que es Menéndez y Pelayo. Leí El Quijote, en la edición grande de Rodríguez Marín. 9 se filtran los elementos contextuales, esos que conforman el marco que encierra el vivir ordinario. Es por ello que en esas páginas encontramos vivas descripciones sobre los modos de vida, el ambiente de la aldea, de la ciudad, la diversión. La recreación de los paisajes campestres de lo urbano-aldeano, la forma de rezar, el noviazgo, el matrimonio, la esperanza y la desesperanza, la tierra entera con sus accidentes y sus posibilidades, etc. Visiones telúricas que luego fueron motivos sustanciales de sus poemas fundamentales, pues al leer este libro, necesariamente, nos remitimos a sus poemas y, desde luego, a los iniciales contenidos en su primer poemario, Poemas de una sola angustia, publicado en 1940 hasta desembocar en su última producción, En llegando al arrabal de senectud, de 1967. Y dentro de este tejido biográfico cabe destacar –en lo concerniente al obrar del hombre de carne y hueso con necesidades cotidianas– un aspecto que, como los otros, también desborda lo individual y, por tanto, lo biográfico sin dejar de serlo: nos referimos al periodismo. Aquí, en esta actividad suya, vital y determinante en formación y destino, encontramos ese rasgo que da carácter individual-colectivo al libro: la presencia de los otros y de la época. Bien consciente era Incháustegui de que lo que narraba, con tono y pulso propios de la oralidad que venía desde la infancia, buen oidor como él mismo se describe, y de la conciencia de oficio, podría tener gran significación siempre y cuando se entendiera a la recreación de aconteceres, de ambientes, hábitos, actitudes que tocaban lo sustancial y definitivo de su tiempo. Y es por ello, que en las página que dedica al periodismo, reproduce el prototipo de una sala de redacción de aquellos tiempos, y los disímiles meandros de un oficio por el que se filtran, y hasta se asientan, la vida colectiva y, en muchos momentos, también la individual de los personajes que son protagonistas de los eventos que se describen y narran. Su trabajo periodístico se inicia en 1936 en el Listín Diario. De este inicio nos dice: El aprendizaje fue rápido y me acomodé a mi oficio con cierto desembarazo. Había visto de cerca, desde niño, un periódico. Conocí algunos de los secretos de la imprenta y estaba acostumbrado a expresarme por escrito a vuela-máquina. 10 Esta labor cubrió años, y en ese discurrir desempeño distintas posiciones: desde redactor, columnista, jefe de redacción, editorialista, hasta alcanzar la dirección de un periódico: La Opinión. 9 Op. cit., p.70. 10 Op. cit., p.91. 323

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Comencé a escribir este libro la noche <strong>de</strong> San Silvestre, en la cresta <strong>de</strong> la ola <strong>de</strong> un año que pasaba<br />

para siempre, que iba a ser parte <strong>de</strong>l mismo pretérito que me daba los materiales <strong>de</strong> la obra 6 .<br />

Una especie <strong>de</strong> memoria personal, pero que trascien<strong>de</strong>, en el tejido, lo íntimo, los bor<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la individualidad y se transforma en una voz colectiva, en memoria <strong>de</strong> memorias.<br />

El mismo Incháustegui, sorprendido en el fluir <strong>de</strong> la escritura, se percata que el motivo<br />

inicial se le va <strong>de</strong> las manos y otros propósitos se apo<strong>de</strong>ran <strong>de</strong>l pulso, su pulso, y empuja<br />

por direcciones múltiples:<br />

Me percaté que todos los recuerdos no eran míos. Imposible. Algunos los <strong>de</strong>bo a mi madre que<br />

me contaba como fui; a mi tía, a los amigos dispersos a los cuatro vientos, que me transmitían<br />

escenas, frases, situaciones, que ya habían caído en el hoyo negro <strong>de</strong>l olvido. Debo mucho a esos<br />

rescates fortuitos, a mi curiosidad, a mi paciencia para oír. 7<br />

Así, pues, el impulso biográfico inicial se transforma en un fluir <strong>de</strong> memorias que rescatará,<br />

entre pormenores familiares, asuntos entrañables <strong>de</strong> la comunidad inmediata, su<br />

Baní permanente: “un poco como las tierras que me vieron nacer y que no me cansaré <strong>de</strong> cantar,<br />

<strong>de</strong> mi Baní”; 8 como <strong>de</strong> la comunidad mayor, el país. Y estos aspectos po<strong>de</strong>mos enmarcarlos<br />

en estos asuntos: el biográfico, el sociológico, el político, el creador y el crítico literario. Este<br />

último en dos vertientes: observación sobre su obra y las <strong>de</strong> los otros.<br />

De buena forma, todo en este libro es memoria personal. Esto es, biografismo. Des<strong>de</strong> el<br />

título que remite a la infancia, a la forma <strong>de</strong> vida <strong>de</strong> Baní hasta el final, que cierra, precisamente,<br />

con el mismo título, El pozo muerto, forma <strong>de</strong> reconciliarse –ya en un proceso en que<br />

encontraron sereno asiento los aconteceres <strong>de</strong> la vida– con todo su pasado, que es carga y<br />

herencia inevitable. Lo biográfico es vida cumplida. Pero una biografía que, como viene <strong>de</strong><br />

una sensibilidad singular, la <strong>de</strong>l poeta, se vuelve sustancia <strong>de</strong> historia, en esos trazos, sin<br />

que sea propósito el historiar, se encuentran modos <strong>de</strong> vida propios <strong>de</strong> una época, trazos <strong>de</strong><br />

historias humanas en las que el presente se afirma. Y ahí, en cierta medida, radica su razón<br />

<strong>de</strong> ser páginas escritas.<br />

Pero no trata, y no hay contradicción alguna, <strong>de</strong> una expresión biográfica como tal, que<br />

responda a reglas naturales <strong>de</strong> la exposición que anda pareja páginas y vida; no, se trata <strong>de</strong><br />

un fluir <strong>de</strong> conciencia don<strong>de</strong> la temporalidad se marca y establece con las fuerzas naturales<br />

<strong>de</strong> las evocaciones y, a<strong>de</strong>más, por un sello <strong>de</strong> honestidad palpable. La cronología no es condición<br />

necesaria sino el tejido <strong>de</strong> la exposición. Y <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ese tejido que se mueve hacia<br />

<strong>de</strong>lante y hacia atrás, en direcciones múltiples sobre lo acaecido, fluye la vida, los momentos<br />

que la constituyen: la niñez en Baní, luego en Azua, la adolescencia, los amores primeros, las<br />

premuras económicas, los familiares íntimos: padre, madre, tías, hermanos; la escuela y los<br />

compañeros <strong>de</strong> formación inicial, el primer trabajo, la novia y la esposa (Candita, compañera<br />

hasta más allá <strong>de</strong>l morir), la muerte <strong>de</strong>l padre, la religión, Dios y el temor y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego,<br />

la formación literaria, la lectura, la forma como adoptó esa actitud <strong>de</strong> vida que lo abrazaría<br />

para siempre, la <strong>de</strong>l escritor. Todo es biografía, pero sobre esa condición sobresale una nota<br />

que es lo que convierte a este libro en una singularidad, en una fuente a la que hay que<br />

6Héctor Incháustegui Cabral, El pozo muerto, Imprenta Librería Dominicana, Ciudad Trujillo, República Dominicana,<br />

1960.<br />

7Op. cit., p.194.<br />

8Op. cit., p.175.<br />

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