Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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23.04.2013 Views

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES de la vida y conociendo a fondo las artimañas de Mr. Davis, a las cuales no daba completo crédito, le sugirió a éste que saliera primero pues el centinela podía confundirse, ya que uno era de color blanco mientras el otro era negro. Cuando Davis sacó la pierna, el centinela disparó hiriéndolo en el muslo, mientras José de la Luz se alegraba de no haber accedido a salir primero desconfiando de las historias del convincente cubano o colombiano. Se supo luego en la investigación que se hizo del caso, que el centinela que debió estar de servicio se enfermó súbitamente, y fue sustituido por otro, que desconocía la combinación. En dicho recinto carcelario fungía de Alcalde un personaje llamado Don Arturo Rodríguez, de gran estatura física y carácter muy variable, a quien todos los reclusos temían y estimaban. Era un hombre maravilloso, cumplidor de sus deberes, pero de un humanismo extraordinario. Sus consejos eran bien recibidos por todos, pues eran cátedras de moral. Cuando yo comencé a actuar como médico del presidio tenía un gran sentido de investigación y dedicación, que puse al servicio de mi nueva ocupación. Traté de llenar tarjeteros e historias de cada enfermo que asistía, con la mayor cantidad de datos posibles, pero tropecé con un obstáculo insalvable, pues ningún recluso aceptaba la causa de su prisión. Los rateros decían que habían cometido “vivezas” mientras que los que habían cometido crímenes decían estar presos por “acumulos”. Pronto me acostumbré a estas modalidades del idioma, interpretándolas con más o menos corrección, al mismo tiempo que compadecía a los jueces que habían tenido que actuar en sus casos. Médico municipal de pobres Cuando fui nombrado por el Ayuntamiento de Santo Domingo para desempeñar estas funciones, lo primero que tuve que hacer fue mudarme para el área destinada, ya que vivía fuera de la misma. Yo estaba ya cansado y trasladamos nuestra residencia a la segunda planta de un hermoso edificio en la parte final de la calle Arzobispo Meriño, situado dentro de dicha circunscripción. Muchos eran los casos que tenía que visitar diariamente entre la población de escasos recursos de Villa Duarte y Santa Bárbara. Cada mes tenía que rendir un informe pormenorizado de mis actuaciones para justificar mis servicios. De este modo, en contacto con los clientes pobres, aprendí a sufrir sus penurias y apreciar sus bondades. Confieso que este período de mi vida tuvo mucho que ver en la formación de mi espíritu hacia la comprensión de los problemas de mis semejantes. En muchas ocasiones tenía que suministrar las medicinas que les recetaba, ante su incapacidad económica para comprarlas, con muestras que recibía de los distribuidores que me visitaban a diario. Al ser electo Regidor del Ayuntamiento en las elecciones celebradas en 1930, renuncié a dicho cargo, por imposición moral de mi parte. Al constituirse el nuevo Cabildo de la ciudad, yo fui electo por mis compañeros para la Vice Presidencia, cargo que serví con gran dedicación y entusiasmo como Presidente interino pues el titular, que por ocupar una Secretaría de Estado, se encontraba imposibilitado al ser nombrado para ejercer dichas funciones, hasta tanto fuera reformada la ley de Secretarías de Estado vigente que hacía incompatibles dichos cargos. A comienzos del año 1931, con motivo de mi viaje de estudios a los Estados Unidos, aproveché la oportunidad para renunciar a dicho cargo. En realidad mi posición se iba desviando hacia la política imperante y a mí esto me disgustaba sobremanera. 122

