Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas
Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas
COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES El resultado inmediato fue bueno, a pesar de la mutilación que representaba esta decisión. Como esta familia vivía en provincia, al retornar con la enferma ya amputada, el médico que la había estado asistiendo anteriormente con el equivocado diagnóstico de artritis, hizo acre censura de mi actuación, calificándola de ser hija de mi fogosidad juvenil, tildándome de “carnicero”. Así me lo manifestó el padre, desesperado por la situación que él había consentido. Yo le expliqué que se trataba de una lesión confirmada por examen anatomo-patológico, de indiscutible competencia y que aunque creía haber actuado a tiempo, por haber hecho una operación muy radical, no estaba seguro del porvenir de su hija, pues esa lesión era eminentemente peligrosa y que yo no deseaba que ocurriera, a pesar de que su ausencia podía significar tanto en contra de mi reputación. Seis meses después, el padre lloroso y con grandes disculpas me trajo nuevamente a la enfermita con evidencias clínicas de que había hecho una metástasis pulmonar, que fue confirmada por radiografía, y que privó de la vida en pocas semanas a su hijita. Su desgracia fue mi buena suerte, pues puso de manifiesto que yo había actuado con toda corrección aunque ésta había sido tardía, a pesar de lo radical que parecía, aplacando la ola de censura que había producido en principio, cuando todavía existían dudas de la certeza del diagnóstico. De no haber ocurrido esta reproducción, probablemente mi reputación, que entonces iniciaba su curso ascendente, hubiera sufrido un rudo golpe y quizás, hasta un motivo de fracaso en mi futuro quirúrgico. Yo no podría decir que me alegró esta circunstancia, a pesar de que me beneficiaba grandemente para mi futuro, pues mis sentimientos humanísticos siempre estarían por encima de la desgracia que esto ocasionaba a esta atribulada familia. Ciclón de San Zenón El día 3 de septiembre de 1930, amaneció nublado y algunas ráfagas de viento, que hacían presumir que se estaba acercando a nuestra ciudad un huracán, lo cual era frecuente en esta temporada llamada “invernazo”. Mientras avanzaba la hora, ya cerca del medio día, la situación se hacía más amenazadora, lo que obligó a muchas oficinas a permitir a sus empleados que retornaran a sus hogares. Al medio día sonó la sirena del Listín Diario anunciando el peligro que se cernía sobre esta capital, pero la mayoría de sus habitantes confundieron esta señal con la habitual que anunciaba las doce del medio día. Después de la una de la tarde la situación fue de real confusión bajo el inclemente ventarrón que se había desatado furiosamente, destruyendo techos de zinc y paredes de madera, especialmente en los barrios altos de la ciudad, construidos de estos materiales, en su mayoría. En medio de este pánico creado por tan inesperado estado del tiempo, muchas personas perecieron arrastradas por el vendaval o enterradas bajo los escombros de sus hogares. Después de las dos de la tarde, todo pareció calmarse tan súbita y misteriosamente como se había iniciado, pero media hora después de esta calma, se inició la segunda parte 130
ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS DE ORO CON LA MEDICINA del paso del meteoro, ahora soplando el viento desde el sur, en vez del norte, como en la fase anterior. Durante esta calma, que correspondía al paso por encima de la ciudad del vórtice u ojo del huracán, fueron muchas las personas que se lanzaron a las calles, creyendo que todo había terminado y siendo sorprendidos por esta nueva faceta de esta infausta calamidad, fuera de los refugios que los habían protegido anteriormente. Entre éstos, fui yo uno de ellos, dirigiéndome desde mi hogar hasta el hospital, sólo distante unas dos cuadras, sorprendiéndome allí la segunda parte ya descrita. Allí había ocurrido un verdadero desastre. La vieja casona colonial había cedido en muchos sitios; la lluvia había inundado todas las dependencias y el equipo hospitalario se había destruido en su mayor parte. Los enfermos se habían marchado a sus hogares o se habían refugiado en los sitios más protegidos; los que habían llegado heridos en solicitud de ayuda, no habían sido asistidos por falta de medios y hasta una señora había fallecido sin poder ser auxiliada. Allí sólo había confusión y destrucción, donde pocas horas antes era un centro de asistencia de primera clase. Cerca del atardecer cesó bastante la furia del huracán, pero se desató una lluvia torrencial que duró prácticamente toda la noche. Al retornar a mi hogar, después de haber tomado las medidas de seguridad que el caso ameritaba, intenté ver si podía saber de mis padres, que vivían en la calle César Nicolás Penson, precisamente donde ahora estoy residiendo. Después de