Clases 6-7 Febrero 16 y 18 El efecto fotoeléctrico. - unam

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El efecto fotoeléctrico. Clases 6-7 Febrero 16 y 18 En una esquina de un laboratorio oscurecido se encuentra una máquina eléctrica que consta de dos esferas metálicas. Se trata de una máquina común para producir “chispazos” eléctricos, a la cual se le han añadido dos placas metálicas mediante barras conductoras delgadas, como si se le hubiesen añadido enormes orejas a ese monstruo de dos ojos. En otra mesa se encuentra un arillo incompleto, de alambre rígido, montado en un soporte aislante. Para el experimentador el pequeño espacio entre los extremos del arillo incompleto es la parte crucial de todo el dispositivo. Si sus conjeturas son correctas, en ese lugar el secreto será revelado. Todo está dispuesto y el experimentador cierra un interruptor para iniciar las ráfagas de crujientes chispas entre las esferas. Dando la espalda a las resplandecientes chispas, espera a que sus ojos se acostumbren a la oscuridad. ¿Es su imaginación o realmente esta viendo un leve resplandor en el espacio faltante del arillo? No puede estar seguro; podría tratarse tan solo de un reflejo. Con cuidado gira un tornillo que hace que el espacio incompleto se reduzca. A medida que los extremos del arillo se acercan, el resplandor se hace más intenso. Los acerca más y más, hasta que casi se tocan. Ahora ya no hay duda alguna. El experimentador suspira satisfecho: a través del espacio incompleto del arillo cruzan chispas eléctricas. En esta forma extrañamente simple fue que, en 1887, el joven físico aleman Heinrich Herz detectó, por primera vez, y de manera ingeniosa, una señal de radio 1 . V Rayos X Figua 5‐14. Dispositivo para producir el efecto fotoeléctrico. A Cuando Heinrich Hertz realizaba su experimento para generar ondas electromagnéticas y corroborar así la predicción de James Clerk. Maxwell (1864) de que la luz era radiación electromagnética, observó y reportó un sutil efecto que se producía en una parte de su aparato: cuando la luz producida durante la descarga eléctrica en las esferas incidía en la ranura del arillo, la intensidad de la descarga inducida aumentaba. Aunque el fenómeno llamó la atención de la comunidad científica, todos los intentos para explicarlo con la Física conocida fallaron. Fue hasta 1905, cuando Albert Einstein abordó el problema, retomando (y avanzando) la hipótesis cuántica de Planck, que se contó con una explicación satisfactoria de este fenómeno. 1 Traducción libre del texto de The strange story of the quantum de Banes Hoffmann, Dover 1959.

<strong>El</strong> <strong>efecto</strong> <strong>fotoeléctrico</strong>.<br />

<strong>Clases</strong> 6-7<br />

<strong>Febrero</strong> <strong>16</strong> y <strong>18</strong><br />

En una esquina de un laboratorio oscurecido se encuentra una máquina eléctrica que<br />

consta de dos esferas metálicas. Se trata de una máquina común para producir “chispazos”<br />

eléctricos, a la cual se le han añadido dos placas metálicas mediante barras conductoras<br />

delgadas, como si se le hubiesen añadido enormes orejas a ese monstruo de dos ojos.<br />

En otra mesa se encuentra un arillo incompleto, de alambre rígido, montado en un<br />

soporte aislante. Para el experimentador el pequeño espacio entre los extremos del arillo<br />

incompleto es la parte crucial de todo el dispositivo. Si sus conjeturas son correctas, en ese<br />

lugar el secreto será revelado.<br />

Todo está dispuesto y el experimentador cierra un interruptor para iniciar las<br />

ráfagas de crujientes chispas entre las esferas. Dando la espalda a las resplandecientes<br />

chispas, espera a que sus ojos se acostumbren a la oscuridad. ¿Es su imaginación o<br />

realmente esta viendo un leve resplandor en el espacio faltante del arillo? No puede<br />

estar seguro; podría tratarse tan solo de un reflejo. Con cuidado gira un tornillo que<br />

hace que el espacio incompleto se reduzca. A medida que los extremos del arillo se<br />

acercan, el resplandor se hace más intenso. Los acerca más y más, hasta que casi se<br />

tocan. Ahora ya no hay duda alguna. <strong>El</strong> experimentador suspira satisfecho: a través del<br />

espacio incompleto del arillo cruzan chispas eléctricas.<br />

En esta forma extrañamente simple fue que, en <strong>18</strong>87, el joven físico aleman<br />