Durante mi interinidad como Vice Presidente en funciones, afronté gran número de problemas, pues las dependencias municipales sufrieron los efectos de una destrucción casi completa con el paso del meteoro conocido como el “Ciclón de San Zenón”, que asoló a la ciudad el día 3 de septiembre de 1930, dejándola en ruinas y desolación, convertida en un inmenso cementerio. Sin recursos económicos disponibles y los mercados destruidos y las demás dependencias y arbitrios sin capacidad de producir, la situación merecía muchos esfuerzos para poder resolverla. Muchos de los compañeros de cabildo, en su mayoría hombres humildes, pues era el primer ayuntamiento nombrado en condiciones excepcionales, fueron colaboradores imprescindibles para esta labor de reconstrucción. Merece una recordación especial el regidor Juan Barón Fajardo, quien tomó a su cargo los trabajos de reconstrucción del Mercado que se encontraba situado donde hoy funciona la Dirección General de Comunicaciones, en la calle Isabel la Católica, frente a la “Casa del Cordón”, convirtiéndose en maestro de obras, trabajador y hasta fiador de muchos de los materiales que se necesitaron para su rehabilitación a la mayor brevedad posible. Mi matrimonio ARTURO DAMIRÓN RICART | MIS BODAS DE ORO CON LA MEDICINA Poco tiempo después de mi graduación contraje matrimonio en la ciudad de Montecristi con mi prometida Señorita Enriqueta Carron Moreno, oriunda de Dajabón, aunque residente desde años antes en la ciudad del Morro. Su padre era colombiano y su madre española de Madrid. El padre había vivido en Puerto Rico y Dajabón, antes de establecer su negocio de Farmacia y su matrimonio con el joven Carron hizo imposible su retorno a la madre patria, que añoraban sus progenitores. En su familia existía una mística por la medicina, ya que su abuelo y dos tíos (hermanos de su padre) habían sido médicos, uno en Colombia, donde murió, y otro en Francia, donde todavía ejerce con gran éxito. En mi familia no había habido nunca un profesionista médico, ya que la tradición de mis ascendientes era netamente de comerciantes. Tanto mi padre como mis abuelos y tíos, habían pertenecido al comercio de esta ciudad, desde varias generaciones. Mi primera incursión dentro de este campo era pues un experimento nuevo en mi familia, que se iba a repetir en mi hermano, muerto a destiempo, cuando prometía ser una gloria de la profesión. Fue en octubre 9 cuando nos casamos con gran pompa Constituyendo un acontecimiento que se recordó por muchos años en los anales sociales de Montecristi. Parece ser que octubre era un mes predestinado para mi familia, pues mi esposa había nacido en octubre 4 y mi única hija en octubre 2, y una de mis nietas celebra su fecha natalicia el 21 de octubre. El matrimonio constituyó la culminación de ni vida y el comienzo de una nueva etapa, que con mi graduación años antes, dieron nuevos rumbos a mi vida. La ceremonia civil y la religiosa estuvieron prestigiadas con la presencia de muy distinguidas familias de esta ciudad y de Santiago, donde teníamos amplias relaciones sociales. Después de tantos años, todavía recuerdo las palabras del sacerdote oficiante de la ceremonia que nos unió para siempre, “hasta que la muerte los separe”. 123

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

<strong>de</strong> la vida y conociendo a fondo las artimañas <strong>de</strong> Mr. Davis, a las cuales no daba completo<br />

crédito, le sugirió a éste que saliera primero pues el centinela podía confundirse, ya que<br />

uno era <strong>de</strong> color blanco mientras el otro era negro. Cuando Davis sacó la pierna, el centinela<br />

disparó hiriéndolo en el muslo, mientras José <strong>de</strong> la Luz se alegraba <strong>de</strong> no haber accedido a<br />

salir primero <strong>de</strong>sconfiando <strong>de</strong> las historias <strong>de</strong>l convincente cubano o colombiano. Se supo<br />

luego en la investigación que se hizo <strong>de</strong>l caso, que el centinela que <strong>de</strong>bió estar <strong>de</strong> servicio<br />

se enfermó súbitamente, y fue sustituido por otro, que <strong>de</strong>sconocía la combinación.<br />

En dicho recinto carcelario fungía <strong>de</strong> Alcal<strong>de</strong> un personaje llamado Don Arturo Rodríguez,<br />

