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Esclavos del franquismo en el Pirineo - Esclavitud bajo el franquismo

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m<strong>en</strong>terio, allí ¿verdad? Y <strong>el</strong>los v<strong>en</strong>ían de esa parte (porque<br />

los barracones habréis visto que están más allá <strong>d<strong>el</strong></strong> cem<strong>en</strong>terio,<br />

bastante más allá) y <strong>el</strong> padre vió a uno solo y dijo: “¿pero<br />

dónde andas y quién eres tú?” “Yo soy de los trabajadores”, y<br />

dice: “¿ya os dejan?” Y dice: “sí, ya nos dejan tal hora y tal horas<br />

salir”. “Y ¿a dónde vas?” (iba con ése, con M<strong>en</strong>dilibar, ¿no<br />

se ap<strong>el</strong>lida?) y dice “pues... vamos a dar una vu<strong>el</strong>tica p´allí”. Y<br />

ya los trajo <strong>el</strong> padre aquí. Les hicimos de mer<strong>en</strong>dar, y ese<br />

M<strong>en</strong>dilibar con otra señora que había salido no sé de donde,<br />

le dijo que ya le lavaría la ropa, y le dijimos nosotros a Juan<br />

Mari: “pues chico, pues v<strong>en</strong>, trá<strong>el</strong>a tú aquí”, “Oh no, no porque<br />

ahora no me pued<strong>en</strong> mandar dinero y no les puedo pagar”.<br />

“¡Oye, ya pasaremos la factura!”, le decía mi padre. “No te<br />

preocupes, ¡ya pasaremos la factura! ¡que traigas la ropa!” le<br />

dijo <strong>el</strong> padre, le dijimos la madre, <strong>el</strong> padre y yo. Estábamos<br />

los tres solos. Pues lo trajo y allí que t<strong>en</strong>íamos <strong>el</strong> hogar, ¡hala!<br />

una chula para c<strong>en</strong>ar, otro bocadillo pa que se lleve. ¡Ay! y<br />

después ya nos dijo “ahora ya nos dejan más su<strong>el</strong>tos, v<strong>en</strong>dré<br />

cualquier día”, y le dijimos: “¿Y a comer algún día?” “No, eso<br />

no, porque pasamos lista... pero después ya v<strong>en</strong>dré... ¡a comer<br />

la chula!” Me decía a mí. Y eso, y de esa forma lo trajo <strong>el</strong><br />

padre». No es extraño que a Juan Mari Landeta no se le hayan<br />

olvidado aqu<strong>el</strong>los mom<strong>en</strong>tos: «Erronkariko j<strong>en</strong>deagaz, ondo,<br />

oso ondo. Nik eukiot famili bat..., Basir<strong>en</strong>a, neri emoteustan<br />

dana (...). Har<strong>en</strong> etxera soroetatik sartz<strong>en</strong> gin<strong>en</strong>. Eta han emot<strong>en</strong><br />

eust<strong>en</strong> bazkarie... joe! (...) Ene, z<strong>en</strong>bat gose k<strong>en</strong>du eustan<br />

hark! (...)Amak esat<strong>en</strong> euts<strong>en</strong>: “Basi, ponle a Juan Mari una<br />

chula”, neri kojitu eust<strong>en</strong> kariño (...)».*<br />

No fue, sin embargo, la única vez que <strong>el</strong> padre de Basi se<br />

preocupó por los prisioneros, y hubo otra ocasión <strong>en</strong> la que incluso<br />

llegó a increpar a los militares su situación, según nos r<strong>el</strong>ata<br />

de nuevo su hija: «Pues eso, cayó una nevada; ahora no<br />

nieva así de alto y claro; cada uno limpiaba su trozo, pero trajeron<br />

a todos los trabajadores para que limpiaran todas las calles<br />

y al padre le daba p<strong>en</strong>a que estuvieran allí, además no<br />

iban muy bi<strong>en</strong> arropados, ni comidos, les bajó <strong>el</strong> padre comida».<br />

Pronto, al llegar uno de los oficiales, recuerda Basi que le<br />

echó <strong>en</strong> cara: «¡cómo coño t<strong>en</strong>éis corazón de mandar a esta<br />

g<strong>en</strong>te así!».<br />

*. «Con la g<strong>en</strong>te de Roncal bi<strong>en</strong>, muy bi<strong>en</strong>!. Yo tuve una familia... la de Basi, que me daban<br />

de todo. A su casa <strong>en</strong>trábamos por las huertas, y ahí nos daban de comer, joe! (...) ¡Cuánta hambre<br />

me quitaron! (...) La madre le decía: “Basi, ponle una chula a Juan Mari”; a mí me cojieron cariño».<br />

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