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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES escritores y pensadores dominicanos que visitarían con frecuencia el hogar matrimonial. El vínculo conyugal, entristecido por enfermedades frecuentes, lo recordará ella con ternura en las páginas de su último libro. Amelia Francasci entra en el campo de la novela a una edad madura. Cuando tiene cuarenta años se conocen los primeros capítulos de Madre Culpable en forma de folletines aparecidos en El Eco de la Opinión por allá en el 1893. El libro alcanza en 1901 su segunda edición, realizada por García Hermanos, y cuya introducción es la Crítica Subjetiva que firma el autor de Enriquillo el 8 de mayo de 1896, para cumplir aunque póstumamente, con la promesa hecha a su íntimo amigo Don Eugenio de Marchena, preocupado como estuvo por los personajes, situaciones y temáticas del pensamiento literario de Amelia. Es limitada su producción aunque copiosa la colaboración en revistas y periódicos de su tiempo, presente hasta muy cerca de la fecha de su deceso a edad nonagenaria. El fenómeno es el mismo advertido en Santo Domingo en la reducida, pero privilegiada colonia de escritores de prosa. Amelia Francasci llega a una meta fijada por sí misma y lega a la posteridad estos títulos: Madre Culpable (1893-1901), notoria su aparición por la reacción que provoca en la sociedad e intelectualidad dominicana, así como por la crítica extranjera; Recuerdos e Impresiones (Historia de una Novela), 1901; Duelos del Corazón, separada de la anterior; Francisca Martinoff; Cierzo en Primavera; Impenetrable; Monseñor de Meriño Íntimo; Merceditas; Mi Perrito (inédita y cuyo manuscrito perdióse durante el huracán del 3 de septiembre de 1930); un Epistolario con el exquisito Pierre Lotí, nombre de valer en las letras europeas, Miembro de la Academia de Francia; y los apuntes para sus Cuentos y Anecdotarios para Niños, cuyo manuscrito quedó inacabado al fallecer en 1941. El mundo de Amelia Francasci, la atmósfera que le rodea –aire y cielos de su Santo Domingo– es sin embargo transmutado, por un fenómeno explicable a otras latitudes allende el mar antillano. Su “salón curiosité”, si es que de tal guisa podemos llamar su estudio, ubicado por mucho tiempo en aquellos cuarteles de la Plazoleta de los Curas, precisamente aledaños a nuestra centenaria Basílica Catedral, no es menos concurrido que el original, montado por ella cuando reside en la calle “El Condede nuestro Santo Domingo, muy cerca de “La Canastilla”, el comercio del primogénito de la familia, que no llegó a ver en floración su obra literaria ni menos ya enjuiciada por nuestros críticos o por escritores foráneos; opiniones convergentes sobre cuánto fue ella capaz de imprimir en sus personajes y ambientes, afectados ambos por dos corrientes cuasi permanentes: el idealismo y el exotismo, elementos que influyen en su manera de pensar, expresar y escribir. Durante los primeros años de adultez la mujer es idealista y soñadora a la vez cuidando por sí misma de los más íntimos detalles de su cotidiano afán y, en cuanto le rodea, se esconderá siempre el alma flexible y cristalina de la artista. Refinadamente exótica lo revelan sus gustos, la selección de lecturas, nombres y conceptos estéticos. Le preocupan el conjunto de los movimientos filosóficos que inducen al estudio y la consideración de los fenómenos naturales. El modernismo que surge en América con Rubén Darío le es tan atractivo –sin alarmarla– como el exotismo que analiza tan admirablemente Pedro Henríquez Ureña en Horas de Estudio. Pero es distinguible que la escritora se inclina a un romanticismo suigéneris; pondera las escuelas de aquellos procurados escritores franceses del Siglo xIx y esto provoca en ella natural impacto, impacto en su formación y en sus exploraciones del ser humano, revelado en la psicología, conducta y destino de los personajes de sus novelas. 202

