Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas
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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES Carta décimo tercera Amelia, mi noble amiga: Usted sigue sometiéndose a mi escalpelo, ¡a pesar de tener yo la mano pesada! ¡Bueno! ¡Sufra y no se queje! En la primera plana, donde verá una = lo que indica la variante que propongo a lo que está escrito, y luego verá arañazos. ¡Ah! En la segunda plana encontrará otra. Significa que me parece mejor decir: “Isabel, por el contrario estaba espléndida. Jamás habían tenido sus ojos miradas más centellantes ni sus labios sonrisas más seductoras”. En las últimas planas hay ligeros rasguños. Y, ¿sabe que ahora apura usted el trabajo? ¡Cuidado, mi querida hija! ¡No le vaya a costar caro! Deseo mucho verla y espero tener pronto esa satisfacción. Será en estos días. B. S. M. P. Meriño. Carta décimo cuarta Muy distinguida y amada Amelia: Tres pruebas he revisado de anteayer acá y las he enviado a la imprenta con sus correspondientes recomendaciones acarameladas. Siga usted sin preocuparse porque el cajista ande con remilgos y Don Manuel se ponga bravo. Nuestro buen amigo se contentará. * Y ahí le va el manuscrito, con las enmiendas que usted verá. Trato de hacerlo copiar. Tomaría yo poderle servir de copista. ¡Me sería tan grato! Como lo es para mí, sobre manera, repetirme su admirador y amigo affo. P. Meriño. Carta décimo quinta Mi apreciadísima: le envío las últimas pruebas que recibí ayer de la imprenta, para hacerle notar un error de páginas que hay en ellas. Que vean eso con cuidado. Lo señala con dos = Su afectísimo de alma. P. M. Carta décimo sexta Debo justificarme con usted. Le devuelvo la última plana para que la compare con las pruebas. Verá anotadas en estas las faltas que no aparecen en aquellas –aunque estaban señaladas en ambas–. Adviértalo a Don Manuel. Mi clérigo** mismo puede llevarlas a la imprenta. Y mientras tanto, ¿cómo sigue usted de sus quebrantos? ¡Cuídese, por Dios, mi querida enferma! ¡No quiero que vuelva a recaer en cama! Su muy affmo. P. M. * Don Manuel de Js. García, honorable impresor, amigo estimadísimo de Monseñor de Meriño y mío. ** El clérigo es hoy un reverendo canónigo. 246
AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO Los cajistas se quejaban de mi letra. A cada rato exigían la copia de los manuscritos que se enviaban a la imprenta. Yo me iba fatigando demasiado con el trabajo. Hube de suspender la publicación en el periódico, mucho antes de terminar la obra, y se había dado para que fuera editada en volumen la parte ya impresa como folletín a la casa editora de García Hermanos. Ya se resentía mucho mi salud de tales afanes, cuando recibí la carta siguiente de mi ilustre amigo: Carta décimo séptima Mi apreciadísima Amelia: Le envío los cuadernos ya revisados que no tienen de malo (dispense Ud.) sino que la letra ofrece dificultades a los que no están acostumbrados a leerla. ¿Y sabe que me ausento? De improviso se me presenta una ida al Sur y me embarco, esta tarde a las tres, en el vapor americano. Voy a asuntos de curas y de parroquias. ¡Hasta mi vuelta, pues! ¡Cuídese y cuídese mucho! ¡Pero no! Yo… ¡me la llevo! Me la llevo en espíritu, amiga mía. Ni mi ahijado A. sabe de mi repentino viaje. Usted tendrá noticias del que se suscribe. Suyísimo, P. Meriño. ¿Ve usted cómo sé imitar su letra? Ese suyísimo, ¡ah! ¡significaba para mí lo muy penetrado que estaba Monseñor de la pena que su ausencia, por corta que fuera, iba a causarme! Con su tono de afectuosa broma, al darme la inesperada nueva, quería atenuar el mal efecto de ésta. Sentíame sin fuerzas para continuar luchando con la imprenta, sin su asistencia. Presente él, cargaba con buena parte del trabajo que con ella se tuviera y, además, con su voz de aliento me sostenía; distante, ¿cómo no había de faltarme? Más adelante, reproduciré una carta suya como la más evidente prueba de la sinceridad con que me trataba y del empeño que puso siempre en que mi obra literaria fuese digna, en todos conceptos, de la aceptación general que iba recibiendo. xxVII Madre Culpable me costó esfuerzos, que creí insuperables, en más de una ocasión. ¡Cuánto sufrí por ella! Tanto al escribirla como para su publicación. Más de una vez tuve la intención de renunciar a terminarla, agobiada por los inconvenientes que se presentaban en mi camino. Ya enfermaba mi esposo y era yo misma la que caía extenuada a cada paso. Una circunstancia adversa de las que fue siempre pródigo mi destino, obligábame a suspender el trabajo abrumador, por semanas y por meses. Prolongóse esto más de un año. Yo me encontraba de tal manera cansada de él que llegué a aborrecerlo. Después del viaje al sur de Monseñor de Meriño, debió copiarse por otra mano que la mía, el final de la obra y más atrás sobrevino lo peor de todo; ¡la partida de mi ilustre amigo para Roma! Su Santidad León xIII le llamaba y él debía obedecer al Santo Padre embarcándose sin tardanza con dirección a la Ciudad Eterna. ¡Esta noticia cayó sobre mí con todo el peso de un desastre verdadero! Dije a mi ilustrísimo amigo: 247
