Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario

Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario

mundolibertario.org
from mundolibertario.org More from this publisher
20.04.2013 Views

aprovechamiento y pericia de ambos, y para ayudarles a elegir el libro de texto y los métodos más adecuados para sus talentos, caracteres y tiempo disponible para estudiar. Podría aconsejar al mecánico de aviación en ciernes sobre los lugares mejores para practicar como aprendiz. Podría recomendar libros o alguno que quisiese hallar compañeros con garra para debatir sobre historia de África. Al igual que el administrador de redes, el consejero pedagógico se vería a sí mismo como un educador profesional. El acceso a cualquiera de ambos podrían lograrlo las personas usando sus bonos educacionales. El papel del iniciador o líder educacional, del maestro o "verdadero" líder es algo más elusivo que el de administrador profesional o de pedagogo. Esto se debe a que el liderazgo es en sí algo difícil de definir. En la práctica, una persona es un líder si la gente sigue su iniciativa y se convierten en aprendices de sus descubrimientos progresivos. Esto frecuentemente presupone una visión profética de normas enteramente nuevas -muy comprensibles en el presente- en las cuales el "error" actual se convertiría en "acierto". En una sociedad que respetaría el derecho a convocar asambleas a través del sistema de búsqueda de compañero, la capacidad de tomar la iniciativa educacional sobre un tema específico sería tan amplia como el acceso mismo al aprendizaje. Pero, naturalmente, hay una enorme diferencia entre la iniciativa que toma alguien para convocar una provechosa reunión para debatir este ensayo y la capacidad de alguien para servir de líder en la exploración sistemáticas de sus implicaciones. El liderazgo tampoco depende del hecho de estar en lo cierto. Tal como señala Thomas Kuhn, en un periodo de paradigmas en constante variación, la mayoría de los más distinguidos líderes tiene la probabilidad de haber incurrido en error cuando se someten a una prueba retrospectiva. La condición de líder intelectual se funda en una disciplina intelectual y una imaginación superiores, y en la disposición a asociarse con otros en el ejercicio de aquéllas. Por ejemplo el aprendiz puede pensar que existe una analogía entre el Movimiento Antiesclavista de los Estados Unidos o la Revolución Cubana, y lo que está ocurriendo en Harlem. El educador que sea al mismo tiempo historiador podría mostrarle cómo advertir las fallas de dicha analogía. Puede recorrer de nuevo su camino como historiador. Puede invitar al aprendiz a participar en las investigaciones que realice. En ambos casos iniciará a su alumno en el aprendizaje de un arte crítico -que es escaso en la escuela- y que no puede comprarse ni con dinero ni con favores. La relación entre maestro y discípulo no se limita a la disciplina intelectual. Tiene su equivalente en las artes, en física, en religión, en psicoanálisis y en pedagogía. Encaja en el montañismo, en la platería y en política, en ebanistería y en administración de personal. Lo que es común en todas las verdaderas relaciones maestro-discípulo es el hecho de que ambos tienen conciencia de que su mutua relación es literalmente inapreciable y de maneras muy diferentes constituye un privilegio para ambos. Los charlatanes, los demagogos, los proselitizadores, los maestros corrompidos, los sacerdotes simoniacos, los pillos, los taumaturgos y los mesías han demostrado ser capaces de asumir el papel de líder y han demostrado así los peligros que para un discípulo tiene la dependencia respecto del maestro. Las diversas sociedades han adoptado diversas medidas para protegerse de estos maestros falsificados. Los hindúes se apoyaron en el sistema de castas. Los judíos orientales, en la condición de discípulo espiritual de los rabinos, los grandes periodos de la cristiandad en una vida ejemplar de virtud monástica, y otros periodos en el orden jerárquico. Nuestra sociedad confía en los certificados dados por las escuelas. Es dudoso que eso procedimiento constituya una criba más eficaz, pero si se pretendiese que lo es, podría alegarse en contra que lo hace el costo de casi hacer desaparecer la condición de discípulo personal. En la práctica el límite entre el profesor de habilidades y los líderes educacionales antes señalados será siempre confuso, y no hay razones prácticas para que no pueda lograrse el acceso a ciertos líderes descubriendo al "maestro" en el profesor rutinario que inicia a unos estudiantes en su disciplina. Por otra parte, lo que caracteriza la verdadera relación maestro-discípulo es su carácter de inapreciable. Aristóteles dice de ella "es un tipo de amistad moral, no fundada en términos fijos: hace un regalo, o hace lo que hace, como a un amigo". Tomás de Aquino dice de este tipo de enseñanza que inevitablemente es un acto de amor y de compasión. Este tipo de enseñanza es siempre un lujo para el profesor y una forma de recreación (en griego, schole) para él y para su discípulo: una actividad significativa para ambos, sin propósito ulterior. El contar con que haya personas dotadas dispuestas a proveer una auténtica dirección intelectual es obviamente necesaria incluso en nuestra sociedad, pero no podría dictarse como norma ahora. Debemos construir primero una sociedad en la cual los actos personales mismos recuperen un valor más elevado que el de hacer cosas y manipular gente. En una sociedad así, la enseñanza exploratoria, inventiva, creativa, se contaría lógicamente entre las formas más convenientes de pausado "desempleo". Pero no nos es necesario esperar hasta el advenimiento de la utopía. Incluso ahora, una de las consecuencias más importantes de la desescolarización y del establecimiento de

