Prevenir no es curar
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página 42 Prevenir no es curar. La prisión preventiva en Argentina penal tres años después, volvió a vivir con sus dos hijos menores. Con la más chica, que había comenzado a consumir drogas, la revinculación Carola tiene tres hijos. El mayor, de 21 años “es un dolor de cabeza, salió igual que yo… De menor estuvo detenido no sé cuántas veces, de mayor juicio afuera, vamos a ver si le tiran un abreviado. Es reincidente, están evaluando si lo van a mandar a una granja porque es un drogadicto”. Estas breves viñetas muestran que el proceso penal incidió de manera más términos de angustia y de incertidumbre, sino al punto de poner en riesgo su las familias de origen contaban con más recursos (alguno de los progenitores, o abuelas en condiciones de ocuparse) tal vez la detención se haya sobrellevado con menos consecuencias, pero casi siempre en la soledad. En las entrevistas realizadas a los familiares se indagó principalmente en torno acaecidas en la organización familiar a consecuencia de la detención, y c) la revinculación familiar luego de excarcelación de la persona detenida. La angustia y la preocupación que genera la detención incluyen un componente no menor: la indiferencia judicial y penitenciaria hacia los familiares. Igual que las personas ex – detenidas, los familiares sienten que fueron atrapados y sumergidos en un mundo desconocido cuyas reglas ignoran y cuyo idioma les resulta oscuro. Comprender el derrotero del procedimiento judicial, de sus actores, sus etapas, las pruebas, las apelaciones, etc., demanda un esfuerzo, un tiempo y un dinero que los familiares no siempre encuentran disponibles. “Yo iba todos los días, todas las mañanas, todas las semanas, durante meses a sentarme en los juzgados esperando a que me digan algo de mi papá”. (Aída, hija de un detenido) “Te sentís maltratada en el juzgado, parece que te hablan para que no entiendas. Todo el peso de la detención [de mi hijo] cayó sobre mis espaldas, estoy sola en esto”. (Analía, madre de un detenido). Sin embargo, nada se compara con las visitas a la cárcel. En palabras de una ex – detenida “eso es terrible; para las familias eso es peor que la cárcel”. No es solo la violencia y la arbitrariedad de la requisa al ingreso: es también la falta de información. ¿Dónde está el penal? ¿Cómo se llega? ¿Quiénes pueden ir de visita? ¿Qué se puede llevar? Detenidos y familiares: el doble castigo del sistema penal
Prevenir no es curar. La prisión preventiva en Argentina “A mí La Plata me quedaba muy lejos, pero iba todos los jueves. Al principio viajaba por el micro, pero se agarraban a las piñas y paraba en varios penales antes de llegar a la Unidad 9. Después iba de Merlo a Once, después el micro a La Plata, y allá otro colectivo. Cuando estaba muy corta de plata me iba a Constitución, pero es riesgoso, más a las 4 de la mañana. (…) La misma gente te informa qué se puede entrar y qué no, los otros presos, y sus familias… Desde el penal no te dicen nada, ni dónde está, ni en qué pabellón…Te tratan como otro delincuente más…”. (Analía). “Para ir a Ezeiza no tenés nada, la cárcel está en un lugar donde no hay nada, es un desierto”. (Mara). “Aprendimos a las trompadas”. (Adriana, hija de Ramona). María, madre de Anselmo, relata los diez meses de detención de su hijo de 20 años: “Mi marido había fallecido poco antes de la detención de Anselmo. Yo no cobraba pensión, y la plata que entraba era de mi trabajo y de las changas de dos de mis hijos. Anselmo estaba acusado de robo, estuvo dos meses en comisaría, y cinco meses en el penal antes de llegar al juicio. Salió libre de culpa y cargo, pero así y todo estuvo tres meses más en la cárcel de Olmos. Los meses que pasó detenido fueron la pesadilla más larga de mi vida. Cuando estaba en la comisaría, iba todos los miércoles, que era el día de visita. Cuando lo mandaron a la cárcel le pregunté al policía donde quedaba Olmos y me dijo «no sé, averígüelo». Me enloquecí, recorríamos todos los lugares preguntando dónde