Heinrich Herz detectó, por primera vez, y de manera ingeniosa, una señal de radio 1 .<br />

V<br />

Rayos X<br />

Figua 5‐14. Dispositivo para producir el <strong>efecto</strong><br />

<strong>fotoeléctrico</strong>.<br />

A<br />

Cuando Heinrich Hertz realizaba su<br />

experimento para generar ondas<br />

electromagnéticas y corroborar así la<br />

predicción de James Clerk. Maxwell (<strong>18</strong>64) de<br />

que la luz era radiación electromagnética,<br />

observó y reportó un sutil <strong>efecto</strong> que se<br />

producía en una parte de su aparato: cuando<br />

la luz producida durante la descarga eléctrica<br />

en las esferas incidía en la ranura del arillo, la<br />

intensidad de la descarga inducida<br />

aumentaba. Aunque el fenómeno llamó la<br />

atención de la comunidad científica, todos los<br />

intentos para explicarlo con la Física conocida<br />

fallaron. Fue hasta 1905, cuando Albert<br />

Einstein abordó el problema, retomando<br />

(y avanzando) la hipótesis cuántica de Planck,<br />

que se contó con una explicación satisfactoria<br />

de este fenómeno.<br />

1 Traducción libre del texto de The strange story of the quantum de Banes Hoffmann, Dover 1959.


<strong>El</strong> <strong>efecto</strong> <strong>fotoeléctrico</strong> consiste en la emisión de electrones (llamados fotoelectrones)<br />

desde la superficie de un material cuando sobre ésta incide radiación electromagnética. <strong>El</strong><br />

estudio de las características de este fenómeno puede hacerse utilizando un dispositivo<br />

experimental como el que se muestra esquemáticamente en la Fig. 5‐11. En un tubo<br />

evacuado se coloca un fotocátodo y un ánodo conectados a una fuente de voltaje variable.<br />

Además se incluye un dispositivo (interruptor) que permite invertir la polaridad del voltaje<br />

aplicado. Al iluminar el fotocátodo con luz monocromática de frecuencia ν, se establece una<br />

fotocorriente que varía con el voltaje aplicado en la forma mostrada en la Fig. 5‐12. Los<br />

resultados experimentales obtenidos son los siguientes:<br />

Vmax<br />

i<br />

ν = cte.<br />

Figura 5‐15. Variación de i con I para ν =<br />

cte.<br />

i<br />

I = cte.<br />

i<br />

ν3<br />

‐V1 ‐V2 ‐V3<br />

ν2<br />

ν1<br />

I3<br />

I2<br />

I1<br />

I3<br />

V<br />

V<br />

a) En términos generales, la<br />

fotocorriente se establece aun si no hay voltaje<br />

aplicado, lo cual significa que al menos algunos<br />

de los fotoelectrones emitidos tienen una<br />

energía cinética suficiente como para llegar al<br />

ánodo. De hecho, para que la fotocorriente<br />

cese, se tiene que aplicar un voltaje inverso<br />

para frenar a los fotoelectrones más veloces. <strong>El</strong><br />

valor Vmax de este voltaje de frenado,<br />

multiplicado por la carga del electrón, es una<br />

medida de la energía cinética máxima que<br />

pueden adquirir algunos de los fotoelectrones<br />

emitidos por el fotocátodo (Fig. 5‐12).<br />

b) Al aumentar la intensidad de la<br />

radiación, manteniendo su frecuencia fija, la<br />

fotocorriente aumenta pero el voltaje inverso<br />

necesario para que la fotocorriente llegue a<br />

cero es independiente de la intensidad; es<br />

decir, la energía cinética máxima no cambia<br />

con la intensidad de la radiación.<br />

c) Manteniendo una intensidad<br />

Figura 5‐<strong>16</strong>. Variación de i con V para constante, el voltaje de frenado, o potencial<br />

