Abrir - El club de los que deciden vivir

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18.04.2013 Views

días estemos deseando y persiguiendo otra cosa, y hasta que desperdiciemos toda la vida en la misma repetición. Esto no significa que todo objeto comprable sea inocuo o inútil para nuestras necesidades. Algunos pueden ser buenos como instrumentos con los que interactuemos para desarrollarnos. Nunca lo serán los que representen una distracción, un espejismo con que llenar nuestro esquema de “algo que buscar”. La poca claridad -por falta de dedicación al tema- respecto a qué necesitamos, o a qué queremos en lo más íntimo, da por resultado que nuestra “dedicación” derive hacia objetivos fáciles de pensar, o que directamente no requieran ningún pensamiento porque ya nos los presentaron los demás. De ese modo, infinidad de jóvenes empiezan a trabajar “albergando sueños” de acceder un día a objetivos y bienes que valoran porque vieron que otra gente vive valorándolos. Nunca se preguntan si son lo que realmente necesitan ellos, ni si al alcanzarlos se van a sentir tan bien como vienen suponiendo desde el principio de los tiempos. En otros casos, ante algún sentimiento de vacío interior, de no saber qué hacer con la vida, se recurre casi desesperadamente a una idea con que llenar ese espacio, y la idea que más comúnmente cumple esa función es la de “algo que comprar”. Como no es del todo fácil comprar cualquier cosa que se imagina, o como luego de comprarla se puede seguir insatisfecho, la amplia variedad de no-alimentos con que se pretender calmar esa ansiedad va más allá de lo material. Como unas personas viven comprando, otras viven sintiéndose bien por “poseer” las virtudes de un grupo (nacionalidad, raza, familia) y “disfrutando” de cada hecho o noticia que revele la superioridad de su grupo respecto a otros. Es muy común que el sentimiento de pertenencia se entrelace con una comunidad deportiva, compuesta por los que practican ese deporte (que con ello viven su propia vida) y los que los miran, admiran y festejan sus triunfos como un logro propio; los que gritan “ganamos” cuando no hicieron otra cosa que mirar a otros y 224

esperar que lo logrado por esos otros los “alimente”. Otros viven pendientes de la vida de los demás, celebridades o simples vecinos, como si los vaivenes de esas vidas dieran algún fruto en su felicidad personal. Otros “disfrutan” de la posibilidad de agredir a cuantos se le crucen, de despreciar a cuantos pasen por su pensamiento o de generar cualquier tipo de padecimiento ajeno. Y siguen abundando los recursos para entretenerse suponiendo que se está haciendo lo que “se necesita” o “se quiere”: vivir pendiente de las noticias, de qué hacen o padecen personajes del mundo real o de historias de ficción diseñadas para “alimentar” a quienes con ellas se sienten por un momento menos vacíos, e inmediatamente pasan a intentarlo con el siguiente programa. También es posible reunirse en organizaciones donde los integrantes se convencen unos a otros de que ellos son “los buenos” en un mundo que no lo es tanto, o en grupos que viven esperando un cambio fundamental y no muy lejano en la sociedad que habitan, o lisa y llanamente en todo el orden cósmico. Como es de suponer cuando se mira con un poco de inteligencia, nadie se sentirá satisfecho en lo más íntimo con tales seudoalimentos. La tesis ya aparece en el Freudismo: cuando no se obtiene la satisfacción que más se quiere, se busca reemplazarla por otra menos intensa pero similar, y si esto tampoco es posible, se la reemplazará a su vez por otra, menos satisfactoria pero más fácil de conseguir. Por ese camino, quien no se atreva a prestarse atención y decirse qué es lo que más quiere, o no se atreva a luchar en la medida necesaria por ello, vivirá experimentando seudosatisfacciones tenues, débiles, espantosamente lejanas a lo que en lo más íntimo aspiraba a vivir. Es posible darse cuenta y empezar a emerger hacia una vida auténtica, más difícil pero más llena de lo que vinimos a buscar a este mundo. 225

días estemos <strong>de</strong>seando y persiguiendo otra cosa, y hasta <strong>que</strong><br />

