Abrir - El club de los que deciden vivir

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18.04.2013 Views

de sentido, nuestra mente tiende a aliviarnos el peso de la vida con la anestesia de las suposiciones agradables. Esto es útil para que podamos descansar y vivir sin preocuparnos de más; pero se vuelve contraproducente cuando esas suposiciones son demolidas por la realidad. La única salida sana y superadora de este conflicto es tener en cuenta la realidad, incluso en sus partes indeseables, y saber que a cada paso puede presentárnoslas. Los estudios sobre el stress dicen que éste aumenta en los individuos que ven los problemas como amenazas, como peligros indeseables y tal vez insuperables, y que disminuye en quienes ven los problemas como desafíos, como factores que inevitablemente están en la vida y deben ser vencidos mediante el despliegue y desarrollo de nuestras fuerzas. Esto indicaría que el stress no es producto de las circunstancias en que se vive sino del disgusto ante ellas, y el disgusto es producto de la opinión del sujeto respecto al mundo que lo rodea. El ideal de eliminar el disgusto, o de tener en cuenta la realidad como es, no significa necesariamente resignación, ni creencia de que el mundo será siempre e irremediablemente igual. Se puede creer que el mundo se modifica, se puede luchar por un futuro mejor, y al mismo tiempo reconocer que hay cosas indeseables, y que la posibilidad de mejorar el mundo tiene un precio, que no podemos ignorar ni atenuar con la imaginación. De este modo, si decidimos trabajar por un determinado objetivo debemos considerar el precio con la menor cuota posible de fantasía. Y si aceptamos pagarlo, trabajar sin disgustarnos, incluso ante las partes más desagradables de nuestra tarea. Y si éstas son más de lo previsto, si por un error de nuestra apreciación y no del orden cósmico el precio es mayor que el esperado, decidir pagarlo o renunciar al bien buscado sin ninguna queja por lo uno ni por lo otro. 60

Muchas veces caemos en el disgusto y en el stress cuando en nuestro trabajo aparecen circunstancias indeseables, pero en el fondo previsibles y naturales en dicha actividad. Esto ocurre porque teníamos en nuestra mente la fantasía de que todo obedecería a nuestros deseos, e incluso por el acostumbramiento a lo que podríamos llamar nivel promedio de dificultades cotidianas, por el que tendemos a suponer que todos los días serán iguales. De ahí que cuando aparece un problema mayor nos encuentra con energía disponible sólo para el nivel promedio, haciéndonos sufrir con la exigencia de extraer de nosotros mayores fuerzas que las que nos disponíamos a invertir. Esto podemos superarlo (necesitamos superarlo si aspiramos a vivir bien) manteniendo la capacidad de observarnos fuera del alcance de nuestros impulsos, deseos y hábitos, y darnos cuenta de que cuando aparece el disgusto ante una circunstancia es porque una parte de nosotros se resiste a pagar el precio de aquello por lo que trabajamos. En tal caso debemos re-observar nuestra vida: ¿ese hecho desagradable no es parte natural de la tarea que escogimos? ¿Podríamos hacer lo mismo sin el riesgo de que alguna vez apareciera? ¿Hay otra actividad que podamos y queramos hacer para no vernos ante esa circunstancia? ¿Estamos dispuestos a seguir adelante considerando esa circunstancia como parte del precio de lo buscado? En caso de contestar afirmativamente esto último, hemos de continuar nuestra actividad sin una sola queja de ninguna parte de nosotros. Y si la hubiera, porque las quejas no se eliminan de un día para otro, no enfurecernos contra la realidad, sino emprender una lucha para clarificarnos interiormente hasta que el impulso a la queja desaparezca. No hay razones para quejarse si previamente observamos en qué nos meteríamos y conscientemente decidimos encararlo. No puede ser motivo de disgusto aquello que hacemos a fin de obtener lo que deseamos. Si en algún caso lo es, la única falla es nuestra falta de madurez. Siempre que nos sintamos molestos por lo que hacemos, 61

Muchas veces caemos en el disgusto y en el stress cuando<br />

en nuestro trabajo aparecen circunstancias in<strong>de</strong>seables, pero en<br />

el fondo previsibles y naturales en dicha actividad. Esto ocurre<br />

por<strong>que</strong> teníamos en nuestra mente la fantasía <strong>de</strong> <strong>que</strong> todo obe<strong>de</strong>cería<br />

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lo <strong>que</strong> podríamos llamar nivel promedio <strong>de</strong> dificulta<strong>de</strong>s cotidianas,<br />

por el <strong>que</strong> ten<strong>de</strong>mos a suponer <strong>que</strong> todos <strong>los</strong> días serán iguales.<br />

De ahí <strong>que</strong> cuando aparece un problema mayor nos encuentra<br />

con energía disponible sólo para el nivel promedio, haciéndonos<br />

sufrir con la exigencia <strong>de</strong> extraer <strong>de</strong> nosotros mayores fuerzas<br />

<strong>que</strong> las <strong>que</strong> nos disponíamos a invertir.<br />

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a <strong>vivir</strong> bien) manteniendo la capacidad <strong>de</strong> observarnos fuera <strong>de</strong>l<br />

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cuando aparece el disgusto ante una circunstancia es por<strong>que</strong><br />

una parte <strong>de</strong> nosotros se resiste a pagar el precio <strong>de</strong> a<strong>que</strong>llo por<br />

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En tal caso <strong>de</strong>bemos re-observar nuestra vida: ¿ese hecho<br />

<strong>de</strong>sagradable no es parte natural <strong>de</strong> la tarea <strong>que</strong> escogimos?<br />

¿Podríamos hacer lo mismo sin el riesgo <strong>de</strong> <strong>que</strong> alguna vez<br />

apareciera? ¿Hay otra actividad <strong>que</strong> podamos y <strong>que</strong>ramos hacer<br />

para no vernos ante esa circunstancia? ¿Estamos dispuestos a<br />

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En caso <strong>de</strong> contestar afirmativamente esto último, hemos<br />

<strong>de</strong> continuar nuestra actividad sin una sola <strong>que</strong>ja <strong>de</strong> ninguna<br />

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<strong>de</strong> un día para otro, no enfurecernos contra la realidad,<br />

sino empren<strong>de</strong>r una lucha para clarificarnos interiormente hasta<br />

<strong>que</strong> el impulso a la <strong>que</strong>ja <strong>de</strong>saparezca.<br />

No hay razones para <strong>que</strong>jarse si previamente observamos en qué<br />

nos meteríamos y conscientemente <strong>de</strong>cidimos encararlo.<br />

No pue<strong>de</strong> ser motivo <strong>de</strong> disgusto a<strong>que</strong>llo <strong>que</strong> hacemos a<br />

fin <strong>de</strong> obtener lo <strong>que</strong> <strong>de</strong>seamos. Si en algún caso lo es, la única<br />

falla es nuestra falta <strong>de</strong> madurez.<br />

Siempre <strong>que</strong> nos sintamos molestos por lo <strong>que</strong> hacemos,<br />

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