Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario
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Estas tarifas son relativamente bajas y podrían reducirse sin cambiar la naturaleza del sistema. El<br />
uso del sistema telefónico no está en absoluto limitado por aquello que se transmita, aunque lo<br />
emplean mejor quienes pueden hablar frases coherentes en el lenguaje del interlocutor, una<br />
capacidad que poseen todos los quew desan usar la red. El franqueo suele ser barato. El uso del<br />
sistema postal se ve ligeramente limitado por el precio de la pluma y el papel, y algo más por la<br />
capacidad de escribir. Aún así, cuando alguien que no sabe escribir tiene un pariente o un amigo a<br />
quien pueda dictarle una carta, el sistema postal está a su disposición, tal como lo está si quiere<br />
despachar una cinta grabada.<br />
El sistema de carreteras no llega a estar disponible de manera similar para alguien que tan sólo<br />
aprenda a conducir. <strong>La</strong>s redes telefónicas y postal existen para servir a quienes deseen usarlas,<br />
mientras el sistema de carreteras sirve principalmente como accesorio del automóvil privado. <strong>La</strong>s<br />
primeras son verdaderos servicios de utilidad pública, mientras el último es un servicio público para<br />
los dueños de coches, camiones y autobuses. Los servicios de utilidad pública existen en pro de la<br />
comunicación entre los hombres; las carreteras, como otras instituciones de la derecha, existen en<br />
pro de un producto. Tal como lo hicimos notar, los fabricantes de automóviles producen<br />
simultáneamente tanto los coches como la demanda de coches. Asimismo producen la demanda<br />
de carreteras de varias vías, puentes y campos petrolíferos. El coche privado es el foco de una<br />
constelación de instituciones del ala derecha. El elevado coste de cada elemento lo dicta la<br />
complicación del producto básico, y vender el producto básico es enviciar a la <strong>sociedad</strong> en el<br />
paquete conjunto.<br />
El planificar un sistema vial como un verdadero servicio de utilidad pública discriminará contra<br />
aquellos para quienes la velocidad y el confort individualizado son los valores primarios de<br />
transporte, y en favor de aquellos que valorizan la fluidez y el lugar de destino. Es la diferencia<br />
entre una red extendidísima con acceso máximo para los viajeros y otra que ofrezca sólo un<br />
acceso privilegiado a una zona restringida.<br />
<strong>La</strong> transferencia de una institución moderna a las naciones en desarrollo permite probar a lo vivo<br />
su calidad. En los países muy pobres, los caminos suelen ser apenas lo bastante buenos como<br />
para permitir el tránsito mediante camiones especiales de eje elevado, cargados de víveres, reses<br />
o personas. Este tipo de país debería usar sus limitados recursos para construir un telaraña de<br />
pistas que llegaran a todas las regiones y debería restringir la importancia de vehículos a dos o<br />
tres modelos diferentes de vehículos muy duraderos que puedan traficar por todas las pistas a<br />
baja velocidad. Esto simplificaría el entretenimiento continuo de estos vehículos y proporcionaría<br />
una máxima fluidez y elección de puntos de destino a todos los ciudadanos. Esto exigiría el<br />
proyectar vehículos para todo servicio con la simplicidad del Ford T, utilizando las aleaciones más<br />
modernas para garantizar su durabilidad, con un límite de velocidad incorcorado de unos<br />
veinticinco kilómetros por hora a lo más, y lo bastante firme como para rodar por el terreno más<br />
áspero. No se ofrecen estos vehículos en el mercado porque no hay demanda de ellos. De hecho<br />
sería preciso cultivar esa demanda, muy posiblemente al amparo de una legislación estricta.<br />
Actualmente, cada vez que una demanda de esta especie se hace sentir, siquiera un poco, es<br />
rápidamente descartada desdeñosamente mediante una publicidad contraria, encaminada a la<br />
venta universal de las máquinas que extraen hoy de los contribuyentes estadunidenses el dinero<br />
necesario para construir supercarreteras.<br />
Para "mejorar" el transporte, todos los países, hasta los más pobres, proyectan ahora sistemas<br />
viales concebidos para los coches de pasajeros y los remolques de alta velocidad que se ajustan a<br />
la minoría, pendiente del velocímetro, compuesta por productores y consumidores en las clases<br />
selectas. Este plantemiento a menudo es justificado racionalmente pintándolo como un ahorro del<br />
recurso más precioso de un país pobre: el tiempo del médico, del inspector escolar o del<br />
funcionario público. Estos hombres, naturalmente, sirven casi exclusivamente a la misma gente<br />
que posee un coche, o espera tenerlo algún día. Los impuestos locales y las escasas divisas se<br />
derrochan en falsos servicios de utilidad pública. <strong>La</strong> tecnología "moderna" transferida a los países<br />
pobres se puede dividir en tres categorías: bienes, fábricas que los hacen, e instituciones de<br />
servicios -principalmente escuelas- que convierten a los hombres en productores y consumidores<br />
modernos. <strong>La</strong> mayor parte de los países gastan la mayor proporción de su presupuesto, con<br />
mucho, en escuelas. Los graduados fabricados con escuelas crean entonces una demanda de<br />
otros servicios conspicuos de utilidad pública, tales como potencia industrial, carreteras<br />
pavimentadas, hospitales modernos y aeropuertos, y éstos crean a su vez un mercado para los