era Olmos, hasta que conseguí un micro ´tumbero´ que salía para allá, pero había que ir recomendada. Salíamos todos los sábados a las 5 de la tarde y llegábamos allá el domingo a las 2 de la mañana. El micro levantaba gente en muchos barrios. En el micro te enterabas quién se había muerto; todos los días mataban a un preso, entre ellos se mataban. Una vez iba charlando con una señora, y cuando llegamos se enteró que habían matado al hijo en una escalera... Nunca me voy a olvidar cómo gritaba esa mujer. No se publica todo el daño a los presos y la verdugueada a las madres. Y los canales están ahí, Cuando llegabas, te daban un número, hacías una cola de una cuadra, te llamaban, te pedían DNI. Después te pasaban a la revisación, donde te sacan toda la ropa. Retirás las cosas, caminás 20 metros y entras al penal... El pabellón de la visita era un horror, los baños estaban siempre desbordados, tenías que estar en un patio chiquito y toda la bosta corría por al lado. Encima los presos tenían ahí las carpitas, donde las parejas ADC - www.adc.org.ar página 43
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“A mí La Plata me quedaba muy lejos, pero iba todos los juev<strong>es</strong>. Al principio<br />
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el micro a La Plata, y allá otro colectivo. Cuando <strong>es</strong>taba muy corta de<br />
plata me iba a Constitución, pero <strong>es</strong> ri<strong>es</strong>goso, más a las 4 de la mañana.<br />
(…) La misma gente te informa qué se puede entrar y qué <strong>no</strong>, los otros<br />
pr<strong>es</strong>os, y sus familias… D<strong>es</strong>de el penal <strong>no</strong> te dicen nada, ni dónde <strong>es</strong>tá, ni<br />
en qué pabellón…Te tratan como otro delincuente más…”. (Analía).<br />
“Para ir a Ezeiza <strong>no</strong> tenés nada, la cárcel <strong>es</strong>tá en un lugar donde <strong>no</strong> hay<br />
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“Aprendimos a las trompadas”. (Adriana, hija de Ramona).<br />
María, madre de Anselmo, relata los diez m<strong>es</strong><strong>es</strong> de detención de su hijo de 20<br />
años:<br />
“Mi marido había fallecido poco ant<strong>es</strong> de la detención de Anselmo. Yo <strong>no</strong><br />
cobraba pensión, y la plata que entraba era de mi trabajo y de las changas<br />
de dos de mis hijos. Anselmo <strong>es</strong>taba acusado de robo, <strong>es</strong>tuvo dos m<strong>es</strong><strong>es</strong> en<br />
comisaría, y cinco m<strong>es</strong><strong>es</strong> en el penal ant<strong>es</strong> de llegar al juicio. Salió libre<br />
de culpa y cargo, pero así y todo <strong>es</strong>tuvo tr<strong>es</strong> m<strong>es</strong><strong>es</strong> más en la cárcel de<br />
Olmos. Los m<strong>es</strong><strong>es</strong> que pasó detenido fueron la p<strong>es</strong>adilla más larga de mi<br />
vida. Cuando <strong>es</strong>taba en la comisaría, iba todos los miércol<strong>es</strong>, que era el<br />
día de visita. Cuando lo mandaron a la cárcel le pregunté al policía donde<br />
quedaba Olmos y me dijo «<strong>no</strong> sé, averígüelo». Me enloquecí, recorríamos<br />
todos los lugar<strong>es</strong> preguntando dónde era Olmos, hasta que conseguí un<br />
micro ´tumbero´ que salía para allá, pero había que ir recomendada.<br />
Salíamos todos los sábados a las 5 de la tarde y llegábamos allá el domingo<br />
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En el micro te enterabas quién se había muerto; todos los días mataban a<br />
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Nunca me voy a olvidar cómo gritaba <strong>es</strong>a mujer. No se publica todo el<br />
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te sacan toda la ropa. Retirás las cosas, caminás 20 metros y entras al<br />
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por al lado. Encima los pr<strong>es</strong>os tenían ahí las carpitas, donde las parejas<br />
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