sistemas para la búsqueda de compañero sería la iniciativa que algunos "maestros" pudiesen tomar para congregar discípulos que congeniasen. Daría también, como hemos visto, oportunidades amplias para que los discípulos en potencia compartiesen informaciones o seleccionasen un maestro. Las escuelas no son las únicas instituciones que pervierten una profesión al meter en un solo paquete varios papeles por desempeñar. Los hospitales hace cada vez más imposible la atención en el hogar -y luego justifican la hospitalización como un beneficio para el enfermo. Simultáneamente, la legitimidad y las posibilidades de ejercer de un método vienen a depender de modo creciente de su asociación con un hospital, si bien su dependencia es mucho menor que la de los profesores respecto de las escuelas. Igual cosa podría decirse de los tribunales, que atiborran sus calendarios conforme nuevas transacciones adquieren solemnidad legal, demoran así la justicia. En cada uno de estos casos el resultado es un servicio escaso a un coste mayor, y un mayor ingreso para los miembros menos competentes de la profesión. Mientras las profesiones más antiguas monopolicen los mayores ingresos y prestigio, será difícil reformarlas. La profesión de maestro de escuela debiera ser fácil de reformar, y no sólo debido a su origen más reciente. La profesión educativa pretende ahora un monopolio global; reclama ser la única competente para impartir el aprendizaje no sólo a sus propios novicios sino también a los de otras profesiones. Esta expansión excesiva la hace vulnerable ante cualquier otra profesión que reclame el derecho a enseñar a sus propios aprendices. Los maestros de escuela están abrumadoramente mal pagados y frustrados por la estrecha fiscalización del sistema escolar. Los más emprendedores y dotados de entre ellos hallarían probablemente un trabajo más simpático, una mayor independencia, y hasta mejores ingresos al especializarse como modelos de habilidades, administradores de redes o especialistas en orientación. Finalmente, es más fácil romper la dependencia del alumno matriculado respecto del profesor diplomado que su dependencia de otros profesionales -por ejemplo, que la de un paciente hospitalizado respecto de su método. Si las escuelas dejaran de ser obligatorias, aquellos profesores cuya satisfacción reside en el ejercicio de la autoridad pedagógica en el aula se quedarían sólo con los alumnos para quienes fuese atractivo ese estilo. El desmontaje de nuestra actual estructura profesional podría comenzar con la diserción del maestro de escuela. El desmontaje de las escuelas ocurrirá inevitablemente -y ocurrirá a velocidad sorprendente. No puede postergarse por más tiempo, y no hace ninguna falta promoverlo vigorosamente, porque ya está ocurriendo. Lo que vale la pena es tratar de orientarlo en una dirección prometedora, pues puede dirigirse en dos direcciones diametralmente opuestas. La primera sería la ampliación del mandato del pedagogo y su control creciente sobre la sociedad, incluso fuera de la escuela. Con la mejor intención y tan sólo ampliando la retórica usada hoy en las aulas, la crisis actual de las escuelas podría proporcionar a los educadores la excusa para usar todas las redes de la sociedad contemporánea para enviarnos sus mensajes -para nuestro bien. La desescolarización que no podemos detener, podría significar el advenimiento de un "mundo feliz" dominado por algunos bien intencionados administradores de instrucción programada. Por otra parte, el hecho de que tanto los gobiernos como los empleados, los contribuyentes, los pedagogos despiertos y los administradores escolares adviertan con creciente claridad que la enseñanza graduada de currícula en pro de unos certificados se ha hecho perjudicial, podría ofrecer a grandes masas humanas una oportunidad única: la de preservar el derecho de tener acceso parejo a los instrumentos tanto para aprender, como para compartir con otros lo que saben o creen. Pero esto exigiría que la revolución educacional estuviese guiada por ciertas metas: 1.-El liberar a las cosas, mediante la abolición del control que hoy ejercen unas personas e instituciones sobre sus valores educativos. 2.-El liberar la coparticipación de habilidades al garantizar la liberta de enseñarlas o de ejercitarlas a pedido. 3.-El liberar los recursos críticos y creativos de la gente por medio de una vuelta a la capacidad de las personas para convocar y organizar reuniones -capacidad crecientemente monopolizada por instituciones que afirman estar al servicio del público. 4.-El liberar al individuo de la obligación de moldear sus expectativas según los servicios ofrecidos por cualquier profesión establecida -proporcionándole la oportunidad de aprovechar la experiencia de sus iguales, y de confiarse al profesor, guía, consejero o curandero de su elección. La desescolarización de la sociedad difuminará inevitablemente las distinciones entre economía, educación y política, sobre las cuales se funda ahora la estabilidad del orden mundial actual y de

