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Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario

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universidades -con o sin muros- que podrían usar el conjuntamiento mediante títulos como el<br />

dispositivo básico para organizarse. Puedo imaginar un sistema ideado para fomentar las<br />

reuniones de personas interesadas en las cuales el autor del libro elegido podría estar presente o<br />

representado; o un sistema que garantizara la presencia de un asesor competente, o uno al que<br />

tuviesen acceso sólo estudiantes matriculados en una facultad o escuela; o uno que permitiese<br />

reuniones sólo entre gente que definiese una de estas restricciones podría hallársele ventajas para<br />

el logro de metas específicas de aprendizaje. Pero me temo que, en la mayoría de los casos, el<br />

motivo real para proponer tales restricciones es el desdén proveniente de presuponer que la gente<br />

es ignorante: los educadores quieren evitar que el ignorante se junte con el ignorante en torno a un<br />

texto que podrían no entender y que leen sólo porque están interesados en él.<br />

<strong>La</strong> tercera objeción: ¿por qué no proporcionar a quienes buscan compañero una ayuda incidental<br />

que facilite sus reuniones -espacio, horarios, selección de participantes, protección? Esto lo hacen<br />

actualmente las escuelas con toda la ineficiencia que caracteriza a las grandes burocracias. Si<br />

dejáramos la iniciativa de las reuniones a los interesados en reunirse, unas organizaciones que<br />

nadie clasifica hoy como educacionales harían mucho mejor este trabajo. Pienso en dueños de<br />

restaurantes, editores, servicios de recados telefónicos, directivos de trenes suburbanos que<br />

podrían promover sus servicios al hacerlos atractivos para reuniones educativas.<br />

En una primera reunión en, digamos, un café, los co-interesados podrían establecer sus<br />

identidades colocando el libro en debate junto a sus tazas. <strong>La</strong>s personas que tomaran la iniciativa<br />

de concertar tales reuniones aprenderían pronto qué elementos citar para encontrarse con la<br />

gente que buscasen. El riesgo que en una conversación que uno mismo ha elegido le lleve a una<br />

pérdida de tiempo, a una decepción, e incluso a un desagrado es ciertamente menor que el riesgo<br />

corrido por quien solicita ingreso en una universidad. Una reunión concertada por computador para<br />

debatir un artículo de una revista de circulación nacional, celebrada en un café de la Cuarta<br />

Avenida, no obligaría a ningunos de los participantes a permanecer en compañía de sus nuevos<br />

conocidos por más tiempo del necesario para beber una taza de café, ni tendría que encontrarse<br />

con ellos de nuevo nunca más. <strong>La</strong> probabilidad de que ello le ayudara a perforar la opacidad de la<br />

vida en una ciudad moderna y a fomentar nuevas amistades, un trabajo de propia elección y un<br />

leer crítico, es elevada. (El hecho de que de este modo el FBI podría conseguir un registro de las<br />

reuniones y lecturas de uno es innegable; el que esto pueda aún preocupar a nadie en 1970 es<br />

sólo divertido para un hombre libre, quien quiéralo o no, aporta su cuota para ahogar a los espías<br />

en las nimiedades que recolectan.)<br />

Tanto el intercambio de destrezas como la conjunción de copartícipes se fundan en el supuesto de<br />

que educación para todos significa educación por parte de todos. No es el reclutamiento en una<br />

institución especializada, sino sólo la movilización de toda la población lo que puede conducir a una<br />

cultura popular. Los maestros titulados se han apropiado del derecho que todo hombre tiene de<br />

ejercer su competencia para aprender e instruir igualmente. <strong>La</strong> competencia del maestro está a su<br />

vez restringida a lo que pueda hacerse en la escuela. Y, además, el trabajo y el tiempo libre están,<br />

a consecuencia de ello, alienados el uno del otro: tanto del trabajador como del espectador se<br />

espera que lleguen al lugar de trabajo prestos para encajar en una rutina preparada para ellos. <strong>La</strong><br />

adaptación en forma de diseño, instrucción y publicidad de un producto los moldea para<br />

desempeñar su papel de modo muy semejante y como lo hace la educación mediante la<br />

escolaridad. Una alternativa radical para una <strong>sociedad</strong> escolarizada exige no sólo mecanismos<br />

para la adquisición formal de destrezas y el uso educativo de éstas. Implica un nuevo modo de<br />

encarar la educación informal o incidental.<br />

<strong>La</strong> educación incidental ya no puede regresar a las formas que el aprendizaje adoptó en la aldea o<br />

en la ciudad medieval. <strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> tradicional se asemeja más a un grupo de círculos<br />

concéntricos de estructuras significativas, mientras el hombre moderno debe aprender el cómo<br />

hallar significación en muchas estructuras con las que está relacionado de manera sólo marginal.<br />

En la aldea, el lenguaje, la arquitectura, el trabajo, la religión y las costumbres familiares eran<br />

compatibles entre sí, se explicaban y reforzaban mutuamente. El desarrollarse en una implicaba un<br />

desarrollo en las otras. Incluso el aprendizaje especializado era el subproducto de actividades<br />

especializadas, tales como la fabricación de zapatos o el canto de los salmos. Si un aprendiz no<br />

llegaba jamás a ser maestro o erudito, contribuía sin embargo a la fabricación de zapatos o a hacer<br />

solemnes los servicios litúrgicos. <strong>La</strong> educación no competía en tiempo ni con el trabajo ni con el<br />

ocio. Casi toda la educación era compleja, vitalicia y no planificada.<br />

<strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> contemporánea es el resultado de diseños e intenciones conscientes, y las

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