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Esclavos del franquismo en el Pirineo - Esclavitud bajo el franquismo

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l<strong>en</strong>titud de los transportes y la tardanza <strong>en</strong> <strong>en</strong>tregar los alim<strong>en</strong>tos<br />

a los prisioneros, algo que era especialm<strong>en</strong>te grave <strong>en</strong><br />

<strong>el</strong> caso de los andaluces: «a mí me mandaron una vez un paquete,<br />

pero como los paquetes que mandaban de casa tardaban<br />

quince días o un mes, <strong>en</strong> <strong>en</strong>tregarlos, pues estaba casi casi<br />

echao a perder». En <strong>el</strong> mismo s<strong>en</strong>tido, Luis Cano Martos afirma:<br />

«Comida alguna vez me mandaron, pero es que muchas veces<br />

la comida se perdía».<br />

Otra posibilidad era mandar los paquetes, y también los<br />

giros, a casa de alguna de las familias <strong>d<strong>el</strong></strong> pueblo con la que se<br />

tuviera confianza, algo que muy pocas veces pasó, pero que se<br />

convirtió <strong>en</strong> algo habitual para la familia de Juan Mari Landeta,<br />

como recuerda Basi Sanz: «¡Qué paquete le mandaban a Juan<br />

Mari! Yo al fin le decía: “Jo, chico, <strong>en</strong> tu casa son ricos ¿verdad,<br />

Juan Mari?”. “T<strong>en</strong>emos ti<strong>en</strong>da”, me decía, “t<strong>en</strong>emos ti<strong>en</strong>da y ya<br />

sabes, los padres se sacrifican, Basi”; digo, “chico, ¡pero tanto!”,<br />

pero ya te digo, le mandaban quesos... unos paquetes y<br />

siempre nos escribían, y decían que no le dejáramos pasar<br />

hambre. Ya les dijo él que <strong>el</strong> paquete lo mandaran a nombre<br />

de mi padre. ¿Sabes? a otros les mandaban allá pero les daban,<br />

les abrían antes de <strong>en</strong>tregarlo, se conoce que algo que les<br />

apetecería, cogerían, ¡cómo es normal! O que tuvieran <strong>el</strong> cabo<br />

o lo que sea, pero, ¡verdad! y mi padre dijo: “¿los paquetes?<br />

Lo repito otra vez, que los mand<strong>en</strong> a nombre mío”. Le mandaban,<br />

<strong>en</strong> <strong>el</strong> coche de línea a Pamplona y de Pamplona a nombre<br />

de Victoriano Sanz».<br />

Además, <strong>en</strong> la mayoría de los casos mandar comida a los<br />

hijos prisioneros era algo que implicaba mucho sacrificio y no<br />

todas las familias podían hacer debido a su precaria situación<br />

económica. Antonio Viedma, por su parte, también alude a la<br />

dificultades económicas que t<strong>en</strong>ía su hermana para mandarle<br />

algo de comida: «Yo me acuerdo que mi hermana me mandó<br />

una vez un paquete ná más, que había hecho miajilla de matanza.<br />

Me mandó, una vez, chorizo. Pero, una vez solo, t<strong>en</strong>ía seis<br />

hijos, chicos todos». Y su marido <strong>en</strong> la cárc<strong>el</strong>, nos ha com<strong>en</strong>tado<br />

anteriorm<strong>en</strong>te. Rafa<strong>el</strong> Arjona, cuando le preguntamos al<br />

respecto, contesta: «Si las familias estaban peor que uno,<br />

¡qué te iban a mandar!... Si ésos no veían la manera de poder<br />

salir <strong>d<strong>el</strong></strong> hoyo tan grande!, ¡qué te iban a mandar!... ¡Si estaban<br />

peor que nosotros!».<br />

No era sólo comida lo que la familia podía mandar, sino<br />

también dinero, algo que dep<strong>en</strong>día de la situación económi-<br />

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