18.04.2013 Views

Esclavos del franquismo en el Pirineo - Esclavitud bajo el franquismo

Esclavos del franquismo en el Pirineo - Esclavitud bajo el franquismo

Esclavos del franquismo en el Pirineo - Esclavitud bajo el franquismo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Esa obsesión llevaba no sólo a que la comida fuera un<br />

tema continuo de conversación, sino a que se estuviera dispuesto<br />

a cualquier cosa con tal de conseguir un poco más,<br />

como <strong>en</strong> <strong>el</strong> caso de uno de los compañeros de Manu<strong>el</strong> Soriano,<br />

qui<strong>en</strong> nos explica: «A mí me mandaron una vez un paquete,<br />

pero como tardaban quince días o un mes, se echó a perder.<br />

Cuando lo destapé hubo uno, que era Antonio, y dijó “ya voy a<br />

comer”. Cuando lo destapé le dije “mira fíjate lo que nos mandan”,<br />

y <strong>en</strong>tonces lo cogí y lo tiré a la letrina. Él estaba acechando<br />

y fue a cogerlo, a ver si se comía parte de aqu<strong>el</strong>la cosa que<br />

estaba echá a perder. Juan Arantzam<strong>en</strong>di, prisionero <strong>d<strong>el</strong></strong> BDST<br />

38 <strong>en</strong> Vidángoz, también recuerda lo que debido a este hambre<br />

atroz les pasó a dos compañeros <strong>d<strong>el</strong></strong> batallón, uno de <strong>el</strong>los<br />

Juan Acebo: «Ospitalera bi joan zir<strong>en</strong>, haragi ust<strong>el</strong>a jateagatik»*.<br />

Por su parte, B<strong>en</strong>jamín Quintana, prisionero también <strong>d<strong>el</strong></strong><br />

mismo batallón, afirma que la desesperación llevaba a comer<br />

cualquier cosa: «Y se dio una circunstancia también reseñable.<br />

En <strong>el</strong> paquete un día, <strong>en</strong>tre otras cosas, me mandó dos plátanos,<br />

y cuando me puse a comer un plátano un chico de éstos<br />

me dijo: “no tires los p<strong>el</strong>lejos, para comerlos también”».<br />

No se podía desperdiciar nada, ni siquiera los huesos. Antonio<br />

Viedma nos remarca lo valiosos que eran: «Y a la caldera<br />

no iban más que los huesos. Y no había huesos pa todos. Se<br />

dio <strong>el</strong> caso de uno roer un hueso, y otro ir a buscarlo ...y después<br />

tirarlo e ir otro y seguir roy<strong>en</strong>do, porque había mucha<br />

hambre». A veces, sin embargo, ni siquiera era posible la ser<strong>en</strong>idad<br />

de roer por turnos, tal y como nos explica Francisco<br />

Alonso: «comíamos de dos <strong>en</strong> dos y contabas las cucharadas<br />

que comía cada uno. Me acuerdo que una vez los cocineros tiraron<br />

un hueso al río y dos se pegaron por cogerlo, por coger<br />

<strong>el</strong> tuétano de d<strong>en</strong>tro <strong>d<strong>el</strong></strong> hueso». Incluso una vez, recuerda<br />

Luis Ortiz de Alfau, uno de los prisioneros llegó a situaciones<br />

extremas como ésta: «había un muchacho de Barakaldo, un tal<br />

Paquito, que recuerdo que <strong>en</strong> una ocasión <strong>en</strong> <strong>el</strong> que se tiró un<br />

hueso de animal, de una pierna, lo cogió este individuo; <strong>en</strong> <strong>el</strong><br />

mom<strong>en</strong>to de cogerlo llegó un perro muerto de hambre, se lo<br />

arrebató y le hirió los brazos».<br />

Son esas p<strong>el</strong>eas, precisam<strong>en</strong>te, uno de los recuerdos más<br />

tristes que ti<strong>en</strong>e Félix Padín: «Andábamos siempre a pegarnos<br />

a cu<strong>en</strong>ta <strong>d<strong>el</strong></strong> hambre. Recuerdo que <strong>el</strong> pan era un zoqueti-<br />

*. «Dos fueron al hospital por comer carne podrida».<br />

132

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!