Abrir - El club de los que deciden vivir
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peso <strong>de</strong> trabajar o <strong>de</strong> pagar precios por el futuro <strong>de</strong>seado.<br />
Es muy común contraponer al pesimismo la frase “hay<br />
<strong>que</strong> ser optimista”, con lo <strong>que</strong> el optimismo se consi<strong>de</strong>ra prácticamente<br />
una virtud. Esto nace <strong>de</strong> confundir el concepto <strong>de</strong><br />
optimista con el <strong>de</strong> positivo. Es una virtud ser positivo, ser constructivo,<br />
es una virtud no caer en el pesimismo; pero no es una virtud ser<br />
optimista, si se entien<strong>de</strong> por optimismo la ten<strong>de</strong>ncia a representar<br />
el futuro a gusto <strong>de</strong>l pensador. Esto pue<strong>de</strong> ser muy perjudicial, tanto<br />
para el sujeto optimista como para el mundo <strong>que</strong> éste quiere<br />
ver mejor. De ahí <strong>que</strong> también sea muy usual menospreciar a<br />
<strong>los</strong> “soñadores” <strong>que</strong> por mucho soñar nunca logran concretar<br />
nada.<br />
<strong>El</strong> motivo por el <strong>que</strong> un futuro presunto excesivamente<br />
abultado y <strong>de</strong>tallado se transforma en causa <strong>de</strong> sufrimiento es<br />
asombrosamente sencillo: a más hechos esperados, más hechos <strong>que</strong> tal<br />
vez no sucedan; o sea más cantidad <strong>de</strong> impactos, <strong>de</strong> cho<strong>que</strong>s <strong>de</strong> la<br />
realidad contra las imágenes a las <strong>que</strong> nuestros sentimientos se<br />
habían adherido. A mayor superficie chocable, más posibilidad <strong>de</strong> cho<strong>que</strong>s.<br />
Esto podría discutirse expresando la misma i<strong>de</strong>a al revés: a<br />
más hechos esperados, más hechos <strong>que</strong> en caso <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r nos harán felices.<br />
En tal caso se tomaría el tema como una lotería en don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>mos<br />
arriesgar y ganar o no arriesgar y no ganar. Esto sería cierto<br />
en el caso <strong>de</strong> <strong>que</strong> las satisfacciones se <strong>de</strong>bieran sólo a <strong>que</strong> ocurra<br />
algo <strong>que</strong> previamente hayamos pensado. Basta observar la vida propia<br />
y ajena para ver <strong>que</strong> la satisfacción no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> esto: obtenemos<br />
satisfacción <strong>de</strong> <strong>los</strong> hechos <strong>que</strong> benefician nuestra naturaleza<br />
humana, aun<strong>que</strong> nunca hayamos previsto ni planeado <strong>que</strong> lo<br />
hicieran. Cuando planeamos y concretamos hechos <strong>que</strong> no<br />
benefician nuestra naturaleza, po<strong>de</strong>mos experimentar momentáneamente<br />
la alegría <strong>de</strong> “triunfar”, <strong>de</strong> ver <strong>que</strong> algo pasó <strong>de</strong>l<br />
futuro presunto al presente; pero esta alegría no suele durar<br />
mucho: al cabo <strong>de</strong> un tiempo estamos tan insatisfechos como<br />
antes y preguntándonos “¿qué ganamos?”.<br />
Si las satisfacciones verda<strong>de</strong>ras nos vienen por hechos (internos<br />
o externos) <strong>que</strong> benefician nuestra naturaleza, el camino<br />
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