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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

las sensaciones que le hacen experimentar ciertas cosas exteriores son las mismas que me<br />

inspiran esas tales exteriorida<strong>de</strong>s; la tristeza in<strong>de</strong>finible e incalculable <strong>de</strong> que él –Lotí– se<br />

queja y que por así <strong>de</strong>cirlo forma el fondo <strong>de</strong> su carácter. Esto se instaló en mí tan profunda,<br />

tan extensa, tan misteriosamente, como en él…” En un arranque <strong>de</strong> éxtasis o <strong>de</strong> angustia Amelia<br />

no vacila en expresar: “Yo soy muda; para <strong>de</strong>sahogar lo profundo <strong>de</strong> mi sentimiento sólo me es dado<br />

gemir alguna vez…” (Historia <strong>de</strong> una Novela). Todas estas revelaciones alcanzan significación<br />

al hablar <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>alismo, pero aún más <strong>de</strong>l exotismo que reflejará el ciclo <strong>de</strong> las activida<strong>de</strong>s<br />

literarias <strong>de</strong> la escritora y novelista.<br />

En el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l argumento <strong>de</strong> Francisca Martinoff, Amelia Francasci retrata a uno <strong>de</strong><br />

sus personajes <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l mundo y la vida europea; el concepto caballeresco <strong>de</strong> la época y<br />

las intrigas <strong>de</strong> amor entrelazadas con hidalguía y gentileza. Su “Don Francisco” es hijo <strong>de</strong><br />

europeos que <strong>de</strong>ben emigrar en busca <strong>de</strong> nuevos horizontes y lo dota <strong>de</strong> un temperamento<br />

reformador y liberal. A Ferreti y Francisca Martinoff los mueve también “a la europea”,<br />

aspirando la autora a que un Paul Bourget, el notable psicólogo autor <strong>de</strong> Cruel Enigma y El<br />

Discípulo hubiese podido analizar el alma <strong>de</strong> aquellos dos caracteres empleando para ello lo<br />

más sutil <strong>de</strong> su ciencia y conocimientos. Se dirige Amelia a Lotí y le pi<strong>de</strong> –como soñador y<br />

dibujante <strong>de</strong> almas– auxiliar con su pluma ágil el rasgo humano y personal <strong>de</strong> la Martinoff,<br />

aquella mujer que se <strong>de</strong>bate en “un tumulto <strong>de</strong> sensaciones digna <strong>de</strong> un artífice <strong>de</strong> la literatura…”<br />

¡Pareciera como si la protagonista fuese la propia autora…!<br />

En Madre Culpable, como en otras obras, aparece otro elemento <strong>de</strong> notable singularidad,<br />

y es la continua insistencia en atribuir a uno cualquiera <strong>de</strong> los actores las ansias <strong>de</strong> libertad<br />

y <strong>de</strong> igualdad humanas, evocando el ejemplo <strong>de</strong> la Francia republicana. Es cierto que<br />

Amelia vivió durante toda la etapa histórica y oscura <strong>de</strong> Heureaux; que éste trató por todos<br />

los medios <strong>de</strong> alcanzar simpatías <strong>de</strong> una familia resentida por el suplicio y fusilamiento <strong>de</strong><br />

uno <strong>de</strong> sus miembros distinguidos. Se aprovecha <strong>de</strong> Francisca Martinoff para anatematizar<br />

la tiranía, si no con la cru<strong>de</strong>za <strong>de</strong> vocablos <strong>de</strong> Víctor Hugo cuando <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos<br />

<strong>de</strong>l hombre, por lo menos con un vigor poco común en una mujer tenida por “introvertida,<br />

silenciosa, parca, alejada <strong>de</strong>l mundo, mirando siempre hacia tierras extrañas…”<br />

En dos ocasiones el estilo es vertical y tajante ante los sangrientos episodios <strong>de</strong> nuestra<br />

política. En Francisca Martinoff –no obstante su ambientación foránea– y en Monseñor <strong>de</strong><br />

Meriño Íntimo encontramos párrafos vibrantes. Cuando ella, Amelia, se refiere a las realida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l país aherrojado por un régimen omnímodo, se entristece ante las vacilaciones<br />

<strong>de</strong>l liberalismo y lo difícil que resulta el establecimiento <strong>de</strong> una <strong>de</strong>mocracia funcional.<br />

“Sueños patrióticos, sueños literarios, sueños <strong>de</strong> amor legítimo y puro o cuando menos,<br />

la tranquilidad, habían <strong>de</strong>saparecido en pocos meses. Las negras sombras <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperanza,<br />

<strong>de</strong>l completo <strong>de</strong>sencanto habíanse añadido a su alma…” Así era su queja y al<br />

contenerla, miraba hacia el mundo <strong>de</strong> los imaginarios seres felices, la paz <strong>de</strong> los bosques<br />

<strong>de</strong> Fontainebleau o la belleza <strong>de</strong> los rosales <strong>de</strong> un gigantesco parque hermoseado con<br />

fuentes cristalinas y rumorosas.<br />

El sentido <strong>de</strong> lo exótico no <strong>de</strong>saparece ni siquiera en la obra que a nuestro juicio contiene<br />

la dosis más auténticamente dominicanista <strong>de</strong> su literatura. El cuadro espontáneo<br />

que presenta en un volumen que pasa <strong>de</strong> cuatro centenares <strong>de</strong> páginas, para encuadrar la<br />

vigorosa personalidad <strong>de</strong>l Ilustrísimo Arzobispo <strong>de</strong> Santo Domingo, y ex-Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la<br />

República, Monseñor Fernando Arturo <strong>de</strong> Meriño, contiene un trozo <strong>de</strong> historia dominicana,<br />

estructurado con versatilidad agradable, teniendo en cuenta que su producción ocurrió<br />

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