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Los cajistas se quejaban <strong>de</strong> mi letra. A cada rato exigían la copia <strong>de</strong> los manuscritos que<br />
se enviaban a la imprenta. Yo me iba fatigando <strong>de</strong>masiado con el trabajo. Hube <strong>de</strong> suspen<strong>de</strong>r<br />
la publicación en el periódico, mucho antes <strong>de</strong> terminar la obra, y se había dado para<br />
que fuera editada en volumen la parte ya impresa como folletín a la casa editora <strong>de</strong> García<br />
Hermanos. Ya se resentía mucho mi salud <strong>de</strong> tales afanes, cuando recibí la carta siguiente<br />
<strong>de</strong> mi ilustre amigo:<br />
Carta décimo séptima<br />
Mi apreciadísima Amelia:<br />
Le envío los cua<strong>de</strong>rnos ya revisados que no tienen <strong>de</strong> malo (dispense Ud.) sino que la letra<br />
ofrece dificulta<strong>de</strong>s a los que no están acostumbrados a leerla. ¿Y sabe que me ausento?<br />
De improviso se me presenta una ida al Sur y me embarco, esta tar<strong>de</strong> a las tres, en el<br />
vapor americano. Voy a asuntos <strong>de</strong> curas y <strong>de</strong> parroquias.<br />
¡Hasta mi vuelta, pues! ¡Cuí<strong>de</strong>se y cuí<strong>de</strong>se mucho!<br />
¡Pero no! Yo… ¡me la llevo! Me la llevo en espíritu, amiga mía.<br />
Ni mi ahijado A. sabe <strong>de</strong> mi repentino viaje. Usted tendrá noticias <strong>de</strong>l que se suscribe.<br />
Suyísimo,<br />
P. Meriño.<br />
¿Ve usted cómo sé imitar su letra?<br />
Ese suyísimo, ¡ah! ¡significaba para mí lo muy penetrado que estaba Monseñor <strong>de</strong> la pena<br />
que su ausencia, por corta que fuera, iba a causarme! Con su tono <strong>de</strong> afectuosa broma, al<br />
darme la inesperada nueva, quería atenuar el mal efecto <strong>de</strong> ésta. Sentíame sin fuerzas para<br />
continuar luchando con la imprenta, sin su asistencia. Presente él, cargaba con buena parte<br />
<strong>de</strong>l trabajo que con ella se tuviera y, a<strong>de</strong>más, con su voz <strong>de</strong> aliento me sostenía; distante,<br />
¿cómo no había <strong>de</strong> faltarme?<br />
Más a<strong>de</strong>lante, reproduciré una carta suya como la más evi<strong>de</strong>nte prueba <strong>de</strong> la sinceridad<br />
con que me trataba y <strong>de</strong>l empeño que puso siempre en que mi obra literaria fuese digna, en<br />
todos conceptos, <strong>de</strong> la aceptación general que iba recibiendo.<br />
xxVII<br />
Madre Culpable me costó esfuerzos, que creí insuperables, en más <strong>de</strong> una ocasión.<br />
¡Cuánto sufrí por ella! Tanto al escribirla como para su publicación. Más <strong>de</strong> una vez<br />
tuve la intención <strong>de</strong> renunciar a terminarla, agobiada por los inconvenientes que se<br />
presentaban en mi camino. Ya enfermaba mi esposo y era yo misma la que caía extenuada<br />
a cada paso. Una circunstancia adversa <strong>de</strong> las que fue siempre pródigo mi <strong>de</strong>stino,<br />
obligábame a suspen<strong>de</strong>r el trabajo abrumador, por semanas y por meses. Prolongóse<br />
esto más <strong>de</strong> un año. Yo me encontraba <strong>de</strong> tal manera cansada <strong>de</strong> él que llegué a aborrecerlo.<br />
Después <strong>de</strong>l viaje al sur <strong>de</strong> Monseñor <strong>de</strong> Meriño, <strong>de</strong>bió copiarse por otra mano<br />
que la mía, el final <strong>de</strong> la obra y más atrás sobrevino lo peor <strong>de</strong> todo; ¡la partida <strong>de</strong> mi<br />
ilustre amigo para Roma!<br />
Su Santidad León xIII le llamaba y él <strong>de</strong>bía obe<strong>de</strong>cer al Santo Padre embarcándose sin<br />
tardanza con dirección a la Ciudad Eterna.<br />
¡Esta noticia cayó sobre mí con todo el peso <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sastre verda<strong>de</strong>ro!<br />
Dije a mi ilustrísimo amigo:<br />
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