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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

Carta quincuagésimo octava<br />

¡Muy apreciada Amelia, amiga mía!<br />

¡Cuánto obliga usted mi afectuoso reconocimiento! ¡Sus alentadoras esquelas, no lo du<strong>de</strong>,<br />

producen su efecto en mí levantándome el espíritu!<br />

Este quebranto sin término, va postrándome hasta una completa inanición. Y ya no soy<br />

ni consciente…<br />

¡Oh! ¡si fuera verdad el sueño <strong>de</strong> usted! y no por el país, ni por sus cosas, que para mí<br />

¡qué sé yo! ¡Paréceme verlo todo ya con profunda indiferencia! ¡Soy muy viejo ya para seguir<br />

esperando vitales reacciones <strong>de</strong> un pueblo tan enfermo! ¡Es por mí mismo; por mi personal<br />

conveniencia, que quisiera eso! Pero ¡vamos! Fue un sueño, ¡nada más!<br />

Mientras tanto ¿sabe que me llevan al campo, a una estancia? Y yo me <strong>de</strong>jo hacer, ¡sometiéndome<br />

a todo!<br />

Ahí le <strong>de</strong>vuelvo los folletos que tenía <strong>de</strong> usted <strong>de</strong> los cuales he leído los más interesantes.<br />

¡Esas revistas y otras viejas van en <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia como yo!<br />

Y… ¡ni sé cómo he llegado hasta las presentes líneas! Sin duda es el espíritu <strong>de</strong> usted el<br />

que va llevándome la pluma…<br />

Hacía una semana que no me sentaba al escritorio.<br />

Suyo afectísimo <strong>de</strong>l alma, mi noble amiga, es siempre <strong>de</strong> usted.<br />

P. Meriño.<br />

¡Santo cielo! ¿Podía haber algo más <strong>de</strong>sgarrador que esta carta para quien conoció y amó<br />

a Monseñor <strong>de</strong> Meriño? ¡A mí me <strong>de</strong>strozó intensamente!<br />

¡Él contestaba en ella a mis esquelas sugestivas! yo le hablaba <strong>de</strong> mis sueños; trataba <strong>de</strong> alucinarle,<br />

<strong>de</strong> engañarle con respecto <strong>de</strong> mí misma; ¡a distancia pretendía infundirle mi espíritu! Él creía mucho<br />

en la comunicación <strong>de</strong> las almas. Siempre me dijo que la mía estaba con él; que le acompañaba<br />

con frecuencia y que tenía la convicción <strong>de</strong> que la <strong>de</strong> él me animaba muchas veces.<br />

Esos folletos creo que fueron los últimos que le presté. Al campo don<strong>de</strong> le llevaron,<br />

enviaba yo personas adictas a ofrecerle sus servicios por mí, a indagar noticias <strong>de</strong>talladas; a<br />

solicitar alguna palabra suya que me alentara; que me permitiera esperar una prolongación<br />

<strong>de</strong> vida; ¡una reacción favorable! Y lo contrario sucedió.<br />

De esa estancia lo trajeron peor… Cuando lo supe… ¡ah!<br />

Carta quincuagésimo novena<br />

Esta carta suya es <strong>de</strong>l año 1906.<br />

“¡Gracias, Amelia, muy estimada!<br />

¡Yo soy siempre el varón que, en las luchas <strong>de</strong> la vida, se ha mantenido fuerte, inspirándose<br />

en los más elevados principios <strong>de</strong> la sana filosofía!<br />

¡Y usted, mi admirada amiga, no <strong>de</strong>smaye tampoco!<br />

Su afectísimo,<br />

P. Meriño”.<br />

Esta esquela, en la que cree uno ver restablecida toda la magnífica virilidad <strong>de</strong>l Meriño<br />

<strong>de</strong> los pasados tiempos, <strong>de</strong>bió ser infundida, como contestación a algunas <strong>de</strong> las mías, salida<br />

<strong>de</strong>l corazón. ¿Qué no le escribía yo para realentarle? ¿Qué no me sugirió el afecto más que<br />

nunca oculto que le profesaba, en miras <strong>de</strong> levantarle el ánimo y que el espíritu influyera<br />

en la reacción <strong>de</strong>l cuerpo?<br />

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