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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES Un hombre contrahecho, de aspecto enfermizo, maltraído, entró en la rectoría, la cabeza cubierta con un sombrero de ‘cana’ como si no estuviese obligado a guardar ningún miramiento, y se detuvo en mitad del despacho, mientras sus ojos se dirigían vagamente de un lado a otro de los objetos que adornaban la estancia. 2 Este segundo ejemplo ratifica: Ese fue su mal. Se encaramó sobre una de las ventanas de la torre y luego de abrir el paraguas y sostenerlo por el puño del bastón con la mano izquierda para resguardarse de la llovizna echó el cuerpo más delante de lo razonable, tomó con la derecha una de las cuerdas, resbaló, le flaquearon las piernas y… héte aquí a José Rondón en el aire, con gran espanto de su parte y de las pocas personas que presenciaban la impresionante e incomprensible escena. 3 He aquí dos escenas de las que abundan en estas narraciones, las cuales representan dos buenas piezas de su género en la literatura dominicana y también en todo el ámbito del Caribe. La recuperación de sucesos históricos –que la misma historia no le asigna el espacio propio, ni mucho menos la atención debida, y que adquieren fisonomía de simples anécdotas, generalmente revestidas de jocosidad– encontramos en este libro con plasticidad concreta. Es lo que acontece con asuntos muy propios de la tradición mundial y que llegan al país remontando mares a través de barcos, bergantines, en la bocas de marineros, clérigos, oficiales y viajantes, ejemplo, la historia de El Tapado. Este relato remite a la novela, como referente histórico de primera categoría y ficcional a la vez, El hombre de la máscara de hierro, de Alejandro Dumas. Lo que en ella narra se volvió leyenda en la memoria de hombres y mujeres de distintas latitudes. El autor recoge en esta narración una actitud muy propia de la tradición oral hispanoamericana, que tiene en Ricardo Palma, el peruano insigne, a su mejor representante; se trata de reproducir, con apenas variantes, historias, leyendas, aconteceres que tomaron fuerza en el continente europeo, y, por razón de impulso de los mismos viajes de un lado a otro, estas historias en bocas de la gente del pueblo, arrastrada, como hemos anotado, por las gentes de la marinería y de la clerecía, se hicieron adultas y echaron raíces en la creencia de las colectividades. Y con este libro, su autor, inserta a la literatura dominicana en esa corriente hispanoamericana donde la picaresca se impone como modalidad literaria y testimonial. Hay en estas tradiciones y narraciones piezas que, desde el punto de vista estructural, ya señalaban o apuntaban el sentido o concepto de cuento en su forma de imagen cíclica y, de igual modo, la manera como se distribuyen los elementos constitutivos del cuento. En La maldición del esclavo tenemos un ejemplo bien concreto. De este modo comienza esta pieza: No se hablaba de otra cosa en la ciudad de Santo Domingo. Claro. El hecho sólo de haber muerto el gobernador. 4 Un inicio propio del género literario desde sus inicios y que aún prevalece, pues reúne esa condición indispensable a esta narrativa breve: la de iniciar con acción el relato y fijar la clave para el desarrollo y hasta del mismo desenlace. Y este otro comienzo de El muerto que recordó: Fue en los primeros años del segundo gobierno el brigadier don Joaquín García y Moreno, según referían nuestros abuelos. Digamos hacia 1790. 5 2 El secreto de Catatey, op. cit., p.75. 3 El vuelo de José Pajarito, op. cit., p.53. 4 La maldición del esclavo, op. cit., p.47. 5 El muerto que recordó, op. cit., p.69. 320

