Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario

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las naciones. Nuestra reseña de las instituciones educacionales nos lleva a modificar nuestra imagen del hombre. La criatura que las escuelas necesitan como cliente no tiene ni la autonomía ni la motivación para crecer por su cuenta. Podemos reconocer la escolarización como la culminación de una empresa prometeica, y hablar de su alternativa refiriéndonos a un mundo adecuado para que en él viva un hombre epimeteico. Si bien podemos especificar que la alternativa a los embudos escolásticos es un mundo al que unas verdaderas redes de comunicación hacen transparente, y si bien podemos especificar muy concretamente cómo funcionarían tales redes, podemos tan sólo esperar que reapareciese la naturaleza epimeteica del hombre. No podemos ni planificarla, ni producirla. 1 Office of Economic Opportunity, organismo oficial en E.U. (N. del T.) 2 Ceremonia del rito judío por la cual se reconoce a un muchacho como persona responsable. Equivale a la confirmación católica y se efectúa al cumplir el muchacho trece años de edad. (N. del T.) 3 Lenguaje usado en informática para fines comerciales. (N. del T.) 145

7. RENACIMIENTO DEL HOMBRE EPIMETEICO Nuestra sociedad se asemeja a la máquina definitiva que una vez vi en una juguetería neoyorquina. Consistía en un cofrecillo metálico con un interruptor que, al tocarlo uno, se abría de golpe descubriendo una mano mecánica. Unos dedos cromados se estiraban hacia la tapa, la cerraban y la acerrojaban desde el interior. Era una caja; uno esperaba poder sacar algo de ella, pero no contenía sino un mecanismo para cerrarla. Este artilugio es lo opuesto a la "caja" de Pandora. La Pandora original, "la que todo lo da", era una diosa de la Tierra en la Grecia matriarcal prehistórica, que dejó escapar todos los males de su ánfora (phytos). Pero cerró la tapa antes que pudiera escapar la esperanza. La historia del hombre moderno comienza con la degradación del mito de Pandora, y llega a su término en el cofrecillo que se cierra solo. Es la historia del empeño prometeico por forjar instituciones a fin de acorralar a cada uno de los males desencadenados. Es la historia de una esperanza declinante y unas expectativas crecientes. Para comprender lo que esto significa debemos redescubrir la diferencia entre expectativa y esperanza. Esperanza, en su sentido vigoroso, significa fe confiada en la bondad de la naturaleza, mientras expectativa, tal como la emplearé aquí, significa fiarse en resultados que son planificados y controlados por el hombre. La esperanza centra el deseo en una persona de la cual aguardamos un regalo. La expectativa se promete una satisfacción proveniente de un proceso predecible que producirá aquello que tenemos el derecho de exigir. El ethos prometeico ha eclipsado actualmente la esperanza. La supervivencia de la raza humana de que se la descubra como fuerza social. La Pandora original fue enviada a la Tierra con un frasco que contenía todos los males; de las cosas buenas, contenía sólo la esperanza. El hombre primitivo vivía en este mundo de esperanza. Para subsistir confiaba en la munificiencia de la naturaleza, en los regalos de los dioses y en los instintos de su tribu. Los griegos del periodo clásico comenzaron a reemplazar la esperanza con expectativas. En la versión que dieron de Pandora, ésta soltó tanto males como bienes. La recordaban principalmente por los males que había desencadenado. Y, lo que es más significativo, olvidaron que "la que todo lo da" era también la custodia de la esperanza. Los griegos contaban la historia de dos hermanosa, Prometeo y Epimeteo. El primero advirtió al segundo de que no se metiera con Pandora. Éste, en cambio, se casó con ella. En la Grecia clásica, al nombre "Epimeteo", que significa "percepción tardía" o "visión ulterior", se le daba el significado de "lerdo" o "tonto". Para la época en que Hesíodo relataba el cuento en su forma clásica, los griegos se había convertido en patriarcas moralistas y misóginos que se espantaban ante el pensamiento de una primera mujer. Construyeron una sociedad racional y autoritaria. Los hombres proyectaron instituciones mediante las cuales programaron enfrentarse a todos los males desenjaulados. Llegaron a percatarse de su poder para conformar el mundo y hacerle producir servicios que aprendieron también a esperar. Querían que sus artefactos moldearan sus propias necesidades y las exigencias futuras de sus hijos. Se convirtieron en legisladores, arquitectos y autores, hacedores de constituciones, ciudades y obras de arte que sirviesen de ejemplo para su progenie. El hombre primitivo había contado con la participación mística en ritos sagrados para iniciar a los individuos en las tradiciones de la sociedad, pero los griegos clásicos reconocieron como verdaderos hombres sólo a aquellos ciudadanos que permitirían qeu la paideia (educación) los hiciera aptos para ingresar en las instituciones que sus mayores habían proyectado. El mito en desarrollo refleja la transición desde un mundo en que se interpretaban los sueños a un mundo en que se hacían oráculos. Desde tiempos inmemoriales, se había adorado a la Diosa de la Tierra en las laderas del monte Parnaso, que era el centro y el ombligo de la Tierra. Allí, en Delphos (de delphys, la matriz), dormía Gaia, hermana de Caos y de Eros. Su hijo, Pitón, el dragón, cuidaba sus sueños lunares y neblinosos, hasta que Apolo, el Dios del Sol, el arquitecto de Troya, se alzó al Oriente, mató al dragón y se apoderó de la cueva de Gaia. Los sacerdotes de Apolo se hicieron cargo del templo de la diosa. Emplearon a una doncella de la localidad, la sentaron en un trípode, sobre el ombligo humeante de la Tierra, y la adormecieron con emanaciones. Luego pusieron sus declaraciones extácticas en hexámetros rimados de profecías que se cumplían por la misma influencia que ejercían. De todo el Peloponeso venían hombres a traer sus problemas ante Apolo.