una lucha titánica contra los elementos, con una ciudad totalmente oscura y sus calles llenas de árboles caídos, mezclados con alambres del tendido eléctrico que habían sido derribados junto con los postes que los sostenían, me costó desistir de mi intento, luego de sufrir varias caídas con los obstáculos que encontré en el camino, resignándome a retornar a mi hogar, a esperar que llegara la mañana, para reiniciar mi búsqueda. Llegué al sitio en que vivían mis padres, calado hasta los huecos y maltrecho, encontrando la casa destruida y sin ningún signo de vida en los alrededores. Después de una larga y minuciosa búsqueda en los alrededores, en que las angustias simulaban siglos transcurridos, encontré a mis progenitores refugiados en un sótano de una casa del vecindario, lo que hizo volver la tranquilidad a mi acongojado espíritu. Al retorno de esta fructuosa incursión volví al hospital a ver lo que podía hacer, pero todo hacía presumir que nada se podría remediar de inmediato, pues los daños eran mayores a consecuencia de las lluvias caídas en la noche. Hospital de emergencia Los dirigentes del Hospital Evangélico decidimos establecer un sitio de emergencia para ayudar a los heridos y enfermos dejados por el huracán de San Zenón. En la Avenida Capotillo, hoy Avenida Mella, existía un gran edificio comercial de tres plantas, propiedad de una mujer que debe ser considerada como extraordinaria y que se llama Luz Saldaña, el cual había sufrido pocos daños por efectos del huracán, y de común acuerdo, decidimos establecer allí, dentro de la zona más sufrida, un hospital de emergencia en el cual se podían practicar curas y suturar heridas, teniendo que ser internados algunos pacientes por su estado de gravedad o ausencia de hogares donde ir a recuperarse. 131
- Page 80 and 81: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 82 and 83: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 84 and 85: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 86 and 87: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 88 and 89: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 90 and 91: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 92 and 93: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 94 and 95: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 96 and 97: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 98 and 99: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 100 and 101: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 102 and 103: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 104 and 105: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 106 and 107: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 108 and 109: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 110 and 111: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 112 and 113: COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO |
- Page 115 and 116: PRÓLOGO Una vida es apenas un susp
- Page 117 and 118: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 119 and 120: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 121 and 122: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 123 and 124: Durante mi interinidad como Vice Pr
- Page 125 and 126: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 127 and 128: más intensamente a la práctica ca
- Page 129: Todavía después de tantos años d
- Page 133 and 134: La ayuda exterior en forma de medic
- Page 135 and 136: De ello se refiere, que con la prá
- Page 137 and 138: que ser vencidos antes y que se deb
- Page 139 and 140: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 141 and 142: Fue sin embargo, Mr. Hinchcliff mi
- Page 143 and 144: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 145 and 146: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 147 and 148: investigaciones, ya no existen. De
- Page 149 and 150: universitaria. Hasta llegué a inic
- Page 151 and 152: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 153 and 154: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 155 and 156: Cuando entablamos conversación est
- Page 157 and 158: cada vez que he abierto un vientre,
- Page 159 and 160: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 161 and 162: Los actos se celebraban en la Unive
- Page 163 and 164: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 165 and 166: Caridad Durante mi larga actuación
- Page 167 and 168: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 169 and 170: Fue allí donde cultivé mis primer
- Page 171 and 172: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 173 and 174: ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS
- Page 175 and 176: Durante esta guerra civil hubo desb
- Page 177 and 178: Para llegar a este sitio, fuimos ha
- Page 179 and 180: Cultivé buenas amistades entre las
ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS DE ORO CON LA MEDICINA<br />
