Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario
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habilidades, comenzará a parecer verdadera la sabiduría superior que parecen poseer.<br />
Al aumentar la demanda de maestros debiera aumentar también la oferta. Conforme se<br />
desvanezca el maestro de la escuela, se suscitarán condiciones que harán aparecer la vocación<br />
del educador independiente. Esto puede parecer casi contradictorio, pues hasta tal punto han<br />
llegado a ser complementarios escuelas y profesores. Y sin embargo éste es exactamente el<br />
resultado a que tendería el desarrollo de las primeras lonjas educacionales -y lo que se precisaría<br />
para hacer posible el apriovecharlas plenamente-, pues los padres y otros "educadores naturales"<br />
necesitan un guía, las personas que aprenden necesitan ayuda, y las redes necesitan personas<br />
que las hagan funcionar. Los padres necesitan orientación para dirigir a sus hijos por el camino que<br />
conduce a la independencia educativa responsable. Los aprendices necesitan líderes<br />
experimentados cuando se topan con un terreno arduo. Estas dos necesidades son muy distintas:<br />
la primera es una necesidad de pedagogía, la segunda una necesidad de dirección intelectual en<br />
todas las demás ramas del conocimiento. <strong>La</strong> primera exige conocimiento del aprendizaje humano y<br />
de los recursos educativos, la segunda exige sabiduría fundada en la experiencia en cualquier<br />
clase de exploración. Ambos tipos de experiencia son indispensables para una empresa educativa<br />
eficaz. <strong>La</strong>s escuelas envasan estas funciones en un solo papel -y hacen que el ejercicio<br />
independiente de cualquiera de ellas, si no un desdoro, se vuelva al menos sospechoso. De hecho<br />
deberían distinguirse tres tipos de competencia educativa especial: una, crear y manejar los tipos<br />
de lonjas o redes educativas esbozadas aquí; otra, guiar a estudiantes y padres en el uso de estas<br />
redes; y una tercera, actuar como primus interpares al emprender difíciles viajes de exploración<br />
intelectual. Sólo las dos primeras pueden concebirse como ramas de una profesión independiente:<br />
administradores educacionales y consejeros pedagógicos. No se precisaría mucha gente para<br />
proyectar y gestionar las redes que he estado describiendo, pero sí gente con un profundo<br />
entendimiento de la educación y la administración, con una perspectiva muy diferente y hasta<br />
opuesta de las escuelas. Si bien una profesión educacional independiente de esta especie daría la<br />
bienvenida a muchas personas que las escuelas excluyen, excluiría asimismo a muchos que las<br />
escuelas declaran aptos. El establecimiento y gestión de redes educacionales precisaría de<br />
algunos proyectistas y administradores, pero no en la cantidad ni del tipo que exige la<br />
administración de escuelas. <strong>La</strong> disciplina estudiantil, las relaciones públicas, la contratación,<br />
supervisión y despido de profesores no tendrían lugar ni equivalente en las redes que he estado<br />
describiendo. Tampoco la creación de currícula, la compra de libros de texto, el entretenimiento de<br />
lugares e instalaciones, ni la supervisión de competiciones atléticas interescolares. <strong>La</strong> custodia de<br />
niños, el planteamiento de lecciones y la anotación de datos archivables, que ocupa ahora tanto<br />
tiempo de los profesores, tampoco figurarían en la gestión de las redes educacionales. En<br />
cambio,para el funcionamiento de las tramas de aprendizaje se necesitarían algunas de las<br />
habilidades y actitudes que se esperan actualmente del personal de un museo, de un biblioteca, de<br />
una agencia para contrata de directivos o de un maître d'hôtel. Los administradores educacionales<br />
de hoy en día se preocupan de controlar a profesores y estudiantes de modo que queden<br />
satisfechos unos terceros -fideicomisarios, legislaturas y jefes de empresas. Los constructores y<br />
administradores de las redes antedichas tendrían que demostrar tener genio para ponerse a sí<br />
mismos y a terceras personas donde no estorbasen a la gente, para facilitar encuentros entre<br />
estudiantes, modelos de habilidades, líderes educacionales y objetos educativos. Muchas de las<br />
personas a las que hoy atrae la enseñanza son profundamente autoritarias y no serían capaces<br />
de hacerse cargo de esta tarea: construir lonjas o bolsas de intercambio eduacional significaría<br />
facilitar a la gente -en especial a los jóvenes- el ir en pos de metas que pudieren contradecir los<br />
ideales del gerente que hiciese posible tal empeño. Si pudiesen hacer su aparición las redes que he<br />
descrito, el recorrido educativo que siguiese cada estudiante sería cosa suyo o propia, y sólo<br />
mirado retrospectivamente podría adquirir las características de un programa reconocible. El<br />
estudiante sensato buscaría periódicamente el consejo profesional: ayuda para fijarse una nueva<br />
meta, comprensión penetrante de las dificultades habidas, elección entre algunos métodos<br />
posibles. Incluso ahora, la mayoría de las personas admitirían que los servicios importantes que<br />
les prestaron sus profesores fueron consejos o asesoramiento de esta especie, dados en una<br />
reunión casual o durante una precepción. En un mundo desescolarizado, los pedagogos también<br />
harían valer sus méritos, y serían capaces de realizar aquello que los profesores frustrados<br />
pretenden emprender hoy día.<br />
Mientras los administradores de redes se concentrarían principalmente en la construcción y<br />
mantenimiento de caminos que dieran acceso a recursos, el pedagogo ayudaría al estudiante a<br />
hallar el sendero que le pudiese conducir a mayor velocidad hacia su meta. Si un estudiante<br />
quisiese aprender contonés hablado de un vecino chino, el pedagogo estaría a mano para juzgar el