23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

pero tuve gran<strong>de</strong>s consuelos; más tar<strong>de</strong>, ¡ah! ¡mi sufrimiento ha sido horrible! ¿Hay quien<br />

tenga conciencia <strong>de</strong> esa impresionabilidad mía, que todo lastima, que todo exaspera?<br />

...............................................................................................................<br />

Monseñor no me creía curada. Él había sabido compren<strong>de</strong>r mi mal, y por eso no me<br />

abandonaba.<br />

Sus visitas eran recibidas con tanto placer por los <strong>de</strong> mi casa y por mí con tan dulce<br />

satisfacción, que él no veía inconveniente en prolongarlas todo lo más que pudiera.<br />

De ese modo llegó a establecerse una intimidad casi familiar entre nosotros. Le escribí<br />

algunas veces como él me lo había pedido, muy tímidamente al principio; luego con mayor<br />

confianza. Él me contestaba presentándose.<br />

Mi afecto por él había ido aumentando a medida que le trataba. Lo repito. Era<br />

su alma la que me inspiraba un entusiasmo <strong>de</strong> veneración: sí, el alma <strong>de</strong> ese hombre<br />

que fue gran<strong>de</strong>, no por un capricho <strong>de</strong> la fortuna, sino porque nació para serlo; porque<br />

para ello le dotó Dios con tan relevantes prendas; que pudo pecar en su vida, porque<br />

¿qué ser humano formado <strong>de</strong> vil arcilla, con<strong>de</strong>nado por la culpa original a una mísera<br />

condición, ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> pecar alguna vez? Pero, en medio <strong>de</strong> su pecado, fue noble<br />

siempre, porque la nobleza era innata en él. Jamás en Monseñor <strong>de</strong> Meriño se conoció<br />

mezquindad <strong>de</strong> ninguna, <strong>de</strong> esas que tanto afean el carácter <strong>de</strong> muchos gran<strong>de</strong>s hombres.<br />

La caridad que se albergó en su alma, sobre todo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ser consagrado, fue<br />

una caridad sublime; una caridad que lo purificó reivindicándole, fue la verda<strong>de</strong>ra<br />

caridad cristiana la que practicara, silenciosamente; sin alar<strong>de</strong> alguno, con sencillez y<br />

absoluta discreción. Una virtud que le inclinó a darse a todos indistintamente; a sus<br />

amigos y a sus enemigos, cuando solicitaron sus auxilios, a los buenos y a los malos,<br />

en la adversidad, sin lastimadoras preferencias, a ser misericordioso con los débiles <strong>de</strong><br />

voluntad como con los <strong>de</strong>sheredados <strong>de</strong> la suerte.<br />

Un día, oyendo hablar <strong>de</strong> los tormentos que ocasionara a un rico, muy notable, su fortuna,<br />

exclamó con profunda satisfacción.<br />

“Loado sea Dios por la gracia que me ha hecho <strong>de</strong> ignorar las preocupaciones que conlleva<br />

la riqueza. Siempre he tenido lo necesario para gastar y ni una sola noche, por toda mi<br />

vida, he sido <strong>de</strong>svelado por asuntos <strong>de</strong> dinero”.<br />

Decía él esto cándidamente, olvidando que bien hubiera podido poseer un rico peculio<br />

que le constituyeran los bienes heredados y los adquiridos noblemente, durante su larga<br />

carrera tanto civil como eclesiástica, si cuanto le venía a manos, no lo hubiera repartido con<br />

el mayor <strong>de</strong>sprendimiento, entre los suyos, con los pobres, con todo aquel que recurrió a su<br />

generosidad. Y esto hasta el punto <strong>de</strong> privarse él mismo <strong>de</strong> ciertas legítimas satisfacciones<br />

por falta <strong>de</strong> dinero. Lo que digo me consta porque tuve ocasión <strong>de</strong> saberlo personalmente.<br />

Cuando más tar<strong>de</strong>, hízome su agente para efectuar compras <strong>de</strong> cosas necesarias a su<br />

ejercicio <strong>de</strong> caridad, o para obsequios a sus protegidos, solía yo reñirle como riñe una hijita<br />

mimada a su papá <strong>de</strong>masiado pródigo, reía él <strong>de</strong> buena gana y apretándome las manos y<br />

mirándome bien en los ojos, me <strong>de</strong>cía:<br />

¡No me regañe mi madrecita! ¿Qué quiere usted? Cuando yo era muchacho, no me<br />

entraba la aritmética. Hoy… ¡soy viejo!<br />

Supe una vez, por persona autorizada para saberlo, que una señora conocida en la sociedad,<br />

fue una noche al palacio <strong>de</strong> Monseñor, muy embozada en un amplio manto negro y<br />

222

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!