7. RENACIMIENTO DEL HOMBRE EPIMETEICO<br />

Nuestra <strong>sociedad</strong> se asemeja a la máquina definitiva que una vez vi en una juguetería neoyorquina.<br />

Consistía en un cofrecillo metálico con un interruptor que, al tocarlo uno, se abría de golpe<br />

descubriendo una mano mecánica. Unos dedos cromados se estiraban hacia la tapa, la cerraban y<br />

la acerrojaban desde el interior. Era una caja; uno esperaba poder sacar algo de ella, pero no<br />

contenía sino un mecanismo para cerrarla. Este artilugio es lo opuesto a la "caja" de Pandora. <strong>La</strong><br />

Pandora original, "la que todo lo da", era una diosa de la Tierra en la Grecia matriarcal prehistórica,<br />

que dejó escapar todos los males de su ánfora (phytos). Pero cerró la tapa antes que pudiera<br />

escapar la esperanza. <strong>La</strong> historia del hombre moderno comienza con la degradación del mito de<br />

Pandora, y llega a su término en el cofrecillo que se cierra solo. Es la historia del empeño<br />

prometeico por forjar instituciones a fin de acorralar a cada uno de los males desencadenados. Es<br />

la historia de una esperanza declinante y unas expectativas crecientes.<br />

Para comprender lo que esto significa debemos redescubrir la diferencia entre expectativa y<br />

esperanza. Esperanza, en su sentido vigoroso, significa fe confiada en la bondad de la naturaleza,<br />

mientras expectativa, tal como la emplearé aquí, significa fiarse en resultados que son planificados<br />

y controlados por el hombre. <strong>La</strong> esperanza centra el deseo en una persona de la cual aguardamos<br />

un regalo. <strong>La</strong> expectativa se promete una satisfacción proveniente de un proceso predecible que<br />

producirá aquello que tenemos el derecho de exigir. El ethos prometeico ha eclipsado actualmente<br />

la esperanza. <strong>La</strong> supervivencia de la raza humana de que se la descubra como fuerza social. <strong>La</strong><br />

Pandora original fue enviada a la Tierra con un frasco que contenía todos los males; de las cosas<br />

buenas, contenía sólo la esperanza. El hombre primitivo vivía en este mundo de esperanza. Para<br />

subsistir confiaba en la munificiencia de la naturaleza, en los regalos de los dioses y en los instintos<br />

de su tribu. Los griegos del periodo clásico comenzaron a reemplazar la esperanza con<br />

expectativas. En la versión que dieron de Pandora, ésta soltó tanto males como bienes. <strong>La</strong><br />

recordaban principalmente por los males que había desencadenado. Y, lo que es más significativo,<br />

olvidaron que "la que todo lo da" era también la custodia de la esperanza. Los griegos contaban la<br />

historia de dos hermanosa, Prometeo y Epimeteo. El primero advirtió al segundo de que no se<br />

metiera con Pandora. Éste, en cambio, se casó con ella. En la Grecia clásica, al nombre<br />

"Epimeteo", que significa "percepción tardía" o "visión ulterior", se le daba el significado de "lerdo" o<br />

"tonto". Para la época en que Hesíodo relataba el cuento en su forma clásica, los griegos se había<br />

convertido en patriarcas moralistas y misóginos que se espantaban ante el pensamiento de una<br />

primera mujer. Construyeron una <strong>sociedad</strong> racional y autoritaria. Los hombres proyectaron<br />

instituciones mediante las cuales programaron enfrentarse a todos los males desenjaulados.<br />

Llegaron a percatarse de su poder para conformar el mundo y hacerle producir servicios que<br />

aprendieron también a esperar. Querían que sus artefactos moldearan sus propias necesidades y<br />

las exigencias futuras de sus hijos. Se convirtieron en legisladores, arquitectos y autores,<br />

hacedores de constituciones, ciudades y obras de arte que sirviesen de ejemplo para su progenie.<br />

El hombre primitivo había contado con la participación mística en ritos sagrados para iniciar a los<br />

individuos en las tradiciones de la <strong>sociedad</strong>, pero los griegos clásicos reconocieron como<br />

verdaderos hombres sólo a aquellos ciudadanos que permitirían qeu la paideia (educación) los<br />

hiciera aptos para ingresar en las instituciones que sus mayores habían proyectado.<br />

El mito en desarrollo refleja la transición desde un mundo en que se interpretaban los sueños a un<br />

mundo en que se hacían oráculos. Desde tiempos inmemoriales, se había adorado a la Diosa de la<br />

Tierra en las laderas del monte Parnaso, que era el centro y el ombligo de la Tierra. Allí, en Delphos<br />

(de delphys, la matriz), dormía Gaia, hermana de Caos y de Eros. Su hijo, Pitón, el dragón, cuidaba<br />

sus sueños lunares y neblinosos, hasta que Apolo, el Dios del Sol, el arquitecto de Troya, se alzó<br />

al Oriente, mató al dragón y se apoderó de la cueva de Gaia. Los sacerdotes de Apolo se hicieron<br />

cargo del templo de la diosa. Emplearon a una doncella de la localidad, la sentaron en un trípode,<br />

sobre el ombligo humeante de la Tierra, y la adormecieron con emanaciones. Luego pusieron sus<br />

declaraciones extácticas en hexámetros rimados de profecías que se cumplían por la misma<br />

influencia que ejercían. De todo el Peloponeso venían hombres a traer sus problemas ante Apolo.

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