<strong>de</strong>sperdiciemos toda la vida en la misma repetición.<br />

Esto no significa <strong>que</strong> todo objeto comprable sea inocuo o<br />

inútil para nuestras necesida<strong>de</strong>s. Algunos pue<strong>de</strong>n ser buenos<br />

como instrumentos con <strong>los</strong> <strong>que</strong> interactuemos para <strong>de</strong>sarrollarnos.<br />

Nunca lo serán <strong>los</strong> <strong>que</strong> representen una distracción, un<br />

espejismo con <strong>que</strong> llenar nuestro es<strong>que</strong>ma <strong>de</strong> “algo <strong>que</strong> buscar”.<br />

La poca claridad -por falta <strong>de</strong> <strong>de</strong>dicación al tema- respecto<br />

a qué necesitamos, o a qué <strong>que</strong>remos en lo más íntimo, da por<br />

resultado <strong>que</strong> nuestra “<strong>de</strong>dicación” <strong>de</strong>rive hacia objetivos fáciles<br />

<strong>de</strong> pensar, o <strong>que</strong> directamente no requieran ningún pensamiento<br />

por<strong>que</strong> ya nos <strong>los</strong> presentaron <strong>los</strong> <strong>de</strong>más.<br />

De ese modo, infinidad <strong>de</strong> jóvenes empiezan a trabajar<br />

“albergando sueños” <strong>de</strong> acce<strong>de</strong>r un día a objetivos y bienes <strong>que</strong><br />

valoran por<strong>que</strong> vieron <strong>que</strong> otra gente vive valorándo<strong>los</strong>. Nunca se preguntan<br />

si son lo <strong>que</strong> realmente necesitan el<strong>los</strong>, ni si al alcanzar<strong>los</strong><br />

se van a sentir tan bien como vienen suponiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

principio <strong>de</strong> <strong>los</strong> tiempos.<br />

En otros casos, ante algún sentimiento <strong>de</strong> vacío interior,<br />

<strong>de</strong> no saber qué hacer con la vida, se recurre casi <strong>de</strong>sesperadamente<br />

a una i<strong>de</strong>a con <strong>que</strong> llenar ese espacio, y la i<strong>de</strong>a <strong>que</strong> más<br />

comúnmente cumple esa función es la <strong>de</strong> “algo <strong>que</strong> comprar”.<br />

Como no es <strong>de</strong>l todo fácil comprar cualquier cosa <strong>que</strong> se<br />

imagina, o como luego <strong>de</strong> comprarla se pue<strong>de</strong> seguir insatisfecho,<br />

la amplia variedad <strong>de</strong> no-alimentos con <strong>que</strong> se preten<strong>de</strong>r<br />

calmar esa ansiedad va más allá <strong>de</strong> lo material.<br />

Como unas personas viven comprando, otras viven sintiéndose<br />

bien por “poseer” las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> un grupo (nacionalidad,<br />

raza, familia) y “disfrutando” <strong>de</strong> cada hecho o noticia <strong>que</strong> revele<br />

la superioridad <strong>de</strong> su grupo respecto a otros. Es muy común<br />

<strong>que</strong> el sentimiento <strong>de</strong> pertenencia se entrelace con una comunidad<br />

<strong>de</strong>portiva, compuesta por <strong>los</strong> <strong>que</strong> practican ese <strong>de</strong>porte<br />

(<strong>que</strong> con ello viven su propia vida) y <strong>los</strong> <strong>que</strong> <strong>los</strong> miran, admiran<br />

y festejan sus triunfos como un logro propio; <strong>los</strong> <strong>que</strong> gritan<br />

“ganamos” cuando no hicieron otra cosa <strong>que</strong> mirar a otros y<br />

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