INTRODUCCIÓN | CUATRO MIRADAS SOBRE UNA MISMA REALIDAD | Jo s é en r I q u e Ga r c í a Es decir, encontramos ya la base de lo que será la estructura del cuento dominicano como tal. Y, además, un elemento que se asienta en estos textos y que constituye una clave fundamenta en el cuento, la oralidad. La oralidad no vista desde el punto de vista de reproducción de frases, expresiones, dichos, refranes, sino como elemento estructural básico, la sensación de lo contado que se traspasa del contador al oyente, y así la prolongación del relato. Ese rasgo, que se inicia desde la misma primera frase, que se diluye por el cuerpo textual, aquí se nos aparece con fervor y entusiasmo, y hasta con harta propiedad dentro de su especificidad, si partimos de la estructura del relato que tiene como propósito referir y recrear, la ficción se asienta en la reproducción, evocación y hasta en el parafraseo. El empleo de largos incisos, en los que se introducen en la historia central otras historias y sucesos, es característico de este libro. Y esta práctica destruye el eje central de la narración, restándole coherencia expositiva, desdibujando el fluir que conducía a la obtención de una pieza cíclica, redonda, la del cuento. Véase los trabajos titulados, a manera de ejemplificación, Así no pelea mi gallo, Historia del primer quinqué, La contraparcó. En esta última narración, la historia es un largo inciso o paréntesis que da cuenta de la sucesión de jurisprudencias sobre deuda y pago. La moraleja o sentencia final se emplea con frecuencia, y que contribuye a imprimir sentido estructural, proviene de los primeros relatos o cuentos del mundo hispánico, sobre todo del Libro de buen amor, del Conde Lucanor. Un lenguaje culto, bien cuidado, es notorio en estas narraciones. El léxico no recoge particularidades del habla, escasas son las palabras que caen dentro del ámbito regional, local, a pesar de la temática tan telúrica, de las situaciones y de los conflictos que se describen y narran tan propios de personajes que colindan con lo muy primario, y en ocasiones, con la larvario. Únicamente se observa, como particularidades expresivas, que no está distante de la naturaleza de los temas y motivos, el empleo de refranes, de sentencias y de frases cultas, éstas últimas procedentes del latín. Prevalece una sintaxis lógica, coherente, sin sobresaltos, ni peripecias. Líneas y párrafos que responden a una fluir en el que el orden se impone con reglas aprendidas. Finalmente, dentro de las bondades de este libro, justo es destacar la existencia de piezas que bien han indicado camino y forma a la narración breve dominicana, como el titulado El secreto de Catatey, digno de aparecer en cualquier respetada antología de textos picarescos. Nada falta, todo en su sitio y ordenado: la anécdota, los personajes, los escenarios, la secuencia de lo acontecido, la caracterización de los personajes, los trazos que dibujan a los personajes y un final inesperado que redobla el sentido jocoso del relato que resbala desde el inicio del robo: la rica lámpara de plata repujada que durante más de un siglo había alumbrado el retablo de la Virgen de la Altagracia, hasta el final con aquella salida inesperada, absurda. Y justa a la vez. Agreguemos, además, ese sedimento de la oralidad, aquí matizado por el empleo de refranes, dichos, sentencias, ocurrencias léxicas… Segunda mirada El pozo muerto Una elemental pregunta nos hacemos como umbral de estas notas introductorias a El pozo muerto, de Héctor Incháustegui Cabral: ¿Qué contiene y refleja este libro? Veamos, a manera de respuesta. Todo el libro es una extensa indagación interior del autor sobre su vida: 321

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Un hombre contrahecho, <strong>de</strong> aspecto enfermizo, maltraído, entró en la rectoría, la cabeza cubierta<br />

con un sombrero <strong>de</strong> ‘cana’ como si no estuviese obligado a guardar ningún miramiento, y se<br />

<strong>de</strong>tuvo en mitad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho, mientras sus ojos se dirigían vagamente <strong>de</strong> un lado a otro <strong>de</strong> los<br />

objetos que adornaban la estancia. 2<br />

Este segundo ejemplo ratifica:<br />

Ese fue su mal. Se encaramó sobre una <strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong> la torre y luego <strong>de</strong> abrir el paraguas y<br />

sostenerlo por el puño <strong>de</strong>l bastón con la mano izquierda para resguardarse <strong>de</strong> la llovizna echó el<br />

cuerpo más <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> lo razonable, tomó con la <strong>de</strong>recha una <strong>de</strong> las cuerdas, resbaló, le flaquearon<br />

las piernas y… héte aquí a José Rondón en el aire, con gran espanto <strong>de</strong> su parte y <strong>de</strong> las pocas<br />

personas que presenciaban la impresionante e incomprensible escena. 3<br />

He aquí dos escenas <strong>de</strong> las que abundan en estas narraciones, las cuales representan dos buenas<br />

piezas <strong>de</strong> su género en la literatura dominicana y también en todo el ámbito <strong>de</strong>l Caribe.<br />