Se mantiene un indudable paralelismo entre Madre Culpable y Francisca Martinoff al través de esa figura sublime bautizada por ella con el nombre de María en la primera y Francisca, en la segunda. Idealismo y exotismo AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO Al analizar el idealismo, George Berkeley (1685-1753) desarrolla una tesis que no pretenderíamos encontrar en la literatura de Amelia Francasci sobre todo en el origen y causas de los problemas sociales, la presentación de la personalidad o la ordenación de sus clasificaciones. Recordemos que Platón entendió el idealismo, al ser el primero de los filósofos que utiliza e impone el término IDEA, como algo universal y no particular. Por lo tanto, consideró que la belleza y el temperamento constituyen ideas y no cosas. Descartes, fundador de otra escuela, defiende la tesis de que la idea es representativa de la mente humana. Al discurrir de los tiempos va aclarándose esta última y por igual lo que se entiende por materia pura. De ahí las tendencias filosóficas que ya para el Siglo XIX –el de Amelia Francasci– tiene remozada importancia cuando se estudia la obra de tal o cual autor, pensador o artista, en fin, los responsables de cuanto ha significado el ser humano por sus logros o fracasos intelectuales. No pretendemos –porque incursionaríamos en un campo en el que una substancial especulación filosófica sería atrevimiento de nuestra parte– establecer con delineamientos definidos la presencia en la literatura de la novelista dominicana de un estilo o escuela regida por las normas del pensamiento kantiano, hegeliano, de Locke o de un Josiah Royce, éste, uno de los últimos defensores del idealismo absoluto (El mundo y el individuo, 1901). Pero es que Amelia Francasci fue una sencilla y quizás involuntaria exponente de ese idealismo. En toda su obra se comprende de inmediato que existe un algo íntimo que la guía a crear su protagonista María, en Madre Culpable, tan traída y llevada en las analíticas de Galván, Lotí, Deligne, Garrido; el Pepe, de Cierzo en Primavera, y aún en los rasgos crecidos de admiración hacia el centro de aquel gran episodio intitulado Monseñor de Meriño Íntimo. En las páginas de esta obra no hay salpiques de exotismo; por el contrario, sitúa al ilustre Mitrado como un personaje muy cerca de lo sobrenatural, visionario, purísimo en su patriotismo, altísimo en sus virtudes ciudadanas, civilista, pastor de almas y en fin, el prototipo de una amistad idealista. En ocasiones varias –especialmente en ese drama crudo que contiene Madre Culpable, Amelia Francasci yuxtapone el idealismo de María, su heroína purísima y abnegada, al realismo inevitable de su progenitora y pecadora, aquella Isabel fogosa, enamorada, locamente enamorada; dueña de una voluntad férrea y decidida, por encima de todos los eslabones que pudiesen contener sus instintos y pasiones. Galván no culpa una sociedad en particular –porque el ambiente de la obra transcurre en Europa– sino las conciencias encerradas en prisiones no sujetas a reglas ni ordenamientos. Con esto significa que la ubicación del personaje no importa, sea en Madrid –como en el caso–, París, Tokio o Santo Domingo. Con ribetes de exquisita fragancia que adornan la amistad y admiración, el idealismo de su vida de escritora, lo confirma sin rebuscamientos la correspondencia asidua que mantiene con Louis Marie Julien Viaud, el autor de Madame Chrisantemo, Aziyadé y El Pescador de Islandia, el Pierre Lotí de las letras francesas. Esta unión espiritual la revela una frescura 203

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

escritores y pensadores dominicanos que visitarían con frecuencia el hogar matrimonial. El<br />

vínculo conyugal, entristecido por enfermeda<strong>de</strong>s frecuentes, lo recordará ella con ternura<br />

en las páginas <strong>de</strong> su último libro.<br />

Amelia Francasci entra en el campo <strong>de</strong> la novela a una edad madura. Cuando tiene<br />

cuarenta años se conocen los primeros capítulos <strong>de</strong> Madre Culpable en forma <strong>de</strong> folletines<br />

aparecidos en El Eco <strong>de</strong> la Opinión por allá en el 1893. El libro alcanza en 1901 su segunda<br />

edición, realizada por García Hermanos, y cuya introducción es la Crítica Subjetiva que firma<br />

el autor <strong>de</strong> Enriquillo el 8 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1896, para cumplir aunque póstumamente, con la<br />

promesa hecha a su íntimo amigo Don Eugenio <strong>de</strong> Marchena, preocupado como estuvo por<br />

los personajes, situaciones y temáticas <strong>de</strong>l pensamiento literario <strong>de</strong> Amelia.<br />

