Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES Él me miró enternecido y sacudió la cabeza… ¡Qué Dios la bendiga! me dijo. Tuvimos ambos un presentimiento?… Yo no puedo decirlo por mí. Lo que me anonadaba era ese dolor que veía en él. Dejóme tristemente. No volvió él a mi casa ¡Esa fue la última vez que le vi en ella! Me detengo. ¡Las lágrimas me impiden continuar! ............................................................................................................... ............................................................................................................... Lx En octubre estalló la revolución contra el gobierno de Woss y Gil. Contra toda mi voluntad, los horacistas se unieron a los jimenistas y el triunfo les fue fácil. Sin tirar un tiro llegaron los revolucionarios a las puertas de la ciudad. La capital resistió veinte días. Ninguna desgracia se lamentó. Entraron las tropas unidas y los jefes de ellas se repartieron el poder. El horacismo, según yo lo vaticinara, en seis meses estuvo potente. Los jimenistas eran fuertes hombres. En diciembre ya se combatían los dos partidos entre sí, por desconfiar el uno del otro. Eso lo había yo previsto, eso lo quise evitar al oponerme a la unión, pero no fui atendida. Y ya había recibido la noticia que Pierre Lotí me enviaba desde su estación de Oriente. No podía contar con él. El amigo que estaba en New York también me escribió lo que le había pasado… ¡Mi desesperación fue inmensa cuando perdí por ese lado la ilusión, al mismo tiempo que la guerra fratricida, la guerra atroz que duró tantos meses, principiaba! Todas las desgracias se abatían sobre mí. El horacismo conservaba el poder en la capital, con el presidente Morales a la cabeza. Los jimenistas, vencedores en casi toda la república, venían a sitiar al gobierno que ellos ayudaron a formar. El 1ro. de enero amaneció el sitio declarado. Y ese día, en medio de los tiros, de los cañonazos; de todos los ruidos de una ciudad sitiada, mi hermana Ofelia me decía con desesperación: —¡Estoy ciega! ¡Estoy ciega! ¡Hoy no veo nada! ¡Qué triste Año Nuevo! ¡Oh! ¡Qué horrible cosa! Hacía una semana que padecía la pobre de una oftalmia purulenta, que no se pudo combatir a tiempo y que cerró sus ojos. Recobró la vista un mes después, gracias a una arriesgada operación quirúrgica, llevada a cabo por buenos médicos; sí, pero los cuales confesaban no poder asegurar el éxito por no ser especialistas. En la capital no había oculista alguno y no era posible tomarlo del extranjero. ¡Lo repito! ¡Mi sufrimiento fue espantoso! Los cuidados que prodigué a la enferma debieron ser infinitos. Dos meses más tarde era dada de alta; pero ¡cómo quedé yo! ¡Es necesario suponerlo! ¡Y mi marido estaba enfermo siempre! ¡y en la ciudad se iba careciendo de todo! ¡y la guerra proseguía! ¡y cada día llegaban a mí noticias de muertes de parientes y de amigos y de relacionados! ¡y yo sentía pesar sobre mí una horrorosa responsabilidad moral: respecto de mi hermana, respecto de mi esposo, respecto del partido que yo había levantado, preparándolo para la obra de paz, y que combatían ahora y caían con frecuencia, pudiendo acusarme de haberlo empujado hacia la muerte! Esto no era así, porque, por desatender mis consejos y mis advertencias, era que se había lanzado a la lid, 300

AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO contra Woss y Gil, pero así se creía y yo estaba trastornada por la idea de que Monseñor de Meriño pudiera pensarlo. Sus cartas revelan otra cosa. Carta quincuagésima Mi querida y noble Amelia: Porque no salgo es que no he ido a verla. No sé cuándo será que podré ir. El catarro me ha doblado. Me siento el cuerpo como si me hubieran manteado; pero aún tengo más enfermo el espíritu. ¡Así la supongo yo a usted! ¡Dios se apiade de la República! ¡Deseo a usted y a Don Rafael un 1904 completamente reparador, moral y materialmente, sin nubes ni sombras de pesar! B. S. M. su afectísimo de corazón, P. Meriño. ¡Cosa digna de enternecer! En el estado de cuerpo y de ánimo en que se hallaba, Monseñor añadía unas líneas pidiéndome juguetes y muñecas para sus huérfanas. LxI Contra toda esperanza yo seguía luchando por la realización de mi sueño. Aunque cada día los mismos acontecimientos políticos hacíanlo menos posible porque contrarrestaban todos mis proyectos para conseguirlo. La candidatura de Morales y de Cáceres obligábame a descuidar la de Vásquez y Tejera, que era la de los que yo necesitaba en el poder. Morales, con quien personalmente la discutí, amistosamente, mostrábase deferente conmigo y me prometió todo favor. Él era hombre de progreso, pero no tal como yo lo deseaba. Le encontraba poca entereza, aun cuando fuera arrojado, escaso fondo moral. Dejábase arrastrar por las pasiones ajenas o que lisonjeaban y favorecían su ambición. Por eso sólo me inspiraba confianza mínima. ¡Para ayudarme en mi tarea tan solo patriotas abnegados, ya escarmentada por la experiencia de un fracaso, podían servir! ¡Y no jóvenes que anhelaran el vellocino de oro, aún llenos de ilusiones y de loco ardor! El sitio continuaba. Recibí esta esquela de Monseñor. Carta quincuagésimo primera B. L. M. A su noble y muy querida Amelia, devolviéndole los números de la Revue* que ya he leído. Con más gusto me iría yo a llevárselo, para tener la satisfacción de verla, pero aún sigo haciéndole dúo a la Cortine: éste moteando y yo tosiendo. La gripe me ha pagado bien las ganas. Le incluyo esa moneda para que me haga el favor de satisfacer a la “Nueva Feria”. Es el importe de las muñecas. ¡Hasta la vista pues! Su afectísimo. P. Meriño. *Periódico francés que recibíamos de París y el cual facilitábamos a Monseñor de Meriño. 301

AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

contra Woss y Gil, pero así se creía y yo estaba trastornada por la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Monseñor <strong>de</strong><br />

Meriño pudiera pensarlo.<br />

Sus cartas revelan otra cosa.<br />

Carta quincuagésima<br />

Mi querida y noble Amelia:<br />

Porque no salgo es que no he ido a verla. No sé cuándo será que podré ir.<br />

El catarro me ha doblado. Me siento el cuerpo como si me hubieran manteado; pero aún<br />

tengo más enfermo el espíritu.<br />

¡Así la supongo yo a usted! ¡Dios se apia<strong>de</strong> <strong>de</strong> la República!<br />

¡Deseo a usted y a Don Rafael un 1904 completamente reparador, moral y materialmente,<br />

sin nubes ni sombras <strong>de</strong> pesar!<br />

B. S. M. su afectísimo <strong>de</strong> corazón,<br />

P. Meriño.<br />

¡Cosa digna <strong>de</strong> enternecer! En el estado <strong>de</strong> cuerpo y <strong>de</strong> ánimo en que se hallaba, Monseñor<br />

añadía unas líneas pidiéndome juguetes y muñecas para sus huérfanas.<br />

LxI<br />

Contra toda esperanza yo seguía luchando por la realización <strong>de</strong> mi sueño.<br />

Aunque cada día los mismos acontecimientos políticos hacíanlo menos posible porque<br />

contrarrestaban todos mis proyectos para conseguirlo.<br />

La candidatura <strong>de</strong> Morales y <strong>de</strong> Cáceres obligábame a <strong>de</strong>scuidar la <strong>de</strong> Vásquez y Tejera,<br />

que era la <strong>de</strong> los que yo necesitaba en el po<strong>de</strong>r.<br />

Morales, con quien personalmente la discutí, amistosamente, mostrábase <strong>de</strong>ferente conmigo<br />

y me prometió todo favor. Él era hombre <strong>de</strong> progreso, pero no tal como yo lo <strong>de</strong>seaba.<br />

Le encontraba poca entereza, aun cuando fuera arrojado, escaso fondo moral. Dejábase<br />

arrastrar por las pasiones ajenas o que lisonjeaban y favorecían su ambición. Por eso sólo me<br />

inspiraba confianza mínima. ¡Para ayudarme en mi tarea tan solo patriotas abnegados, ya<br />

escarmentada por la experiencia <strong>de</strong> un fracaso, podían servir! ¡Y no jóvenes que anhelaran<br />

el vellocino <strong>de</strong> oro, aún llenos <strong>de</strong> ilusiones y <strong>de</strong> loco ardor!<br />

El sitio continuaba. Recibí esta esquela <strong>de</strong> Monseñor.<br />

Carta quincuagésimo primera<br />

B. L. M.<br />

A su noble y muy querida Amelia, <strong>de</strong>volviéndole los números <strong>de</strong> la Revue* que ya he leído.<br />

Con más gusto me iría yo a llevárselo, para tener la satisfacción <strong>de</strong> verla, pero aún sigo<br />

haciéndole dúo a la Cortine: éste moteando y yo tosiendo.<br />

La gripe me ha pagado bien las ganas.<br />

Le incluyo esa moneda para que me haga el favor <strong>de</strong> satisfacer a la “Nueva Feria”. Es<br />

el importe <strong>de</strong> las muñecas.<br />

¡Hasta la vista pues!<br />

Su afectísimo.<br />

P. Meriño.<br />

*Periódico francés que recibíamos <strong>de</strong> París y el cual facilitábamos a Monseñor <strong>de</strong> Meriño.<br />

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