La recuperación <strong>de</strong> sucesos históricos –que la misma historia no le asigna el espacio propio,<br />

ni mucho menos la atención <strong>de</strong>bida, y que adquieren fisonomía <strong>de</strong> simples anécdotas, generalmente<br />

revestidas <strong>de</strong> jocosidad– encontramos en este libro con plasticidad concreta. Es lo que<br />

acontece con asuntos muy propios <strong>de</strong> la tradición mundial y que llegan al país remontando<br />

mares a través <strong>de</strong> barcos, bergantines, en la bocas <strong>de</strong> marineros, clérigos, oficiales y viajantes,<br />

ejemplo, la historia <strong>de</strong> El Tapado. Este relato remite a la novela, como referente histórico <strong>de</strong><br />

primera categoría y ficcional a la vez, El hombre <strong>de</strong> la máscara <strong>de</strong> hierro, <strong>de</strong> Alejandro Dumas. Lo<br />

que en ella narra se volvió leyenda en la memoria <strong>de</strong> hombres y mujeres <strong>de</strong> distintas latitu<strong>de</strong>s.<br />

El autor recoge en esta narración una actitud muy propia <strong>de</strong> la tradición oral hispanoamericana,<br />

que tiene en Ricardo Palma, el peruano insigne, a su mejor representante; se trata <strong>de</strong> reproducir,<br />

con apenas variantes, historias, leyendas, aconteceres que tomaron fuerza en el continente europeo,<br />

y, por razón <strong>de</strong> impulso <strong>de</strong> los mismos viajes <strong>de</strong> un lado a otro, estas historias en bocas<br />

<strong>de</strong> la gente <strong>de</strong>l pueblo, arrastrada, como hemos anotado, por las gentes <strong>de</strong> la marinería y <strong>de</strong><br />

la clerecía, se hicieron adultas y echaron raíces en la creencia <strong>de</strong> las colectivida<strong>de</strong>s. Y con este<br />

libro, su autor, inserta a la literatura dominicana en esa corriente hispanoamericana don<strong>de</strong> la<br />

picaresca se impone como modalidad literaria y testimonial.<br />

Hay en estas tradiciones y narraciones piezas que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista estructural, ya<br />

señalaban o apuntaban el sentido o concepto <strong>de</strong> cuento en su forma <strong>de</strong> imagen cíclica y, <strong>de</strong> igual<br />

modo, la manera como se distribuyen los elementos constitutivos <strong>de</strong>l cuento. En La maldición<br />

<strong>de</strong>l esclavo tenemos un ejemplo bien concreto. De este modo comienza esta pieza:<br />

No se hablaba <strong>de</strong> otra cosa en la ciudad <strong>de</strong> Santo Domingo. Claro. El hecho sólo <strong>de</strong> haber muerto<br />

el gobernador. 4<br />

Un inicio propio <strong>de</strong>l género literario <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus inicios y que aún prevalece, pues reúne esa<br />

condición indispensable a esta narrativa breve: la <strong>de</strong> iniciar con acción el relato y fijar la clave<br />

para el <strong>de</strong>sarrollo y hasta <strong>de</strong>l mismo <strong>de</strong>senlace. Y este otro comienzo <strong>de</strong> El muerto que recordó:<br />

Fue en los primeros años <strong>de</strong>l segundo gobierno el brigadier don Joaquín García y Moreno, según<br />

referían nuestros abuelos. Digamos hacia 1790. 5<br />

2 El secreto <strong>de</strong> Catatey, op. cit., p.75.<br />

3 El vuelo <strong>de</strong> José Pajarito, op. cit., p.53.<br />

4 La maldición <strong>de</strong>l esclavo, op. cit., p.47.<br />

5 El muerto que recordó, op. cit., p.69.<br />

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