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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

la revolución? ¿Y podía yo olvidar las palabras últimas que me dijera el segundo contra<br />

el Gobierno? ¡Sentí el corazón torturado y escribí a mi amadísimo amigo en esa forma<br />

angustiosa!<br />

¡Cómo me excusé <strong>de</strong>spués! Y con cuánta magnanimidad aceptó él mis excusas que reconoció<br />

sinceras y dolorosas ¡Bien me conocía! ¡Ni un momento podía dudar <strong>de</strong> mí, como<br />

no dudó jamás! Nunca tuvimos ocasión <strong>de</strong> volver sobre este inci<strong>de</strong>nte. Él lo olvidó y si yo<br />

lo recordé fue para avergonzarme <strong>de</strong> él.<br />

xLIx<br />

La contienda sangrienta duró poco. La renuncia <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte Jimenes puso término a<br />

ella, en algunos días. Apenas se resintió la ciudad <strong>de</strong> lo que había pasado.<br />

Como presi<strong>de</strong>nte provisional vino al po<strong>de</strong>r el general Vásquez; pero Don Emiliano,<br />

que gozaba <strong>de</strong> la confianza absoluta <strong>de</strong>l nuevo jefe <strong>de</strong>l Estado, fue el encargado <strong>de</strong> dirigir<br />

la política que se iba a implantar.<br />

Los revolucionarios habían inscrito en su ban<strong>de</strong>ra un lema muy hermoso: “Or<strong>de</strong>n y<br />

honra<strong>de</strong>z”. ¡Ojalá el sistema que iba a emplearse para ponerlo en práctica hubiese sido<br />

menos violento! Tuve ilusiones. Esperé en Don Emiliano ciegamente y por eso estuvo con<br />

él mi corazón <strong>de</strong> patriota.<br />

No temía por mi ilustre amigo, confiada en la palabra que me diera el otro <strong>de</strong> no perjudicarle<br />

nunca y <strong>de</strong> servirle en todo lo posible. Y mi disgusto por lo ocurrido se calmó.<br />

Vi comenzar la obra <strong>de</strong> reparación económica, que era a la que tendían los directores<br />

<strong>de</strong> la revolución. Pero, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, con poco acierto. Se quería ir <strong>de</strong>masiado pronto en el<br />

camino <strong>de</strong> restaurar las finanzas públicas y se tomaron medidas que parecieron arbitrarias.<br />

Faltó pru<strong>de</strong>ncia; faltó tacto. Principiaron las quejas contra el gobierno acabado <strong>de</strong> instalar.<br />

Llamé a Don Emiliano y se lo dije.<br />

—Amigo mío, yo quiero ayudarle, como usted me ayudó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l 26 <strong>de</strong> Julio. No<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñe mi opinión. Usted sabe que mi corazón es el que me inspira. De fuera se ven a veces<br />

las cosas mejor <strong>de</strong> lo que las ve el que está en acción. Yo sigo los pasos <strong>de</strong> usted en la vía que<br />

ha emprendido, ansiosamente. Y creo que se <strong>de</strong>svía usted. En<strong>de</strong>rece a tiempo lo torcido,<br />

Don Emiliano. ¡Escúcheme usted!<br />

El me oía; pero comprendí que no atendía bien a lo que le expusiera. Le encontré distinto.<br />

Embargado por su nueva situación y confiado por <strong>de</strong>más en sí mismo. Me pareció ciego; ¡él,<br />

el clarivi<strong>de</strong>nte, él, que sabía consi<strong>de</strong>rarlo todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tan alto y juzgarlo! Principié a dudar;<br />

me entristecí por el país.<br />

“Si esto fracasa, dije para mí, ¿qué será <strong>de</strong> Santo Domingo? Habrá paz para la República?<br />

¿En qué pararemos?”.<br />

Las pocas veces que vi a Don Emiliano, hasta noviembre, época en que estallaran dos<br />

movimientos revolucionarios, quedé muy poco complacida. Resolví <strong>de</strong>senten<strong>de</strong>rme <strong>de</strong> la<br />

política, lo mismo que lo hiciera dos años antes.<br />

Muchas personas acudían a mí, conocedoras <strong>de</strong> la amistad antigua que me ligara al<br />

jefe <strong>de</strong> la situación, creyéndome influyente cerca <strong>de</strong> él, y me pedían que les proporcionase<br />

empleos o algún favor <strong>de</strong>l gobierno.<br />

Tuve que contestarles que nada podía hacer por ellos, porque yo misma no era favorecida.<br />

No lo creyeron y se enojaron conmigo; juzgándome engreída porque estaba arriba. Y así<br />

lo creyeron.<br />

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