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Descargar - Els arbres de Fahrenheit

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<strong>de</strong>cenios por el vínculo sagrado <strong>de</strong> compañeros <strong>de</strong> vida.<br />

Pero la muerte <strong>de</strong> Paco <strong>de</strong>ja muchos más huérfanos que Eloy, aunque él<br />

lo sea, claro está, <strong>de</strong> una forma incomparable. Cuando alguien como Paco ha<br />

sido maestro <strong>de</strong> tanta gente durante tantos años –en Castilla la Vieja, en<br />

Cataluña, en otras tierras hispanas, en América Latina, en Italia--, cuando ha<br />

sembrado tanta semilla fértil <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la militancia por la justicia y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

cátedra universitaria, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las asambleas políticas y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las páginas <strong>de</strong> los<br />

libros, es muchísima la orfandad que <strong>de</strong>ja una muerte así.<br />

Una <strong>de</strong> las primeras personas que me habló directamente <strong>de</strong> Paco<br />

Fernán<strong>de</strong>z Buey –a quien yo seguía, como otra mucha gente, a través <strong>de</strong> sus<br />

artículos en mientras tanto y en otras publicaciones--, a mediados <strong>de</strong> los años<br />

ochenta, fue el sociólogo Antonio Izquierdo Escribano, el único redactor <strong>de</strong> la<br />

revista rojiver<strong>de</strong>violeta que vivía entonces en Madrid. Recuerdo las palabras<br />

que nos dijo –a algunos amigos y a mí— en su vivienda <strong>de</strong> Las Matas, alguna<br />

noche <strong>de</strong> 1986 ó 1987: “es que Paco… es mucho Paco”. No se trata sólo <strong>de</strong> un<br />

intelectual brillante, venía a <strong>de</strong>cir Antonio, si me permiten uste<strong>de</strong>s traducirle un<br />

poco, tanto tiempo <strong>de</strong>spués; no es sólo un pensador profundo; no es sólo un<br />

analista y dirigente político capaz; es a<strong>de</strong>más una <strong>de</strong> esas muy escasas<br />

personas cuya integridad moral nos da testimonio <strong>de</strong> lo que el ser humano<br />

pue<strong>de</strong> llegar a ser, aunque la mayoría <strong>de</strong> nosotros, casi siempre, no estemos a<br />

la altura <strong>de</strong> nosotros mismos.<br />

Antes llamé a Paco “maestro”. Lo fue para mí: igual que muchos otros,<br />

puedo <strong>de</strong>cir que yo no sería la persona que soy si, hace un cuarto <strong>de</strong> siglo, no<br />

hubiera encontrado a Paco Fernán<strong>de</strong>z Buey.<br />

Si no falla mi registro, nos encontramos en persona por vez primera el<br />

sábado 19 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1988. Habíamos viajado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Madrid a Valladolid ex<br />

profeso, para visitarle, varios amigos, quienes por entonces formábamos un<br />

colectivo laxo <strong>de</strong> interesados en política y en filosofía –a mí me gustaba<br />

llamarlo REDROPELO—, y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> algunos años antes buscábamos<br />

nuestra orientación en Manuel Sacristán y en la revista mientras tanto. Paco<br />

era entonces profesor en la Facultad <strong>de</strong> Ciencias Económicas y Empresariales<br />

<strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Valladolid. Lo había sido antes en la Universidad <strong>de</strong><br />

Barcelona, lo sería <strong>de</strong>spués en la Universidad Pompeu Fabra. Pertenecía a la<br />

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