I = cte.<br />

Vmax<br />

retardador, aumenta al aumentar la frecuencia<br />

de la radiación incidente (Fig. 5‐13).<br />

d) Existe una frecuencia umbral por<br />

debajo de la cual no se produce la emisión de<br />

K<br />

fotoelectrones, sin importar cual sea la<br />

Cs<br />

W<br />

Figura 5‐17. Variación de Vmax con ν.<br />

ν<br />

intensidad de la radiación incidente.<br />

e) Cuando la frecuencia de la radiación<br />

es mayor o igual que la umbral, la emisión de<br />

los fotoelectrones es esencialmente<br />

instantánea, sin importar que tan débil sea su<br />

intensidad. La energía cinética máxima de los<br />

fotoelectrones, medida por el voltaje de<br />

frenado (Tmax = ‐eVmax), es una función sólo de<br />

la frecuencia de la radiación y no de su<br />

intensidad.<br />

f) En cada metal, la energía cinética máxima varía linealmente con la frecuencia de la<br />

radiación; es decir,


eVmax max<br />

= T = aν<br />

+ b<br />

(5‐20)<br />

y el valor de la constante a es independiente del material del cual esté hecho el fotocátodo<br />

(ver la Fig 5‐14).<br />

Como ya mencionamos, el fenómeno permaneció sin explicación hasta que, en 1905, A.<br />

Einstein retoma la hipótesis de Planck, que también había estado abandonada desde 1900,<br />

para explicarlo. Más aun, propone que no solo las energías de las oscilaciones de los<br />

osciladores armónicos, por los cuales sustituyó a las partículas constituyentes de las paredes<br />

de la cavidad radiante, están cuantizadas, sino que la energía misma de la radiación absorbido<br />

o emitida por estos osciladores está cuantizada. Es decir, la energía es absorbida o emitida en<br />

“paquetes” localizados y no de manera continua; en este sentido, el comportamiento de la<br />

radiación electromagnética se asemeja más al de un corpúsculo, de energía hν, que al de una<br />

onda. De hecho, en 1926 Gibert Lewis bautizó a estos paquetes con el nombre de fotones.<br />

Este punto de vista supone entonces que la intensidad de un haz luminoso ha de<br />

asociarse con el número N de fotones que lo constituyen, y que al llegar a la superficie de un<br />

metal serán absorbidos, como unidades, por los electrones presentes en el material. Entonces<br />

puede ocurrir que la energía cinética adquirida por los electrones sea suficiente como para<br />

hacer que algunos de éstos “abandonen” al material. Cuántos de ellos lo hacen, y con que<br />

energía cinética, depende, desde luego, de su ubicación dentro del material. Si se encuentran<br />

muy cerca de la superficie del metal, encontrarán pocos obstáculos en su camino de escape;<br />

por el contrario, si se encuentran en una región muy interna en el metal, difícilmente podrán<br />

abandonarlo. Es decir, la energía cinética T de los fotoelectrones debe estar determinada por<br />

la siguiente ecuación:<br />

T = E - φ = hν – φ, (5-21)<br />

en donde φ representa la energía disipada por un electrón cualquiera en su camino de escape<br />

del metal. De entre todos los electrones desprendidos del metal, los más cercanos a su<br />

superficie disiparán la menor energía posible, a la que llamaremos φ0 y, en consecuencia,<br />

serán los que adquieran la mayor energía cinética. Para ellos se debe cumplir<br />

Tmax = hν - φ0 = -eVmax, (5-22)<br />

que concuerda con los resultados experimentales. Más aun, de la pendiente de las rectas<br />

experimentales, que es, según este modelo, m = h/e, se obtiene el mismo valor numérico para<br />

h obtenido por Planck del análisis de la radiación del cuerpo negro.


