Abrir - El club de los que deciden vivir
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Podríamos decir que hay tres niveles de aferramiento: Tipo de aferramiento Por naturaleza Instinto. 40 Facultad actuante Se aferra a Naturaleza espiritual. 1. Necesidades básicas. 2. Aspiración a la felicidad: búsqueda abstracta previa a toda opinión. Por costumbre Mente. Sentimiento. Realidad actual. Por opinión Mente. Imaginación. Hábitos sociales. Realidad deseada. No fueron los sueños inalcanzados, sino la pérdida de condiciones de vida a las que se estaba aferrado, lo que desató más dramas individuales, más guerras y más convulsiones sociales. La no realización de los sueños produce desazón; la pérdida de lo que se tiene produce desesperación. En el primer caso aparece la alternativa de triunfar o fracasar; en el segundo, la de matar o morir. El aferramiento del sentimiento a las condiciones de vida es lento, concreto, vigoroso, porque se da sobre lo que se vive y se toca, no sobre lo que únicamente se imagina. Por eso la gente lucha más por no perder lo que tiene que por convertir los sueños en realidad; por lo suyo más que por lo que podría ser suyo, y no suele votar por grandes cambios, a no ser que a su vez esté desesperada ante otros cambios que modifican o amenazan la vida a que está acostumbrada. A menos que seamos extremada y cobardemente inmaduros, somos conscientes de que, por mucho que luchemos, exis-
te la posibilidad de que en nuestra vida haya cambios no deseados. Por lo tanto, a nuestros sentimientos de apego a las circunstancias que vivimos no debemos agregarle la opinión de que esas circunstancias permanecerán siempre inmutables. Esto es un primer paso, que ayuda hasta cierto punto pero está lejos de librarnos de sufrimientos y preocupaciones. Otro paso adelante será borrar la opinión (comenzando al menos por su expresión verbal) de que “no podríamos vivir de otra manera”. Nos bastará una mirada a la historia para comprobar que, exceptuando las necesidades básicas, todo lo otro puede estar ausente sin que corresponda estropear la vida con el calificativo de “mala”. Puede haber circunstancias deseables, valiosas, por las que valgan la pena grandes luchas, pero no por ello tiene sentido pensar que “no podríamos vivir” sin ellas, ni debamos cubrir nuestra vida con un manto de tristeza en caso de que nos falten. Aquí vemos una vez más que tal vez no sepamos mucho sobre cómo ser dichosos; pero podemos ver que la desdicha nace casi exclusivamente de nuestros pensamientos (y de los sentimientos que éstos engendran). Si aspiramos a limpiarnos de toda forma de “pensar de más”; de toda opinión perjudicial, no debemos olvidar que dijimos toda; porque lo que consideramos hasta ahora puede llamarse opinión atormentadora, pero hay una aparente antítesis de ésta que con la promesa de “devolvernos la paz” puede llevarnos a otro tipo de ruina interior: la opinión consuelo. El primer paso de toda filosofía de la despreocupación debería ser el énfasis total en que ésta debe inmunizar al hombre ante la adversidad, y de ninguna manera consolarlo. La opinión consuelo debe ser tan desterrada como la opinión atormentadora; e incluso con mayor urgencia; porque es preferible la enfermedad de la lucha a la de la evasión; es preferible estar disgustado con las circunstancias que estar disgustado consigo mismo. 41
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te la posibilidad <strong>de</strong> <strong>que</strong> en nuestra vida haya cambios no <strong>de</strong>seados.<br />
Por lo tanto, a nuestros sentimientos <strong>de</strong> apego a las circunstancias<br />
<strong>que</strong> vivimos no <strong>de</strong>bemos agregarle la opinión <strong>de</strong><br />
<strong>que</strong> esas circunstancias permanecerán siempre inmutables.<br />
Esto es un primer paso, <strong>que</strong> ayuda hasta cierto punto pero<br />
está lejos <strong>de</strong> librarnos <strong>de</strong> sufrimientos y preocupaciones.<br />
Otro paso a<strong>de</strong>lante será borrar la opinión (comenzando al<br />
menos por su expresión verbal) <strong>de</strong> <strong>que</strong> “no podríamos <strong>vivir</strong> <strong>de</strong><br />
otra manera”. Nos bastará una mirada a la historia para comprobar<br />
<strong>que</strong>, exceptuando las necesida<strong>de</strong>s básicas, todo lo otro<br />
pue<strong>de</strong> estar ausente sin <strong>que</strong> corresponda estropear la vida con<br />
el calificativo <strong>de</strong> “mala”.<br />
Pue<strong>de</strong> haber circunstancias <strong>de</strong>seables, valiosas, por las <strong>que</strong><br />
valgan la pena gran<strong>de</strong>s luchas, pero no por ello tiene sentido<br />
pensar <strong>que</strong> “no podríamos <strong>vivir</strong>” sin ellas, ni <strong>de</strong>bamos cubrir<br />
nuestra vida con un manto <strong>de</strong> tristeza en caso <strong>de</strong> <strong>que</strong> nos falten.<br />
Aquí vemos una vez más <strong>que</strong> tal vez no sepamos mucho<br />
sobre cómo ser dichosos; pero po<strong>de</strong>mos ver <strong>que</strong> la <strong>de</strong>sdicha<br />
nace casi exclusivamente <strong>de</strong> nuestros pensamientos (y <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
sentimientos <strong>que</strong> éstos engendran).<br />
Si aspiramos a limpiarnos <strong>de</strong> toda forma <strong>de</strong> “pensar <strong>de</strong><br />
más”; <strong>de</strong> toda opinión perjudicial, no <strong>de</strong>bemos olvidar <strong>que</strong> dijimos<br />
toda; por<strong>que</strong> lo <strong>que</strong> consi<strong>de</strong>ramos hasta ahora pue<strong>de</strong> llamarse<br />
opinión atormentadora, pero hay una aparente antítesis <strong>de</strong><br />
ésta <strong>que</strong> con la promesa <strong>de</strong> “<strong>de</strong>volvernos la paz” pue<strong>de</strong> llevarnos<br />
a otro tipo <strong>de</strong> ruina interior: la opinión consuelo.<br />
<strong>El</strong> primer paso <strong>de</strong> toda fi<strong>los</strong>ofía <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spreocupación <strong>de</strong>bería<br />
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La opinión consuelo <strong>de</strong>be ser tan <strong>de</strong>sterrada como la opinión<br />
atormentadora; e incluso con mayor urgencia; por<strong>que</strong> es<br />
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