<strong>de</strong>l paso <strong>de</strong>l meteoro, ahora soplando el viento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el sur, en vez <strong>de</strong>l norte, como en la<br />
fase anterior.<br />
Durante esta calma, que correspondía al paso por encima <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong>l vórtice u ojo<br />
<strong>de</strong>l huracán, fueron muchas las personas que se lanzaron a las calles, creyendo que todo<br />
había terminado y siendo sorprendidos por esta nueva faceta <strong>de</strong> esta infausta calamidad,<br />
fuera <strong>de</strong> los refugios que los habían protegido anteriormente. Entre éstos, fui yo uno <strong>de</strong><br />
ellos, dirigiéndome <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi hogar hasta el hospital, sólo distante unas dos cuadras, sorprendiéndome<br />
allí la segunda parte ya <strong>de</strong>scrita.<br />
Allí había ocurrido un verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>sastre. La vieja casona colonial había cedido en<br />
muchos sitios; la lluvia había inundado todas las <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias y el equipo hospitalario se<br />
había <strong>de</strong>struido en su mayor parte. Los enfermos se habían marchado a sus hogares o se<br />
habían refugiado en los sitios más protegidos; los que habían llegado heridos en solicitud<br />
<strong>de</strong> ayuda, no habían sido asistidos por falta <strong>de</strong> medios y hasta una señora había fallecido<br />
sin po<strong>de</strong>r ser auxiliada. Allí sólo había confusión y <strong>de</strong>strucción, don<strong>de</strong> pocas horas antes<br />
era un centro <strong>de</strong> asistencia <strong>de</strong> primera clase.<br />
Cerca <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer cesó bastante la furia <strong>de</strong>l huracán, pero se <strong>de</strong>sató una lluvia torrencial<br />
que duró prácticamente toda la noche.<br />
Al retornar a mi hogar, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber tomado las medidas <strong>de</strong> seguridad que el caso<br />
ameritaba, intenté ver si podía saber <strong>de</strong> mis padres, que vivían en la calle César Nicolás<br />
Penson, precisamente don<strong>de</strong> ahora estoy residiendo.<br />
Después <strong>de</strong> una lucha titánica contra los elementos, con una ciudad totalmente oscura<br />
y sus calles llenas <strong>de</strong> árboles caídos, mezclados con alambres <strong>de</strong>l tendido eléctrico que habían<br />
sido <strong>de</strong>rribados junto con los postes que los sostenían, me costó <strong>de</strong>sistir <strong>de</strong> mi intento,<br />
luego <strong>de</strong> sufrir varias caídas con los obstáculos que encontré en el camino, resignándome<br />
a retornar a mi hogar, a esperar que llegara la mañana, para reiniciar mi búsqueda. Llegué<br />
al sitio en que vivían mis padres, calado hasta los huecos y maltrecho, encontrando la casa<br />
<strong>de</strong>struida y sin ningún signo <strong>de</strong> vida en los alre<strong>de</strong>dores.<br />
Después <strong>de</strong> una larga y minuciosa búsqueda en los alre<strong>de</strong>dores, en que las angustias<br />
simulaban siglos transcurridos, encontré a mis progenitores refugiados en un sótano <strong>de</strong> una<br />
casa <strong>de</strong>l vecindario, lo que hizo volver la tranquilidad a mi acongojado espíritu.<br />
Al retorno <strong>de</strong> esta fructuosa incursión volví al hospital a ver lo que podía hacer, pero<br />
todo hacía presumir que nada se podría remediar <strong>de</strong> inmediato, pues los daños eran mayores<br />
a consecuencia <strong>de</strong> las lluvias caídas en la noche.<br />
Hospital <strong>de</strong> emergencia<br />
Los dirigentes <strong>de</strong>l Hospital Evangélico <strong>de</strong>cidimos establecer un sitio <strong>de</strong> emergencia para<br />
ayudar a los heridos y enfermos <strong>de</strong>jados por el huracán <strong>de</strong> San Zenón.<br />
En la Avenida Capotillo, hoy Avenida Mella, existía un gran edificio comercial <strong>de</strong><br />
tres plantas, propiedad <strong>de</strong> una mujer que <strong>de</strong>be ser consi<strong>de</strong>rada como extraordinaria y<br />
que se llama Luz Saldaña, el cual había sufrido pocos daños por efectos <strong>de</strong>l huracán, y<br />
<strong>de</strong> común acuerdo, <strong>de</strong>cidimos establecer allí, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la zona más sufrida, un hospital<br />
<strong>de</strong> emergencia en el cual se podían practicar curas y suturar heridas, teniendo que ser<br />
internados algunos pacientes por su estado <strong>de</strong> gravedad o ausencia <strong>de</strong> hogares don<strong>de</strong><br />
ir a recuperarse.<br />
131