23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

Esto último fue dicho como en tono <strong>de</strong> broma, como para alentarme. Tomó asiento<br />

en la cómoda butaca que le tenían <strong>de</strong>stinada cerca <strong>de</strong> mi sillón y me tomó las manos para<br />

reconfortarme; guardándolas un rato entre las suyas, y diciendo a los <strong>de</strong>más familiares que<br />

le habían acompañado a mi habitación:<br />

Está yerta. ¿No tendría necesidad <strong>de</strong> alimento? Por mí no se prive…<br />

Asegurósele que ese era mi estado hacía días y que yo acababa <strong>de</strong> tomar un poco <strong>de</strong> leche.<br />

Unos minutos <strong>de</strong>spués, lo <strong>de</strong>jaron solo conmigo, por ser eso cosa convenida con mi familia.<br />

Principió a hablarme.<br />

Des<strong>de</strong> sus primeras palabras, el magnetismo <strong>de</strong> su voz operaba en mí y me iba<br />

atrayendo.<br />

¡Oh! ¡Esa voz <strong>de</strong> Monseñor <strong>de</strong> Meriño tan admirable, como su figura y como su talento!<br />

Esa voz que tan vibrante resonara, con sus más altas notas, en las gran<strong>de</strong>s catedrales, en<br />

don<strong>de</strong> se le escuchó siempre con religioso respeto; llegando hasta los más recónditos ámbitos<br />

<strong>de</strong> ellas; esa voz que, tonante e imperativa, se hacía oír en la tribuna pública cuando<br />

fulminaba anatemas contra los que hicieran oposición a sus patrióticos i<strong>de</strong>ales, ¡qué suave,<br />

qué insinuante, qué persuasiva era cuando el afecto o la piedad la conmovían!<br />

Ambas cosas la hicieron tomar sus más <strong>de</strong>licadas impresiones, al dirigirse a mí.<br />

Mi ilustre amigo me confesó más tar<strong>de</strong> que, en la primera visita que me hiciera, conquisté<br />

su corazón por la compasión que le inspiré. Él no recordaba sino confusamente. Habíame<br />

visto la vez <strong>de</strong> que he hablado, entre muchas personas <strong>de</strong> la familia y extrañas, y casi me<br />

había olvidado. Le parecía nueva y rara, hallándose predispuesto a mi favor por lo que <strong>de</strong><br />

mí le había dicho mi buen amigo A…<br />

Yo iba cobrando ánimo. Le miraba; contestaba a sus preguntas, con voz casi apagada;<br />

más fuerte luego. Él continuaba animándome; hasta que al fin me <strong>de</strong>saté en confi<strong>de</strong>ncias.<br />

Principió mi confesión. ¡Sentía que mi alma se refugiaba en la suya como se refugia un niño<br />

enfermo en el regazo protector <strong>de</strong> su amorosa madre! ¿No era eso lo que yo había querido;<br />

lo que anhelaba?<br />

Sí. Y Monseñor <strong>de</strong> Meriño me miraba y me oía cada vez más enternecido. Vi asomar<br />

lágrimas a sus azules ojos; conmoverse las fibras <strong>de</strong> su rostro sonrosado: mi compasión<br />

le impresionaba profundamente. Nada <strong>de</strong> anormal le dije, porque nada tenía que <strong>de</strong>cirle.<br />

Hablé tan solo <strong>de</strong> mi cansancio <strong>de</strong> la vida: <strong>de</strong> mi loco intento <strong>de</strong> buscar la muerte llena <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>silusión, <strong>de</strong> disgusto y <strong>de</strong> resentimiento doloroso contra los que me habían llevado a aquel<br />

extremo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación…<br />

Durante mi relato, continuaba él con mis manos entre las suyas robustas, estrechándolas,<br />

para animarme a proseguir, con la más <strong>de</strong>licada presión. Esa fue siempre su manera <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>mostrarme su mayor afecto.<br />

Escuchábame con piadosa emoción sin interrumpirme más que para exclamar a veces:<br />

“¡pobrecita, pobrecita!”.<br />

Callé fatigada. Y, extenuada por mi esfuerzo nervioso, me <strong>de</strong>jé caer sobre las almohadas<br />

<strong>de</strong>l respaldo <strong>de</strong>l sillón.<br />

Monseñor <strong>de</strong> Meriño habló entonces. Díjome cosas dulcísimas que fueron bálsamo para<br />

las heridas crueles <strong>de</strong> mi espíritu.<br />

Hija mía: la he escuchado. Es usted muy noble. Es usted pura. Estoy muy satisfecho <strong>de</strong> que<br />

usted me haya permitido penetrar hasta el fondo <strong>de</strong> su alma, porque así podré ayudarla. Su<br />

profunda sinceridad me la hace sumamente interesante. Tenga usted la seguridad <strong>de</strong> que la<br />

219

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!