Es limitada su producción aunque copiosa la colaboración en revistas y periódicos <strong>de</strong> su<br />

tiempo, presente hasta muy cerca <strong>de</strong> la fecha <strong>de</strong> su <strong>de</strong>ceso a edad nonagenaria. El fenómeno<br />

es el mismo advertido en Santo Domingo en la reducida, pero privilegiada colonia <strong>de</strong> escritores<br />

<strong>de</strong> prosa. Amelia Francasci llega a una meta fijada por sí misma y lega a la posteridad<br />

estos títulos: Madre Culpable (1893-1901), notoria su aparición por la reacción que provoca<br />

en la sociedad e intelectualidad dominicana, así como por la crítica extranjera; Recuerdos e<br />

Impresiones (Historia <strong>de</strong> una Novela), 1901; Duelos <strong>de</strong>l Corazón, separada <strong>de</strong> la anterior; Francisca<br />

Martinoff; Cierzo en Primavera; Impenetrable; Monseñor <strong>de</strong> Meriño Íntimo; Merceditas; Mi<br />

Perrito (inédita y cuyo manuscrito perdióse durante el huracán <strong>de</strong>l 3 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1930);<br />

un Epistolario con el exquisito Pierre Lotí, nombre <strong>de</strong> valer en las letras europeas, Miembro<br />

<strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> Francia; y los apuntes para sus Cuentos y Anecdotarios para Niños, cuyo<br />

manuscrito quedó inacabado al fallecer en 1941.<br />

El mundo <strong>de</strong> Amelia Francasci, la atmósfera que le ro<strong>de</strong>a –aire y cielos <strong>de</strong> su<br />

Santo Domingo– es sin embargo transmutado, por un fenómeno explicable a otras<br />

latitu<strong>de</strong>s allen<strong>de</strong> el mar antillano. Su “salón curiosité”, si es que <strong>de</strong> tal guisa po<strong>de</strong>mos<br />

llamar su estudio, ubicado por mucho tiempo en aquellos cuarteles <strong>de</strong> la Plazoleta <strong>de</strong><br />

los Curas, precisamente aledaños a nuestra centenaria Basílica Catedral, no es menos<br />

concurrido que el original, montado por ella cuando resi<strong>de</strong> en la calle “El Con<strong>de</strong>” <strong>de</strong><br />

nuestro Santo Domingo, muy cerca <strong>de</strong> “La Canastilla”, el comercio <strong>de</strong>l primogénito <strong>de</strong><br />

la familia, que no llegó a ver en floración su obra literaria ni menos ya enjuiciada por<br />

nuestros críticos o por escritores foráneos; opiniones convergentes sobre cuánto fue ella<br />

capaz <strong>de</strong> imprimir en sus personajes y ambientes, afectados ambos por dos corrientes<br />

cuasi permanentes: el i<strong>de</strong>alismo y el exotismo, elementos que influyen en su manera <strong>de</strong><br />

pensar, expresar y escribir.<br />

Durante los primeros años <strong>de</strong> adultez la mujer es i<strong>de</strong>alista y soñadora a la vez cuidando<br />

por sí misma <strong>de</strong> los más íntimos <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> su cotidiano afán y, en cuanto le ro<strong>de</strong>a, se escon<strong>de</strong>rá<br />

siempre el alma flexible y cristalina <strong>de</strong> la artista. Refinadamente exótica lo revelan<br />

sus gustos, la selección <strong>de</strong> lecturas, nombres y conceptos estéticos. Le preocupan el conjunto<br />

<strong>de</strong> los movimientos filosóficos que inducen al estudio y la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> los fenómenos<br />

naturales. El mo<strong>de</strong>rnismo que surge en América con Rubén Darío le es tan atractivo –sin<br />

alarmarla– como el exotismo que analiza tan admirablemente Pedro Henríquez Ureña en<br />

Horas <strong>de</strong> Estudio. Pero es distinguible que la escritora se inclina a un romanticismo suigéneris;<br />

pon<strong>de</strong>ra las escuelas <strong>de</strong> aquellos procurados escritores franceses <strong>de</strong>l Siglo xIx y<br />

esto provoca en ella natural impacto, impacto en su formación y en sus exploraciones <strong>de</strong>l<br />

ser humano, revelado en la psicología, conducta y <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> los personajes <strong>de</strong> sus novelas.<br />

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