Chilam Balam de Chumayel - Histomesoamericana
Chilam Balam de Chumayel - Histomesoamericana Chilam Balam de Chumayel - Histomesoamericana
f PROLOGO Este saber llegó hasta nosotros a pesar de la hoguera de los españoles, de la furia destructora de los hombres. Porque la palabra de Chilam Balam no es solitaria: es la T'" expresión de un pueblo entero, su alma, su vida. Lejana, enigmática, la voz del oráculo maya continúa leyendo para nosotros el mensaje del tiempo, inscrito en el cielo, entre las estrellas. Prólogo de J.M. Le Clèzio a su versión francesa del Chilam Balam de Chumayel Los libros son hoy, para nosotros, algo familiar, conocido; en principio, están al alcance de todos porque leer y escribir pueden ser adquisición común. Pero para los hombres antiguos, la escritura era algo que sólo unos cuantos podían conocer; estuvo al servicio de lo sagrado, por lo que ella misma era sagrada. Asi, los libros fueron objeto de veneración ya que contenían los conocimientos revelados por los dioses, las leyes divinas o la historia de los grandes hombres y los acontecimientos más significativos de un pueblo, que por lo general eran determinados por los dioses. Tal es el caso de La Biblia, El Corán, El Tao Te Çhing, Los Vedas y El Zend Avesta, por ejemplo. Los libros eran, además, anónimos porque no tenían una significación personalista y los autores no eran más que los transmisores de la voluntad divina y de una herencia espiritual. !' Entre los indígenas prehispánicos de Mesoaméríca, los textos escritos tuvieron esa misma significación de algo sagrado. No sabemos si se consideraban como revelaciones de los dioses, pero sí que eran elaborados por los sacerdotes, únicos miembros de la comunidad que manejaban la escritura, y que los textos eran reverenciados como objetos divinos. En ellos estaban los principios religiosos y morales de la comunidad, la verdad que se debía seguir, el ejemplo de los antepasados y las prescripciones de los dioses. Por ello, los libros sagrados eran leídos en las ceremonias religiosas por algunos sacerdotes, haciendo así consciente a la comunidad entera del sentido de su existencia.
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PROLOGO<br />
Este saber llegó hasta nosotros a pesar <strong>de</strong><br />
la hoguera <strong>de</strong> los españoles, <strong>de</strong> la furia<br />
<strong>de</strong>structora <strong>de</strong> los hombres. Porque la palabra<br />
<strong>de</strong> <strong>Chilam</strong> <strong>Balam</strong> no es solitaria: es la<br />
T'" expresión <strong>de</strong> un pueblo entero, su alma, su<br />
vida. Lejana, enigmática, la voz <strong>de</strong>l oráculo<br />
maya continúa leyendo para nosotros el<br />
mensaje <strong>de</strong>l tiempo, inscrito en el cielo,<br />
entre las estrellas.<br />
Prólogo <strong>de</strong> J.M. Le Clèzio a su versión<br />
francesa <strong>de</strong>l <strong>Chilam</strong> <strong>Balam</strong> <strong>de</strong> <strong>Chumayel</strong><br />
Los libros son hoy, para nosotros, algo familiar, conocido; en principio,<br />
están al alcance <strong>de</strong> todos porque leer y escribir pue<strong>de</strong>n ser adquisición<br />
común. Pero para los hombres antiguos, la escritura era<br />
algo que sólo unos cuantos podían conocer; estuvo al servicio <strong>de</strong> lo<br />
sagrado, por lo que ella misma era sagrada. Asi, los libros fueron<br />
objeto <strong>de</strong> veneración ya que contenían los conocimientos revelados<br />
por los dioses, las leyes divinas o la historia <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s hombres y<br />
los acontecimientos más significativos <strong>de</strong> un pueblo, que por lo general<br />
eran <strong>de</strong>terminados por los dioses. Tal es el caso <strong>de</strong> La Biblia,<br />
El Corán, El Tao Te Çhing, Los Vedas y El Zend Avesta, por<br />
ejemplo. Los libros eran, a<strong>de</strong>más, anónimos porque no tenían una<br />
significación personalista y los autores no eran más que los transmisores<br />
<strong>de</strong> la voluntad divina y <strong>de</strong> una herencia espiritual.<br />
!' Entre los indígenas prehispánicos <strong>de</strong> Mesoaméríca, los textos<br />
escritos tuvieron esa misma significación <strong>de</strong> algo sagrado. No sabemos<br />
si se consi<strong>de</strong>raban como revelaciones <strong>de</strong> los dioses, pero sí que<br />
eran elaborados por los sacerdotes, únicos miembros <strong>de</strong> la comunidad<br />
que manejaban la escritura, y que los textos eran reverenciados<br />
como objetos divinos. En ellos estaban los principios religiosos y<br />
morales <strong>de</strong> la comunidad, la verdad que se <strong>de</strong>bía seguir, el ejemplo<br />
<strong>de</strong> los antepasados y las prescripciones <strong>de</strong> los dioses. Por ello, los<br />
libros sagrados eran leídos en las ceremonias religiosas por algunos<br />
sacerdotes, haciendo así consciente a la comunidad entera <strong>de</strong>l sentido<br />
<strong>de</strong> su existencia.