<strong>de</strong> gran estatura física y carácter muy variable, a quien todos los reclusos temían y<br />

estimaban. Era un hombre maravilloso, cumplidor <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>beres, pero <strong>de</strong> un humanismo<br />

extraordinario. Sus consejos eran bien recibidos por todos, pues eran cátedras <strong>de</strong> moral.<br />

Cuando yo comencé a actuar como médico <strong>de</strong>l presidio tenía un gran sentido <strong>de</strong> investigación<br />

y <strong>de</strong>dicación, que puse al servicio <strong>de</strong> mi nueva ocupación. Traté <strong>de</strong> llenar tarjeteros e<br />

historias <strong>de</strong> cada enfermo que asistía, con la mayor cantidad <strong>de</strong> datos posibles, pero tropecé<br />

con un obstáculo insalvable, pues ningún recluso aceptaba la causa <strong>de</strong> su prisión. Los rateros<br />

<strong>de</strong>cían que habían cometido “vivezas” mientras que los que habían cometido crímenes<br />

<strong>de</strong>cían estar presos por “acumulos”. Pronto me acostumbré a estas modalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l idioma,<br />

interpretándolas con más o menos corrección, al mismo tiempo que compa<strong>de</strong>cía a los jueces<br />

que habían tenido que actuar en sus casos.<br />

Médico municipal <strong>de</strong> pobres<br />

Cuando fui nombrado por el Ayuntamiento <strong>de</strong> Santo Domingo para <strong>de</strong>sempeñar estas<br />

funciones, lo primero que tuve que hacer fue mudarme para el área <strong>de</strong>stinada, ya que vivía<br />

fuera <strong>de</strong> la misma. Yo estaba ya cansado y trasladamos nuestra resi<strong>de</strong>ncia a la segunda<br />

planta <strong>de</strong> un hermoso edificio en la parte final <strong>de</strong> la calle Arzobispo Meriño, situado <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> dicha circunscripción. Muchos eran los casos que tenía que visitar diariamente entre la<br />

población <strong>de</strong> escasos recursos <strong>de</strong> Villa Duarte y Santa Bárbara. Cada mes tenía que rendir<br />

un informe pormenorizado <strong>de</strong> mis actuaciones para justificar mis servicios.<br />

De este modo, en contacto con los clientes pobres, aprendí a sufrir sus penurias y apreciar<br />

sus bonda<strong>de</strong>s. Confieso que este período <strong>de</strong> mi vida tuvo mucho que ver en la formación <strong>de</strong><br />

mi espíritu hacia la comprensión <strong>de</strong> los problemas <strong>de</strong> mis semejantes.<br />

En muchas ocasiones tenía que suministrar las medicinas que les recetaba, ante su incapacidad<br />

económica para comprarlas, con muestras que recibía <strong>de</strong> los distribuidores que<br />

me visitaban a diario.<br />

Al ser electo Regidor <strong>de</strong>l Ayuntamiento en las elecciones celebradas en 1930, renuncié<br />

a dicho cargo, por imposición moral <strong>de</strong> mi parte.<br />

Al constituirse el nuevo Cabildo <strong>de</strong> la ciudad, yo fui electo por mis compañeros para la<br />

Vice Presi<strong>de</strong>ncia, cargo que serví con gran <strong>de</strong>dicación y entusiasmo como Presi<strong>de</strong>nte interino<br />

pues el titular, que por ocupar una Secretaría <strong>de</strong> Estado, se encontraba imposibilitado al ser<br />

nombrado para ejercer dichas funciones, hasta tanto fuera reformada la ley <strong>de</strong> Secretarías<br />

<strong>de</strong> Estado vigente que hacía incompatibles dichos cargos.<br />

A comienzos <strong>de</strong>l año 1931, con motivo <strong>de</strong> mi viaje <strong>de</strong> estudios a los Estados Unidos,<br />

aproveché la oportunidad para renunciar a dicho cargo. En realidad mi posición se iba <strong>de</strong>sviando<br />

hacia la política imperante y a mí esto me disgustaba sobremanera.<br />

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