<strong>El</strong> modelo de Bohr del átomo de hidrógeno.<br />

En 1912, un estudiante danés solicito su ingreso al laboratorio de E.<br />

Rutherford en Manchester. Después de entrevistarlo, le pareció que su<br />

capacidad intelectual estaba por debajo del promedio y, sin embargo, decidió<br />

aceptarlo para realizar estudios posdoctorales basado en una poderosa razón:<br />

Niels Bohr, que ese era su nombre, jugaba bien al fútbol.<br />

Figura 5‐<strong>18</strong>. <strong>El</strong> espectro óptico en el visible del hidrógeno atómico<br />

Para 1913, la opinión de Rutherford y sus colaboradores había cambiado<br />

radicalmente, pues el danés había desarrollado un modelo en el que por<br />

primera vez se daba una explicación del por que el espectro del átomo de<br />

hidrógeno era un espectro de líneas. Para llegar a esa explicación, Bohr hizo<br />

una extraña mezcla de las ideas clásicas y de las nuevas propuestas de Planck<br />

y de Einstein. De hecho, el modelo propuesto por Bohr estaba basado el las<br />

siguientes suposiciones:<br />

a) Un sistema atómico posee estados estacionarios en los<br />

cuales el sistema no emite radiación, aun cuando el estado de<br />

movimiento de las partículas cargadas que lo constituyen sea<br />

acelerado.<br />

b) <strong>El</strong> equilibrio dinámico del sistema atómico en un estado<br />

estacionario está gobernado por las leyes de la mecánica<br />

clásica, aunque éstas no se cumplan cuando se produzca una<br />

transición entre tales estados.<br />

c) <strong>El</strong> movimiento del electrón en torno al núcleo atómico<br />

es en una órbita circular.<br />

d) Cuando se produce una transición entre estados<br />

estacionarios, el sistema absorbe o emite radiación cuya<br />

frecuencia queda determinada por<br />

hν = Ef - Ei, (5-23)<br />

en donde Ef y Ei son las energías asociadas con los estados<br />

estacionarios final e inicial del sistema, respectivamente.<br />

Con las hipótesis anteriores Bohr procede a calcular la energía total del<br />

átomo de hidrógeno. Primero calculó la energía cinética T<br />

2 2 2<br />

mv mr ω 2 2 2<br />

T = = = 2π<br />

mr ν<br />

2 2<br />

, (5-24)


en donde ν es la frecuencia del movimiento circular (y ω es su frecuencia<br />

angular). Como además la fuerza centrípeta está proporcionada por la<br />

atracción electrostática entre la carga nuclear (Ze) y la electrónica (-e)<br />

podemos escribir<br />

2<br />

1 Ze<br />

2<br />

F = = ma<br />

2<br />

c = mrω<br />

4πε0<br />

r<br />

, (5-25)<br />

de donde resulta, después de sustituir en T, que:<br />

y como la energía potencial es<br />

entonces<br />

1 ⎛ 1<br />

T =<br />

⎜<br />

2 ⎝ 4πε<br />

1<br />

V = −<br />

4πε<br />

Ze<br />

r<br />

2<br />

⎞<br />

⎟<br />

⎠<br />

0 (5-26)<br />

0<br />

Ze<br />

r<br />

2<br />

, (5-27)<br />

2<br />

1 ⎛ 1 Ze ⎞<br />

ET = T + V = −<br />

= −T<br />

= −Ea<br />

2 ⎜<br />

4 0 r ⎟<br />

⎝ πε ⎠<br />

, (5-28)<br />

en donde Ea es la energía de amarre del átomo (la energía necesaria para<br />

separar al núcleo y al electrón hasta una distancia infinita). Despejando a r se<br />

obtiene<br />

1<br />

r =<br />

8πε<br />

Ze<br />

2<br />

0 Ea<br />

2 2<br />

mr ω<br />

y sustituyendo este valor en T = Ea=<br />

, se obtiene<br />

2<br />

de donde<br />

así que<br />

ω<br />

2<br />

E<br />

a<br />

2<br />

= 4π<br />

ν<br />

2<br />

mω<br />

=<br />

2<br />

8x<strong>16</strong>π<br />

ε<br />

2<br />

=<br />

8E<br />

2<br />

0<br />

, (5-29)<br />

2<br />

Z e<br />

E<br />

2<br />

a<br />

4<br />

2 2 ( <strong>16</strong>π<br />

ε )<br />

3<br />

a<br />

2<br />

Z<br />

⎛ 32E<br />

ε<br />

ν = ⎜<br />

2<br />

⎝ Z me<br />

me<br />

4<br />

1 2<br />

3 2 ⎞ a 0 ⎟<br />

4<br />

⎟<br />

⎠<br />

0<br />

, (5-30)<br />

, (5-31)<br />

. (5-32)