aprovechamiento y pericia de ambos, y para ayudarles a elegir el libro de texto y los métodos más<br />

adecuados para sus talentos, caracteres y tiempo disponible para estudiar. Podría aconsejar al<br />

mecánico de aviación en ciernes sobre los lugares mejores para practicar como aprendiz. Podría<br />

recomendar libros o alguno que quisiese hallar compañeros con garra para debatir sobre historia<br />

de África. Al igual que el administrador de redes, el consejero pedagógico se vería a sí mismo<br />

como un educador profesional. El acceso a cualquiera de ambos podrían lograrlo las personas<br />

usando sus bonos educacionales. El papel del iniciador o líder educacional, del maestro o<br />

"verdadero" líder es algo más elusivo que el de administrador profesional o de pedagogo. Esto se<br />

debe a que el liderazgo es en sí algo difícil de definir. En la práctica, una persona es un líder si la<br />

gente sigue su iniciativa y se convierten en aprendices de sus descubrimientos progresivos. Esto<br />

frecuentemente presupone una visión profética de normas enteramente nuevas -muy<br />

comprensibles en el presente- en las cuales el "error" actual se convertiría en "acierto". En una<br />

<strong>sociedad</strong> que respetaría el derecho a convocar asambleas a través del sistema de búsqueda de<br />

compañero, la capacidad de tomar la iniciativa educacional sobre un tema específico sería tan<br />

amplia como el acceso mismo al aprendizaje. Pero, naturalmente, hay una enorme diferencia entre<br />

la iniciativa que toma alguien para convocar una provechosa reunión para debatir este ensayo y la<br />

capacidad de alguien para servir de líder en la exploración sistemáticas de sus implicaciones. El<br />

liderazgo tampoco depende del hecho de estar en lo cierto. Tal como señala Thomas Kuhn, en un<br />

periodo de paradigmas en constante variación, la mayoría de los más distinguidos líderes tiene la<br />

probabilidad de haber incurrido en error cuando se someten a una prueba retrospectiva. <strong>La</strong><br />

condición de líder intelectual se funda en una disciplina intelectual y una imaginación superiores, y<br />

en la disposición a asociarse con otros en el ejercicio de aquéllas. Por ejemplo el aprendiz puede<br />

pensar que existe una analogía entre el Movimiento Antiesclavista de los Estados Unidos o la<br />

