Chilam Balam de Chumayel - Histomesoamericana
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— Vas a zarpar con "espuma en el agua", va a oscurecerse el<br />
sol con la lluvia.<br />
Y se le cayó la lengua. Y entonces se <strong>de</strong>cía el Capitán:<br />
—Va a ser estrellado contra la tierra también por la tempestad.<br />
¡Entonces puedo sentarme en mi banquillo mientras vienen<br />
los mil doscientos barcos! —Y se estará diciendo a sí mismo<br />
también el Rey: "¡Prepárate, señor, ya vienen los franceses!"<br />
— Bueno —me dijo— vamos a morirnos porque somos<br />
hombres. ¿Por qué se te caen las fuerzas por un hombre como<br />
tú? ¡Defién<strong>de</strong>te! ¡Voy a darte el justo precio <strong>de</strong> los barcos!<br />
Con eso se levantó mi lengua.<br />
—Ardió, ardió el mar; diré que se volcó el firmamento; pero<br />
cuando bajé dos barcos estaban a la vista.<br />
— ¿Cómo te llamas?—me dijo:<br />
—Yo soy hereje. Vas a purificarme. Me vas a bautizar. Voy a<br />
cambiar mi nombre, el Martínez. "Dios Padre, Dios Hijo,<br />
Dios Espíritu Santo" es mi nombre.<br />
Y saqué el Libro <strong>de</strong> la Siete Generaciones para leerlo. Cuando<br />
terminé, pasaban ya tres meses. Los Alcal<strong>de</strong>s, entonces, dijeron<br />
que entregara el impuesto <strong>de</strong> mi vecindad, "un medio<br />
hombre".<br />
—De don<strong>de</strong> se paga tu vecindad, mi vecindad, la <strong>de</strong> todos,<br />
<strong>de</strong> allí has <strong>de</strong> pagar mi vecindad. Yo soy recién llegado —esto<br />
digo. Que bajó la Justicia para que subieran los cristianos a la<br />
bienaventuranza. Y se acabará por pedir que le prueben al Rey<br />
sí no saben que salen <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la tierra piedras y <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro<br />
<strong>de</strong> la tierra árboles y se vuelven hombres para fundar pueblos.<br />
No hay tigrillos que muerdan; eso era en el Nueve Ahau Katún.<br />
Cinco años faltan. Detrás <strong>de</strong> ellos estoy hablando. Llegará<br />
el tiempo en que baja el tributo. Cuando lo hayan pagado levantará<br />
a sus guerreros el Gran Padre. No creáis que <strong>de</strong>sperdiciaréis<br />
la guerra. Con ella viene la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l pueblo por<br />
Jesucristo, el Guardián <strong>de</strong> nuestras almas. Asi como en la<br />
tierra, así recibirá también vuestras almas en su santo cielo, hijos<br />
míos, el verda<strong>de</strong>ro Dios. Amén.<br />
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