Hasta ahora, todo el cálculo era estrictamente clásico; entonces Bohr<br />

procede a introducir una hipótesis cuántica: como un movimiento circular puede<br />

pensarse como la superposición de dos movimientos armónicos, retoma la<br />

hipótesis de Planck modificada y propone que la energía de amarre Ea = αnhν.<br />

Es decir. la energía del movimiento circular solo puede cambiar en múltiplos de<br />

αhν. Bohr introduce el factor α para tomar en cuenta que se trata de un<br />

movimiento circular y no armónico simple. Sustituyendo el valor de Ea en la<br />

Ec.(5-32) se obtiene:<br />

2 4<br />

Z me<br />

ν =<br />

. (5-33)<br />

3 3 3<br />

32h<br />

ε α n<br />

La energía total del sistema estará entonces cuantizada y determinada por:<br />

E<br />

y el radio de la “orbita” por<br />

n<br />

2<br />

0<br />

2 4<br />

Z me<br />

= −αnhν<br />

= −<br />

, (5-34)<br />

2 2 2<br />

32h<br />

ε α n<br />

4h<br />

ε α n<br />

πZme<br />

2<br />

0<br />

2 2 2<br />

n =<br />

0<br />

2 . (5-35)<br />

r<br />

Sólo resta determinar el valor de α. Para hacerlo, Bohr introduce el llamado<br />

principio de correspondencia diciendo que los resultados cuánticos deben<br />

corresponder a los clásicos cuando el sistema se encuentre en una situación<br />

que pueda describirse clásicamente. Como el valor de r → ∞ cuando n → ∞, el<br />

electrón del átomo se comportaría en este caso como una carga eléctrica<br />

clásica en movimiento acelerado. Según la electrodinámica clásica, esta carga<br />

debe radiar con una frecuencia igual a la de su movimiento circular. Por<br />

consiguiente se esperaría una radiación de frecuencia<br />

2 4<br />

Z me<br />

ν =<br />

. (5-36)<br />

3 3 3<br />

32h<br />

ε α n<br />

2<br />

0<br />

Pero según las hipótesis de Bohr, la frecuencia emitida en una transición<br />

entre dos estados estacionarios consecutivos quedaría determinada por<br />

E<br />

ν =<br />

n+<br />

1<br />

− E<br />

h<br />

n<br />

2 4<br />

Z me<br />

= − 3 2<br />

32h<br />

ε α<br />

0<br />

2<br />

⎡<br />

⎢<br />

⎣<br />

1<br />

1 ⎤<br />

− ⎥ =<br />

⎦<br />

Z<br />

2<br />

me<br />

( ) ( ) ⎥ 2 2<br />

3 2 2 2 2<br />

n + 1 n 32h<br />

ε0α<br />

⎣n<br />

n + 1 ⎦<br />

4<br />

⎡<br />

⎢<br />

2n<br />

+ 1<br />

⎤<br />

. (5-37)<br />

Si ahora se hace que n → ∞ y se aplica el principio de correspondencia se<br />

obtiene<br />

2 4<br />

2 4<br />

Z me 2 Z me<br />

ν →<br />

=<br />

, (5-38)<br />

3 2 3<br />

3 3 3<br />

32h<br />

ε α n 32h<br />

ε α n<br />

2<br />

0<br />

2<br />

0


de donde resulta α = ½ y entonces<br />

2 4<br />

Z me<br />

= − 2 2<br />

8h<br />

ε n<br />

Z<br />

= −13.<br />

6<br />

n<br />

En 2<br />

2<br />

0<br />

2<br />

en<br />

eV.<br />

(5-39)<br />

y la Ec (5-<strong>18</strong>) que determina la frecuencia (o la longitud de onda) de la luz<br />

