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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

al martirizar al esposo <strong>de</strong> ella, ¡<strong>de</strong>l modo más cruel hasta que le quitó la vida! Hablo <strong>de</strong> la<br />

noble viuda <strong>de</strong>l general Eugenio Generoso <strong>de</strong> Marchena, en Las Clavellinas (Azua) en 1894,<br />

padre <strong>de</strong>l Dr. Pedro E. <strong>de</strong> Marchena, Miguel Ángel, A<strong>de</strong>laida <strong>de</strong> López Penha, primo mío,<br />

ejecutado por Lilís y cuya muerte me causó dolor profundo.<br />

Pero al mismo tiempo que pedía a Dios misericordia por el monstruo fallecido, invoquéla<br />

con tanto fervor y <strong>de</strong> lo más íntimo <strong>de</strong> mi alma, para que me favoreciera, para que<br />

me iluminase en la empresa patriótica que iba a acometer; no pensando un instante siquiera<br />

en mis proyectos literarios.<br />

Inmediatamente, llena <strong>de</strong> valor y <strong>de</strong> esperanza, entré en la lid.<br />

Des<strong>de</strong> el primer momento vi a Don Emiliano a mi lado. No hice más que llamarlo y<br />

acudió presuroso.<br />

Tanto él como yo estuvimos animados, <strong>de</strong> ardor patriótico. Nos entendíamos perfectamente.<br />

Mi actitud no le extrañaba. Encontrábale natural, como yo el celo con que él me<br />

ayudaba.<br />

Sus consejos prácticos éranme preciosos; mis inspiraciones le servían para orientarse<br />

muchas veces. Lo repito; nos entendíamos que era maravilla.<br />

Pu<strong>de</strong> admirar su gran <strong>de</strong>sprendimiento. Muy gran<strong>de</strong> le encontré en su patriotismo,<br />

¡y tan sencillo!<br />

En ese sentido, con toda justicia le igualé en mi espíritu a mi inolvidable ausente; ¡cuya<br />

vuelta ya posible, vivía anhelando yo!<br />

Fecunda fue mi labor, favorecida por don Emiliano.<br />

Y <strong>de</strong>licada también, <strong>de</strong>bió ser. La situación política no era muy clara. Los pesimistas la<br />

juzgaban caótica. Pero en nosotros había la fe. Yo la tenía en mi colaborador, él creía en sí<br />

mismo y contaba con mi entusiasmo. Ambos esperábamos en el Dios <strong>de</strong> la república que<br />

siempre habíala salvado <strong>de</strong> las mayores calamida<strong>de</strong>s, y obrábamos, así animosos.<br />

Del régimen pasado subsistía aún el gobierno. Era el <strong>de</strong>l vice-presi<strong>de</strong>nte general Wenceslao<br />

Figuereo, legítimo presi<strong>de</strong>nte por la muerte <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte Heureaux. En verdad no<br />

era aquello sino un esqueleto <strong>de</strong> gobierno y nada más; pero siempre había que temerle.<br />

Y existentes, había dos fracciones revolucionarias; la una en el Cibao, encabezada por<br />

los que pusieron término a la existencia <strong>de</strong>l tirano; muy fuerte por la popularidad <strong>de</strong> que<br />

gozaba a causa <strong>de</strong> ese hecho libertador, en armas para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse contra lo que quedara<br />

en pie <strong>de</strong>l gobierno pasado; la otra, la que representaba mi amigo A., el ahijado <strong>de</strong> Monseñor<br />

<strong>de</strong> Meriño; ferviente <strong>de</strong>voto mío y merecedor <strong>de</strong> toda mi estimación. Esta fracción<br />

favorecía únicamente los intereses <strong>de</strong> Don Juan Isidro Jimenes y no estaba dispuesta sino<br />

a trabajar por él.<br />

Antes <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Heureaux, los dos grupos estaban <strong>de</strong> acuerdo; unidos para la<br />

empresa <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrocar al terrible dictador; pero ese acto <strong>de</strong> justicia violento; obra exclusiva<br />

<strong>de</strong> los cibaeños y consumado por circunstancias especiales, cambiaba la situación <strong>de</strong> los<br />

revolucionarios entre sí. Los jimenistas temían que los que se encaminaban hacia la ciudad<br />

para sitiarla y echar abajo al presi<strong>de</strong>nte Figuereo, no estuvieran ya dispuestos a reconocer<br />

como jefe supremo <strong>de</strong> la oposición a Jimenes. Ellos venían ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong>l aura popular, aclamados<br />

por todas partes, en tanto que el caudillo jimenista se encontraba relegado en Nassau<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l fracaso <strong>de</strong> su expedición contra Lilís; ¿querrían aceptarle así vencido? ¿No<br />

estarían engreídos por el triunfo? Era difícil saberlo, porque las comunicaciones se hallaban<br />

interceptadas y era peligroso tratar <strong>de</strong> salvar las distancias entre unos y otros rebel<strong>de</strong>s.<br />

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