Revolución Cubana, y lo que está ocurriendo en Harlem. El educador que sea al mismo tiempo<br />

historiador podría mostrarle cómo advertir las fallas de dicha analogía. Puede recorrer de nuevo su<br />

camino como historiador. Puede invitar al aprendiz a participar en las investigaciones que realice.<br />

En ambos casos iniciará a su alumno en el aprendizaje de un arte crítico -que es escaso en la<br />

escuela- y que no puede comprarse ni con dinero ni con favores.<br />

<strong>La</strong> relación entre maestro y discípulo no se limita a la disciplina intelectual. Tiene su equivalente en<br />

las artes, en física, en religión, en psicoanálisis y en pedagogía. Encaja en el montañismo, en la<br />

platería y en política, en ebanistería y en administración de personal. Lo que es común en todas las<br />

verdaderas relaciones maestro-discípulo es el hecho de que ambos tienen conciencia de que su<br />

mutua relación es literalmente inapreciable y de maneras muy diferentes constituye un privilegio<br />

para ambos. Los charlatanes, los demagogos, los proselitizadores, los maestros corrompidos, los<br />

sacerdotes simoniacos, los pillos, los taumaturgos y los mesías han demostrado ser capaces de<br />

asumir el papel de líder y han demostrado así los peligros que para un discípulo tiene la<br />

dependencia respecto del maestro. <strong>La</strong>s diversas <strong>sociedad</strong>es han adoptado diversas medidas para<br />

protegerse de estos maestros falsificados. Los hindúes se apoyaron en el sistema de castas. Los<br />

judíos orientales, en la condición de discípulo espiritual de los rabinos, los grandes periodos de la<br />

cristiandad en una vida ejemplar de virtud monástica, y otros periodos en el orden jerárquico.<br />

Nuestra <strong>sociedad</strong> confía en los certificados dados por las escuelas. Es dudoso que eso<br />

procedimiento constituya una criba más eficaz, pero si se pretendiese que lo es, podría alegarse<br />

en contra que lo hace el costo de casi hacer desaparecer la condición de discípulo personal. En la<br />

práctica el límite entre el profesor de habilidades y los líderes educacionales antes señalados será<br />

siempre confuso, y no hay razones prácticas para que no pueda lograrse el acceso a ciertos<br />

líderes descubriendo al "maestro" en el profesor rutinario que inicia a unos estudiantes en su<br />

disciplina. Por otra parte, lo que caracteriza la verdadera relación maestro-discípulo es su carácter<br />

de inapreciable. Aristóteles dice de ella "es un tipo de amistad moral, no fundada en términos fijos:<br />

hace un regalo, o hace lo que hace, como a un amigo". Tomás de Aquino dice de este tipo de<br />

enseñanza que inevitablemente es un acto de amor y de compasión. Este tipo de enseñanza es<br />

siempre un lujo para el profesor y una forma de recreación (en griego, schole) para él y para su<br />

discípulo: una actividad significativa para ambos, sin propósito ulterior. El contar con que haya<br />

personas dotadas dispuestas a proveer una auténtica dirección intelectual es obviamente<br />

necesaria incluso en nuestra <strong>sociedad</strong>, pero no podría dictarse como norma ahora. Debemos<br />

construir primero una <strong>sociedad</strong> en la cual los actos personales mismos recuperen un valor más<br />

elevado que el de hacer cosas y manipular gente. En una <strong>sociedad</strong> así, la enseñanza exploratoria,<br />

inventiva, creativa, se contaría lógicamente entre las formas más convenientes de pausado<br />

"desempleo". Pero no nos es necesario esperar hasta el advenimiento de la utopía. Incluso ahora,<br />

una de las consecuencias más importantes de la desescolarización y del establecimiento de

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!