emitida por el átomo queda, finalmente, como<br />

2<br />

Z me<br />

ν = 3<br />

8h<br />

ε<br />

4<br />

2<br />

0<br />

⎛ 1<br />

⎜<br />

⎝ ni<br />

−<br />

1 ⎞<br />

⎟<br />

nf<br />

⎠<br />

(5-40)<br />

que era formalmente equivalente a las fórmulas previamente obtenidas, de<br />

manera empírica, por Rydeberg y por Balmer.<br />

Por otra parte, el radio de la órbita electrónica también resulta<br />

cuantizado con el valor<br />

en donde<br />

a<br />

0<br />

r<br />

n<br />

2 2<br />

2<br />

h ε 0n<br />

n<br />

= = a 2 0 , (5-41)<br />

πZme<br />

Z<br />

2<br />

h ε 0<br />

−11<br />

= = 5.<br />

2917x10<br />

m.<br />

(5-42)<br />

2<br />

πme<br />

es el llamado radio de Bohr. Con estos resultados la imagen del átomo<br />

planetario de Rutherford se modifica en varios aspectos: en primer lugar, el<br />

electrón no puede encontrarse en cualquier lugar en torno al núcleo, sino que<br />

solo puede estar en algunas órbitas circulares (estados estacionarios) con<br />

valores de su radio y de su energía total fijos. En segundo lugar, mientras se<br />

encuentre en alguno de estos estados estacionarios no emite radiación. Al<br />

pasar de un estado estacionario a otro emitirá radiación cuya frecuencia queda<br />

determinada por hν = En – Em; en este proceso el electrón que se encontraba<br />

en el estado caracterizado por En desaparece y aparece otro electrón en el<br />

estado caracterizado por Em, ya que en ningún momento el electrón puede<br />

estar en la región comprendida entre rn y rm. Una representación pictórica del<br />

átomo de Bohr sería como la de la figura 6-<strong>18</strong>:


Visible<br />

Como además<br />

Figura 6.<strong>18</strong> Representación pictórica del átomo de<br />

hidrógeno basada en el modelo de Bohr.<br />

Ultravioleta<br />

2<br />

2<br />

= r x mv<br />

= mr ω = 2πmr<br />

ν , (5-43)<br />

se obtiene que, después de sustituir rn y ν, que el momento angular orbital del<br />

electrón también está cuantizado<br />

nh<br />

= (5-44)<br />

2π<br />

[ ] = n,<br />

n<br />

en donde ħ es la llamada constante de Dirac.<br />

Con frecuencia se suelen representar las energías de los estados<br />

estacionarios como los peldaños de una escalera irregular, en la que las<br />

transiciones entre estados estacionarios se pueden agrupar en series<br />

caracterizadas por el estado final de las transiciones. Así, la serie de<br />

transiciones en las que el estado final es el estado básico del átomo de<br />

hidrógeno (n = 1) se llama serie de Lyman, aquella en la que el estado final es<br />

el primer estado excitado (n = 2) se llama serie de Balmer, y siguen las series<br />

de Paschen, Brackett y Pfünd para n = 3, 4 y 5, respectivamente. A modo de<br />

ejemplo, en la figura 6-19 se representan las series de Lyman, Balmer y<br />

Paschen.


Lyman (ultravioleta)<br />

Balmer (parcialmen‐te<br />

en el visible)<br />

Paschen (infrarrojo)<br />

Figura 6‐19. Representación de las transiciones que dan lugar a las tres<br />

primeras series espectrales del átomo de hidrógeno.<br />

<strong>El</strong> gran excito del modelo de Bohr fue que explicaba todas y cada una de<br />

las líneas observadas en el espectro del átomo de hidrógeno. Sin embargo,<br />

este modelo semiclásico adolecía de varias dificultades conceptuales que<br />

hicieron que pronto se le sustituyera por un enfoque totalmente novedoso en el<br />

que no se hiciera esa extraña mezcla de ideas clásicas con cuánticas.

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